miércoles, 9 de junio de 2010

UNA EXPLICACIÓN CRÍTICA DE LAS CAUSAS DE LA CRISIS. “SUS CRISIS NUESTRAS SOLUCIONES”, DE SUSAN GEORGE


Publicado por Intermon Oxfam e Icaria 2010, el nuevo libro de Susan George efectúa una crítica al sistema económico presidido por la actual -y agotada- fase capitalista denominada “neoliberalismo” basada en una innovación financiera permanente, en la privatización y desregulación de los mercados y en una creencia infantil en que la solución a los problemas económicos consiste en lograr un crecimiento y una producción creciente e ilimitada, más que en hallar el modo de distribuir equitativamente los limitados recursos que posee el planeta.

Este es el capítulo introductorio.



Introducción: elección de la libertad

Gracias por su interés en este libro. Las próximas páginas les darán una idea de su contenido y del ánimo con que ha sido escrito. No exige conocimientos concretos sobre ninguno de los temas abarcados; quiero que sea un libro exento de jerga, que pueda leer todo el mundo.

La mayoría de la gente todavía no se ha dado cuenta, pero, salvo una minoría, todos estamos en la cárcel. Los carceleros no son estúpidos, nos dejan andar por ahí sueltos, al aire libre, e ir a ver las películas que queremos, pero en muchos de los aspectos más importantes de la vida no somos libres.

Sus crisis, nuestras soluciones echa una mirada objetiva al régimen de la globalización neoliberal en el que vivimos e intenta explicar, ateniéndose a los hechos, que las finanzas dirigen la economía, que las finanzas y la economía determinan conjuntamente un mundo enormemente desigual, que para centenares de millones los recursos más básicos -alimentos y agua- están desapareciendo y el planeta está viéndose reducido a la categoría de cantera y vertedero; y también por qué, debido a esas razones, seguiremos luchando unos contra otros. El último capítulo, el más largo, propone estrategias y medios concretos de huida.

Escribí este libro porque estoy enfadada, perpleja y asustada: enfadada porque muchas personas sufren innecesariamente a causa de la crisis social, económica y ecológica y porque los dirigentes mundiales no dan señales de estar llevando a cabo ningún cambio verdadero; perpleja porque no parece que ellos entiendan, o les importe mucho, el estado de ánimo general, el resentimiento generalizado y la urgencia de acciones; asustada porque, si no actuamos pronto, quizá sea ya demasiado tarde, sobre todo en lo concerniente al cambio climático.

Sería posible disfrutar de un mundo limpio, verde y rico, procurar una vida digna y aceptable para todos en un planeta sano. Esto no es una utopía sino una posibilidad real. El mundo nunca había sido tan rico, y ahora mismo disponemos de todos los conocimientos, herramientas y destrezas que necesitamos.

Los obstáculos no son técnicos, prácticos ni financieros sino políticos, intelectuales e ideológicos. La crisis brindará una extraordinaria oportunidad para construir un mundo así, y el propósito de este libro es explicar cómo y por qué nos hemos metido en el lío actual y cómo podemos salir de él, por el bien del planeta y de todos los que lo habitan.

Aunque la parte financiera de la crisis ha recibido la máxima atención y en buena medida ha quitado a las otras de las portadas del paisaje mental, en realidad no nos hallamos en medio de una sola crisis sino en una crisis de carácter multifacético que ya afecta, o pronto afectará, a casi todos los aspectos de casi todas las personas y al destino de nuestro hábitat terrenal.

Podemos llamarla crisis del sistema, de civilización, de globalización, de valores humanos, o utilizar algún otro término universal, omniabarcador; la cuestión es que nos ha encarcelado mental y físicamente y que hemos de liberarnos.

Las esferas

Podemos considerar esta prisión de dos maneras. La primera metáfora que me parece útil es la de una serie de esferas concéntricas colocadas con arreglo a una jerarquía de importancia decreciente. La exterior y más importante lleva la etiqueta de «Finanzas»; la siguiente es «Economía», a continuación viene «Sociedad», y por último, la más profunda y menos importante, la esfera denominada «Planeta». Éste es el orden en la actualidad.

A mi juicio, la ingente tarea que tenemos en todas partes, un esfuerzo nunca requerido antes en la historia de la humanidad, consiste en invertir el orden de estas esferas para que sea exactamente el contrario del actual. Hemos de mirar al cielo, recordar la famosa imagen de la tierra vista desde el espacio, recuperar el sentido de la armonía y establecer con claridad nuestras prioridades.

