viernes, 2 de octubre de 2015

Robar tres millones de euros a uno o robar un euro a tres millones, de Antonio Avendaño




Juan Torres recuerda de nuevo el asunto en un artículo de Público cuyo titular lo entendería hasta el mismísimo Carlos Floriano: ‘Así roban las eléctricas’. El aplicado catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla sintetiza con precisión científica la información y los argumentos que viene reuniendo en su web www.estafaluz.com el ingeniero sevillano Antonio Moreno Alfaro, olvidado caballero andante que lucha desde hace años en solitario contra los gigantes eléctricos.

El resumen del resumen de Torres es este: las eléctricas nos tangan 0.15 euros cada mes a unos tres millones de familias, de manera que centavo a centavo, tacita a tacita, ya llevan cobrados de más 35 millones de euros desde 2006.

Y bien, ¿por qué nos roban y, más importante, por qué nos dejamos robar? Pues nos roban porque pueden y nos dejamos robar porque nos roban poco… a cada uno. El truco está ahí: si les robas tres millones de euros de una vez a un pardillo éste te llama ladrón, te denuncia y tu atraco acaba saliendo en los telediarios, pero si le robas un euro cada seis meses a tres millones de pardillos, lo más probable es que ni se den cuenta siquiera. Solo se dan cuenta cuando llega un Antonio Moreno con su estafaluz.com o un Rubén Sánchez con su Facua y se lo demuestran. Quien sí lo nota, en cambio, es el atracador, que ve cómo su cuenta de resultados mejora, digamos, a razón de unos 6 millones de euracos al año. 

El caso de las eléctricas con sus contadores, de Volkswagen con sus emisiones de gas, de las casas de coches con sus ofertas pactadas, de las gasolineras con sus precios amañados, de las telefónicas con sus tarifas abusivas en relación al resto de Europa… Todos ellos nos vienen engañando todo lo que pueden porque saben que 1) no los vigilan; 2) si los vigilan los vigilan poco; y 3) si los cazan irán a la cárcel.

Lo más que suele pasar cuando los cogen es que les ponen una multa, sí, pero nunca tan grande como para arruinar el negocio y tener que cerrarlo, pues ello ocasionaría muchos despidos. Del mismo modo que el dinero de los depositantes es el rehén con que los bancos negocian con el Estado para eludir su quiebra echando mano de fondos públicos, el empleo es el rehén con que las grandes compañías negocian con el Estado su impunidad. Si me dejas quebrar la gente perderá su dinero, dicen los bancos; si me multas demasiado la gente perderá su empleo, dicen las eléctricas o las telefónicas.

¿Esto tiene arreglo? Bueno, es dudoso que lo tenga mientras el Estado no se tome en serio a sí mismo. Recordemos que el fraude de Volkswagen no lo descubrió el Estado, aunque esta vez no le haya quedado más remedio que ejercer de Estado. El robo de las eléctricas no es que no lo haya descubierto, es que dice que no existe. Y cuando el fraude lo descubre él mismo –como en el caso de los gasolineras repercutiendo a toda velocidad en sus precios la subida del petróleo pero haciéndose los suecos con la bajada– cuando es la Comisión de la Competencia, es decir, cuando es el Estado quien descubre el fraude ya se ocupa el propio Estado de que su descubrimiento no tenga consecuencias graves.

Lo malo, lo grave, en fin, es que estas denuncias solo se las toman verdaderamente en serio los partidos de izquierda radical, las asociaciones de consumidores más combativas o los medios situados en los márgenes del sistema, salvo cuando el escándalo es imposible de ocultar, como ha sucedió con Volkswagen. Es más: si hubiera estado en la mano de los propios Estados, sea el español o el alemán, haber hecho público el fraude de Volkswagen, ¿qué cree el improbable lector que habría sucedido: que lo habrían denunciado a los cuatro vientos o que habrían buscado un discreto arreglo en la sombra con los ejecutivos de la marca? En efecto, pío lector, esa que estás pensando es la respuesta correcta.

¿Saldrá Volkswagen vivo de ésta? Casi seguro que sí, y lo hará por la misma razón que salieron vivos los bancos del crack financiero: porque tienen un rehén.

Fuente: www.andalucesdiario.es

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