domingo, 16 de enero de 2011

LOS TIEMPOS DE OSCURIDAD, DE JAVIER DE LA CUEVA




Cuentan los rumores que en uno de los consejos de ministros del gobierno de Felipe González, el entonces ministro de Sanidad, Ernest Lluch, expuso que había encontrado la solución para ahorrar en gastos sanitarios: se comenzarían a recetar medicamentos genéricos, algo entonces poco conocido. El entonces ministro de Defensa Narcís Serra le espetó: "Ernest, ¿qué has hecho? ¡Que los americanos no quieren vendernos los F18!". Los genéricos tardaron años en ser corrientes en España, pero muy pronto tuvimos los deseados aviones militares. 

Desconozco la certeza de la anécdota, pero sirve para introducir lo que Hannah Arendt denominó "los tiempos de oscuridad". Según esta autora, si la función del ámbito público es la de iluminar un espacio en el que las personas pueden mostrar quiénes son y qué pueden hacer, los tiempos oscuros llegan cuando la iluminación se extingue víctima de una brecha de credibilidad, de un gobierno invisible y de un discurso que no revela la verdad. Max Weber nos mostró cómo históricamente a cada sistema de producción le correspondía un sistema político representativo. Por ello, tiene su lógica que nos preguntemos cuál es la representación que corresponde a esta nueva etapa histórica en la que los ciudadanos disponemos de una tecnología con la que podemos aspirar a controlar al poder con la misma tecnología con que el poder nos controla. Ese control ciudadano habría de derivar, idealmente, en articular los contrapesos al poder ejecutivo que ya no realizan los otros poderes tradicionales legislativo y judicial.

Además, hay un gobierno invisible del que el anterior poder ejerce de mera cadena de transmisión. Ya sospechábamos su existencia pero Wikileaks, la versión tecnológica del tradicional quintacolumnismo, ha demostrado y concretado los actos y las personas mediante las cuales el Gobierno español se ha plegado a los intereses de Estados Unidos. Sería muy interesante que el Gobierno nos contara si, en el caso de la ley Sinde, se trata de talgos, energía eléctrica o repsoles de turno en lugar de aviones F18. Se nos habla de descargas y persecución de las webs de enlaces, pero las declaraciones públicas del lobby autotitulado Coalición de Creadores ya ha amenazado con la persecución de los usuarios en el caso de que esta ley no se promulgue. Se nos habla de la necesidad de la ley Sinde para atajar la sangría de las descargas, pero un mero documento de Google Docs en el que se escriban unos hiperlinks ya constituye una web de enlaces que los ciudadanos se están enviando por correo electrónico. Aunque la ley Sinde haya sido vendida como una solución, es absolutamente ineficaz. Solo se habla de piratería y de descargas, esto es, de los intereses económicos de un sector, cuando las descargas son el menor de los problemas de esta sociedad. Los grandes perjudicados en un cambio de modelo económico, los autores de 65 años, no aparecen por ninguna parte. ¿Cuántos son?¿De qué viven? Nuestros mayores no figuran en los discursos y cuando lo hacen es para ser usados.

Lo que está en juego es el modelo de sociedad que queremos construir: la definición y positivización de los derechos fundamentales de cuarta generación, el uso de la tecnología para el desarrollo de herramientas de control de poder (open government, open data), el uso de las redes para promover una circulación de las élites en la que se busque una igualdad de oportunidades con independencia del lugar socioeconómico de nacimiento. Y la Ciencia. Cómo hacer Ciencia (open access) en tiempo de redes. Esto sí que es riqueza. Discúlpenme que, cuando pienso en nuestros mayores desprotegidos, nuestros derechos humanos, nuestro sistema político, la igualdad social y la riqueza que genera la Ciencia, lo de las descargas me parezca menos relevante de lo que me cuentan.

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