Nuestro bello y finito planeta y su biosfera deben ser la esfera más externa, pues el estado de la tierra, a la larga, engloba y determina el estado de todas las esferas de dentro. Después debería estar la sociedad humana, que ha de respetar las leyes y los límites de la biosfera, pero, por lo demás, ha de ser libre para elegir democráticamente la organización social que mejor convenga a las necesidades de sus miembros. La tercera esfera, la economía, representaría tan sólo un aspecto de la vida social, estableciendo la producción y distribución de los medios concretos para la existencia de la sociedad. Finalmente vendría la cuarta y menos importante de las esferas, la de las finanzas, sólo una entre las muchas herramientas al servicio de la economía.

Pese a las indiscutibles pruebas de la crisis climática y del desastre ecológico inminentes, diversos economistas de la corriente dominante y la mayoría de los políticos aún no ven las cosas así: para ellos, las finanzas y la economía van primero.

Estas dos esferas más externas imponen sus necesidades a la sociedad y determinan cómo debe ésta organizarse. En concreto, las esferas económica y financiera han de crecer sin parar; este crecimiento es la única medida válida; su mecanismo impulsor está programado para superarse continuamente a sí mismo.

Como las finanzas y la economía son de importancia primordial en el universo político y de los economistas de la corriente principal, éstos creen que la expansión de la captación de recursos, la producción y el consumo no tiene límites. Para ellos, el mundo natural es un simple subsistema, tan sólo el lugar del que sacamos las materias primas y al que arrojamos los desperdicios, incluidos los gases de efecto invernadero.

Los economistas denominan «externalidades» a la destrucción sistemática del medio ambiente: meros efectos secundarios desafortunados de las actividades económicas productoras de renta. Esta idea, al igual que otras creencias de la economía neoliberal o de la corriente dominante, es descabellada. Tal como decía el difunto economista Kenneth Boulding, «para creer que la economía puede crecer infinitamente en un sistema finito hay que ser un loco o un economista». Las raíces de la crisis que ahora nos encarcela se pueden hallar directamente en el modo en que ordenamos, consciente o inconscientemente, las esferas. En el funesto sistema que ha usurpado el poder sobre los asuntos humanos, cuando las finanzas se hunden como han hecho hace poco, aplastan y dañan a todos los demás —no sólo la economía, sino también la sociedad y la biosfera. Durante las tres últimas décadas, la economía monetaria se ha hecho con el poder, ha descuidándola economía real, acabando ambas prácticamente separadas, mientras aquélla atiende cada vez más a las necesidades de una minoría.

Dado que la economía es injusta y genera inmensas desigualdades, la sociedad es también necesariamente injusta. Nuestro atribulado planeta es objeto de constante abuso financiero, económico y social. Debemos tener siempre presente que, aunque no podemos vivir sin él, él estaría mucho mejor sin nosotros. Esta jerarquía perversa y este ordenamiento erróneo de las esferas constituyen el meollo de la crisis.

Así pues, nuestro titánico objetivo, y único modo de escapar de la cárcel.

Los muros

Las esferas son un sistema útil para pensar en las prioridades presentes, y espero que futuras, de nuestra existencia, pero, por lo que toca a este libro, he escogido la segunda metáfora que mejor y más sencillamente describe nuestra difícil situación como prisioneros, esto es, los muros. Todas las cárceles tienen muros que impiden escapar a sus internos, pero en la que estoy describiendo está el mundo entero, no sólo los países más ricos, por lo que ciertas partes de su estructura acaso parezcan menos pertinentes a los lectores occidentales relativamente privilegiados, bien que sean la realidad cotidiana de millones.

Por eso, el primer muro que describiré es financiero y económico: aquí no hay sorpresas. El segundo lo constituye la vieja y creciente pobreza y desigualdad que hay tanto en el Norte como en el Sur. El tercero es el cada vez más difícil acceso a necesidades humanas vitales, principalmente los alimentos y el agua. Éstos son los temas de los tres primeros capítulos, con lo que el lector sin duda esperará que el cuarto trate del cambio climático, la destrucción de la naturaleza y la pérdida de biodiversidad.

Al principio intenté hacer lo mismo que he hecho en otros libros: dedicar también aquí al medio ambiente un capítulo aparte. Después caí en la cuenta de que los «capítulos aparte» son parte del problema. Es demasiado frecuente que el medio ambiente y la respuesta al cambio climático figuren, en el mejor de los casos, como un tema —o un ministerio aparte-; en el peor, como una nota al pie o una ocurrencia tardía. Los gobiernos siguen actuando como si cuadrar las cuentas fuera más importante que detener el calentamiento global, que, por lo que parecen creer, puede ser pospuesto indefinidamente, al menos hasta que hayan reparado las averías de los bancos. De modo que el capítulo cuatro trata del conflicto: ¿Es inevitable? ¿Y cuáles son las características de los conflictos actuales? Intento proponer soluciones a estos problemas a lo largo de todo el libro, pero el capítulo cinco está dedicado por entero a algunos objetivos bastante específicos. Y al final hay una breve conclusión.

La clase de Davos

Para ver cómo podemos emprender una tarea de tal envergadura como la de invertir el orden de las esferas, creo que la metáfora de la prisión es una buena guía, pues el mejor modo de empezar es preguntando quién tiene ahora las llaves. ¿Quién arma a los guardias y se encarga de las torres de vigilancia día y noche para evitar las fugas? ¿De qué están hechos los muros y quién los levantó? Aquí es donde debo introducir la pasadísima de moda noción de clase.

En mi trabajo, observo que una de las cosas más difíciles de hacer entender al público —el mío suele componerse de personas generosas e inquietas— es que andan por ahí una serie de individuos resueltos, poderosos y educados pero de veras peligrosos; que comparten intereses de clase, sacan un extraordinario provecho del statu quo, se conocen unos a otros, se mantienen unidos y quieren que básicamente no cambie nada.

De todos modos, me gustaría dejar claro que no estoy poniendo en entredicho la ética individual de nadie —seguro que hay un montón de banqueros bondadosos, empresarios magnánimos y ejecutivos socialmente responsables—; sólo estoy diciendo que, como clase que son, hay que contar con que se comportarán de determinada forma aunque sólo sea porque están al servicio de un sistema muy concreto. Un hombre de gran perspicacia lo expresó mejor de lo que yo pueda hacerlo: En su principal obra escribió: Todo para nosotros y nada para los demás» parece haber sido la ruin máxima de los amos de la humanidad en las diversas épocas de la historia.

Se trataba de Adam Smith en La riqueza de las naciones, escrito en 1776 y considerado universalmente el primer estudio exhaustivo sobre la naturaleza y la práctica del capitalismo.

Esta obra maestra también ha sido utilizada para justificar toda suerte de perjuicios y diversos usos y costumbres que Smith condenaba, especialmente en su otra obra famosa, La teoría de los sentimientos morales. Tras anunciar la «ruin máxima de los amos de la humanidad», pasa a explicar cómo los grandes propietarios de su época preferían tener un par de hebillas de zapatos con diamantes o «algo igual de frívolo e inútil» a proporcionar el «mantenimiento o, lo que es lo mismo, el precio del mantenimiento de mil hombres al año». Plus ça change...

Los amos de la humanidad siguen con nosotros y, para los fines que aquí me propongo, los llamaré la clase de Davos porque, como las personas que se reúnen cada enero en la estación de invierno de Suiza, son nómadas, poderosos e intercambiables.

Algunos tienen poder económico y casi siempre una considerable fortuna personal. Otros poseen poder administrativo y político, ejercido sobre todo en nombre de los primeros, que les recompensan debidamente. Sin duda existen contradicciones entre sus miembros —los ejecutivos de una empresa industrial no siempre tienen exactamente los mismos intereses que sus banqueros—, pero en general, cuando se trata de decisiones sociales, están de acuerdo.

Encontramos la clase de Davos en todos los países; no es una conspiración, por lo que es fácil observar e identificar su modus operandi. ¿Por qué preocuparse de conspiraciones cuando basta con estudiar el estudio del poder y sus intereses? La clase de Davos es siempre sumamente pequeña en comparación con la sociedad, y sus miembros lógicamente tienen dinero, unas veces heredado, otras ganado con su esfuerzo, pero lo más importante es que cuentan con sus propias instituciones sociales -clubes, las mejores escuelas para sus hijos, barrios, consejos de administración, obras benéficas, destinos de vacaciones, organizaciones de admisión reservada, acontecimientos sociales exclusivos y de moda, etcétera-, las cuales ayudan a reforzar la cohesión social y el poder colectivo. Dirigen nuestras principales instituciones, incluidos los medios de comunicación, saben exactamente lo que quieren y están mucho más unidos y mejor organizados que nosotros. Sin embargo, esta clase dominante presenta también puntos débiles, uno de los cuales es que tiene una ideología pero prácticamente carece de ideas y de imaginación.

En este libro, expongo el hecho de que ellos dirigen la cárcel en la que estamos. Aún quieren «todo para ellos y nada para los demás», pero desde la época de Adam Smith «los demás», mediante su propia lucha, han aprendido a leer, escribir y pensar de forma crítica; están mejor informados, poco a poco han ido consiguiendo un cierto grado de poder para sí mismos, con lo cual tienen mucha más experiencia política que la gente del siglo XVIII. Por tanto, hay que mantenerlos bajo una supervisión más inteligente y estratégica.

La clase de Davos, pese a los agradables modales y la bien entallada ropa de sus miembros, es depredadora. No cabe esperar que actúen de manera lógica, pues no están pensando en intereses a largo plazo, por lo general ni siquiera los suyos, sino en comer ahora mismo. También están muy versados en gestión carcelaria y encargan a los vigilantes mejor preparados y más listos el control de nuestros movimientos.

Vías de escape

Como he hecho otras veces, abusaré de la muy sobada primera persona del plural, «nosotros», porque creo que «nosotros» —la gente buena, honesta, «corriente» que me encuentro continuamente— tenemos los números (y, por tanto, también los votos) de nuestro lado. Poseemos imaginación, ideas y propuestas racionales así como un buen caudal de conocimientos y destrezas, es decir, sabemos qué hay que hacer y cómo. Pertenecemos a una gran variedad de organizaciones formales e informales que luchan por el cambio en diversas instituciones, en diversos ámbitos. Desde el punto de vista colectivo, incluso tenemos dinero.

Lo que nos falta es la unidad o la organización del adversario, y demasiado a menudo no tenemos conciencia de nuestra capacidad potencial. El liderazgo también es un problema.

Nuestros partidos políticos, como pasa en los Estados Unidos, suelen depender económicamente de la clase dominante y, o bien traducen directamente sus deseos en leyes, o bien, si están en la oposición, secundan pasivamente la mayoría de las decisiones del gobierno. Y hay que reconocerlo, a los progresistas les encanta discutir y crear facciones fratricidas y volverse así incapaces de enfrentarse al poder de otra manera que no sea retórica.

Para funcionar con eficacia, los miembros de la clase dominante necesitan el Estado y su maquinaria, que moldean a su antojo para satisfacer sus necesidades. Esto es lo que han hecho con un éxito clamoroso desde mediados de la década de 1970 para eliminar toda regulación que pudiera entorpecer el objetivo de conseguirlo «todo para ellos». Han engatusado, adulado y presionado, y cuando esto no ha surtido efecto, han pagado a los políticos para tomar las medidas necesarias.

Así, lograron que los ciudadanos, o sea los votantes, apoyaran sus planes. También se gastaron más de mil millones de dólares —pecata minuta para ellos- sólo en los Estados Unidos para dar forma y difundir su ideología, con lo que convencieron a grandes mayorías de que todo lo que hacían era beneficioso, de que llevaban nuestros intereses en el corazón y de que su orden tenía los mejores propósitos en el mejor de los mundos posibles.

Aunque distaban de ser marxistas, seguían al pensador marxista italiano Antonio Gramsci, que formuló el concepto de hegemonía cultural. He dedicado un libro a explicar cómo, en los Estados Unidos, la clase dominante utilizó los medios de comunicación, la gestión empresarial, el marketing y el dinero para fabricar y propagar el nuevo sentido común, apuntando a las instituciones de más alto nivel, donde se forjan las ideas y desde donde éstas van filtrándose hacia el resto de la sociedad.

El presidente Obama es sin duda un bienvenido sustituto de George W. Bush, pero a mi juicio sería un error suponer que él puede -o incluso quiere- borrar de golpe treinta años de transformación neoliberal. En 2008, también recibió más de cuatro millones de dólares, como contribuciones a la campaña, de empleados de alto nivel de los bancos a los que ahora ha rescatado.

Principios y práctica carcelarios 

El hombre de Davos (y también desde luego la mujer) presenta características específicas en cada país, pero actualmente es también una especie internacional cuyas ideas, si se les puede llamar así, son prácticamente las mismas en todas partes. Dado que sigue forzosamente las reglas capitalistas, mantiene la economía en un estado crónico de sobreproducción y no necesita la mayor parte de la mano de obra del mundo. La democracia se interpone en su camino, y si le hace falta arrastrarnos a las miserias del siglo XIX y tiene la libertad para hacerlo, pues eso hará. Si en el proceso destruye la sociedad y el planeta, lástima.

Habrá más suerte la próxima vez, quizá en un planeta distinto -aunque él ya no andará por ahí como individuo. Confíen en la palabra de Adam Smith si no confían en la mía: esta clase busca de veras «todo para sí misma y nada para los demás». Igual que el cambio ideológico y el ascenso del hombre de Davos, la fase actual del capitalismo global data aproximadamente de principios a mediados de la década de 1970, y en general recibe el nombre de «neoliberalismo»: se basa en la libertad para la innovación financiera con independencia de adónde pueda conducir, así como en la privatización y la desregulación, el crecimiento ilimitado, el mercado libre y supuestamente autorregulado y el libre comercio. Esto dio origen a la economía de casino, que ha fracasado y está totalmente desprestigiada, al menos en la cabeza de la gente.

La mayoría de las personas no piden más pruebas; ven a la perfección que el sistema no funciona para ellas, ni para sus familias, sus amigos o su país. Muchos reconocen también que es perjudicial para la inmensa mayoría de los habitantes de la tierra y para el propio planeta. El andamiaje ideológico y político que lo sostenía se ha venido abajo junto con la estructura financiera, lo que ha aplastado a millones de vidas obligando al establishment global a adoptar medidas sin precedentes que han supuesto un coste enorme para los ciudadanos, sin garantías de que esos planes ideados a toda prisa vayan a ser suficientes. Ya es hora de actualizar la frase de Lenin «los capitalistas nos venderán la soga con la que los colgaremos». Hoy es aún peor: los capitalistas se venden unos a otros la soga con la que se ahorcan y nos arrastran a los demás con ellos. Así es como provocaron la catástrofe actual, vendiéndose unos a otros sogas a las que ponían nombres extravagantes o acrónimos que al final resultaron ser productos financieros sumamente peligrosos. Los gobiernos se apresuraron a evitarles un final ignominioso antes de que llegaran a expirar.

Pero que no cunda el pánico: quizás hayan metido la pata en su primer intento de suicidio, pero probarán de nuevo. Sólo ha pasado un año desde el Septiembre Negro de 2008 y los banqueros ya están inventando productos desconocidos hasta la fecha y difundiéndolos por todo el mundo. Lo más macabro que he leído al respecto se refiere a la venta de pólizas de seguros de vida, a un precio considerablemente reducido, de personas ancianas o gravemente enfermas, que empaquetan igual que hicieran con las hipotecas subprime y venden como productos financieros.

Su remuneración y sus primas han vuelto a ser obscenas. Su sistema está diseñado para superarse continuamente a sí mismo, para ir más allá y más deprisa, para llegar más alto, para ser más rico, hasta que se estrella. Y volverá a estrellarse. En la reunión del G-20 de abril de 2009, ciertos líderes políticos afirmaron pretenciosamente haber creado un Nuevo Orden Mundial. Si hubo algo fue más bien una bolsa de sorpresas con medidas provisionales concebidas para hacer que el viejo orden mundial siguiera marchando al ralentí, valiéndose de instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), que para empezar habían contribuido a generar la crisis, a lasque entregaron cientos de miles de millones. Estoy dispuesta a apostar lo que quieran a que sus soluciones no funcionan, ni siquiera según sus propias condiciones. En septiembre de 2009 repitieron actuación.

Estos dirigentes también ha dejado clarísimas sus prioridades. Se han legitimado como gobierno del mundo, dejando fuera a 172 países que ni cuentan. Cuando la gente se manifestó en Londres y otras ciudades antes de la reunión del G-20 de abril de 2009 para proclamar «No pagaremos vuestra crisis» o «Primero la gente y el planeta», los otros respondieron «Oh, claro que pagaréis» o «Ni hablar».

Esta clase de gobiernos y sus voceros son expertos en embalaje, interesados como están en que el statu quo parezca totalmente nuevo. Como normalmente gobiernan en nombre de la clase de Davos, adoptan la ley del mínimo esfuerzo, lo que siempre significa que los demás acabamos pagando y callando.

Nuestra primera línea defensiva debería consistir en negarnos a obedecer. Sin la acción popular no cambiará nada en esencia.

Siempre es así.

Qué no hay que esperar de este libro

Expondré aquí algunas cosas que no incluiré en el capítulo de las «Soluciones». En cuanto uno siquiera menciona la palabra, suscita un eco de revolución. El mito revolucionario es sólido, pero para que yo creyera en él primero debería conocer el nombre del zar que hemos de derrocar esta vez y la dirección del Palacio de Invierno donde se encuentran él y sus consejeros, a quienes habrá que colgar de la farola más cercana. Lo único que sé es que el Palacio no está en Wall Street ni en la City de Londres, que, gracias a las medidas gubernamentales de rescate, siguen haciendo negocios a pesar de su irresponsabilidad, su temeridad y su estupidez.

En cuanto a «un final del capitalismo», acompañado o no por la revolución, estoy a favor, pero también aquí me sentiría más cómoda si supiera qué se quiere decir con eso. A decir verdad, no alcanzo a ver ningún big bang, ningún fin definitivo de nuestro actual sistema económico, sino más bien un proceso progresivo de transformación alimentado por una presión pública constante—local, nacional y cuando es posible internacional— que obliga a los gobiernos a reinar en el sector privado, especialmente los conglomerados financieros, y coloca a la gente y al planeta por delante de la acumulación y los beneficios en un contexto social mucho más cooperativo. En cualquier caso, la crisis actual y el colapso virtual del edificio financiero todavía no han bastado para provocar este final de fábula.

No creo que la violencia pueda traer consigo una solución duradera o adelantar la emancipación humana; sí temo, en cambio, que nos pase por encima a menos que reduzcamos rápidamente las flagrantes injusticias del presente. En estas páginas cito algunos estudios, pero el lector no necesita consultar sondeos de opinión para sentir que el estado de ánimo de la gente es cada vez más alarmante. A una los pensamientos la transportan irremediablemente a la década de 1930 y al ascenso del fascismo y las dictaduras tras una grave crisis financiera.

Es algo tentador para la gente que busca chivos expiatorios en los inmigrantes y no dirige la mira a los verdaderos culpables, que se hallan demasiado lejos para constituir dianas fáciles. Algunas personas también temen la aparición de un «ecofascismo » que imponga medidas drásticas mientras se afianzan los inequívocos efectos del calentamiento global.



Tampoco voy a recomendar la «abolición del mercado». Los mercados desempeñan un papel útil, y, según demuestra la arqueología, hace milenios que existen, desde que la gente fue capaz de viajar e intercambiar. Ya hacia 2500 a.C. al menos, en las rutas comerciales entre la India, Oriente Medio y Egipto, los mercaderes estaban habituados a utilizar a la vez unos diez sistemas de pesos, medidas y monedas para intercambiar productos valiosos como estaño, cobre, plata, oro y lapislázuli y verificar que no les engañaban.


Una economía capitalista conlleva la existencia del mercado, pero lo contrario no es verdad: todo depende de la clase de mercado de que se trate. El sueño neoliberal del «mercado autorregulado» se ha revelado finalmente como una pesadilla y una bestia mitológica —cabe esperar que la crisis actual haya acabado con ella, aunque lo dudo. El debate no debería centrarse en decir sí o no al mercado sino más bien en qué artículos deberían ser comprados y vendidos a precios fijados con arreglo a la oferta y la demanda, y cuáles deberían ser considerados bienes y servicios comunes o públicos, cuyo precio tendría que estar en función de su utilidad social.




Esto significa que el papel del estado individual sigue siendo clave por la sencilla razón de que no podemos hablar de democracia por encima del nivel estatal. Para Adam Smith, era una obviedad tácita que el alcance del mercado capitalista y el del estado eran idénticos, pero en la actualidad esto dista de ser así. Por ejemplo, los europeos prácticamente no ejercen ningún control sobre las decisiones de la Unión Europea, que parece empeñada en destruir todos los servicios públicos que sea posible y en rechazar la democracia a cada paso. En ninguna parte tienen los ciudadanos influencia alguna en la arquitectura global de instituciones como el Banco Mundial, el FMI, la Organización Mundial del Comercio y sus acólitos.

Mi lista de bienes públicos o comunes comenzaría con uno que hace una década no aparecía: un clima adecuado para los seres humanos. Actualmente, el clima es un bien común porque el bienestar de todos depende de él, lo cual no impide los intentos de convertirlo en un artículo rentable y comercializable por medio de permisos y compensaciones relativas a la contaminación. Se trata de un enfoque erróneo aunque sólo sea porque el mercado presupone la existencia continuada de la mercancía comercializada, en este caso las emisiones de CO2, que es exactamente lo que hemos de eliminar. Hablamos continuamente de salvar «el planeta» cuando en realidad estamos hablando de salvarnos a nosotros mismos. El planeta seguirá girando sobre su eje y dando vueltas alrededor del sol, sólo que quizá sin nosotros. Si tuviéramos un mayor margen de tolerancia para el frío y el calor, las sequías y las inundaciones, podríamos acomodarnos mejor. Pero no es así, como tampoco lo es para la mayoría de las especies de las que dependemos. Las que sobrevivirán más tiempo son las que tienen márgenes más amplios y no constituyen para nadie la compañía de preferencia: moscas, mosquitos, cucarachas, palomas, cuervos, ortigas...

La siguiente lista, más convencional, de bienes públicos intentaría reparar el daño de décadas de privatización, e incluiría no sólo puntos obvios como la salud, la educación y el agua sino también la energía, una buena parte de la investigación científica y los fármacos, aparte del crédito financiero y el sistema bancario. Para evitar malentendidos, por favor, tengan en cuenta que «común» y «público» no significan necesariamente «gratis», aunque así debería ser en ciertas esferas, como la educación. Tampoco dan a entender algo «organizado por planificadores centrales y gestionado por burócratas». Son posibles muchos modelos organizativos distintos; la descentralización es una opción lógica en numerosos casos, por ejemplo el agua, y podría utilizarse en otros muchos. La participación popular en la gestión de un buen número de ellos sería no sólo deseable sino indispensable.

En términos prácticos, la fuga de la cárcel requerirá que la gente de buena voluntad se una, forme alianzas nacionales e internacionales, y utilice la crisis financiera para resolver las otras. No hagamos caso de aquellos que dicen que «no podemos permitírnoslo». Pese a la crisis y los rescates, el mundo sigue inundado de dinero. No se tardó mucho en descubrir cientos de miles de millones en el fondo de cajones, o enterrados en jardines, que fueron utilizados para salvar a los bancos. En la primavera de 2009, aparecieron por arte de magia (los cálculos aproximados varían bastante a lo loco) unos cinco billones de dólares —5.000.000.000.000— para apuntalar las instituciones financieras. Esta cantidad inconcebible se ha pedido prestada en su mayor parte al futuro. Será devuelta por los ciudadanos de nuestra época, y por sus hijos y sus nietos; devuelta en forma de impuestos, naturalmente, pero también de desempleo, de servicios perdidos y, sin duda, de otras penurias que ni siquiera hemos empezado a imaginar.

Esas cantidades de cientos o miles de millones han estado continuamente vedadas a la salud, la educación, la creación de empleo, la protección medioambiental y otros ámbitos dignos de atención. Hay medios para impedir que esto vuelva a pasar y lugares donde encontrar dinero. No obstante, si los ciudadanos esperan poner coto a la dictadura de la economía, han de exigir mucho más que una simple regulación de los contornos del sistema financiero. El G-20 no es el organismo que vaya a tomar las decisiones necesarias.

Por último, no tengo reparos en reconocer que hay muchísimas cosas que no sé. No sé si «nosotros» podemos derrotar a la firmemente establecida clase depredadora de Davos y sustituirla por un orden social más igualitario y democrático. No sé si es posible alterar la actual rapport de forces, la correlación de fuerzas, y hacer que el péndulo oscile hacia un mundo más justo, estable, verde y habitable. Apuesto a que sí podemos, de lo contrario lo único que nos queda por hacer es imitar a los que vivían en la época de la peste, quienes festejaban, bebían yestaban de jarana en las plazas públicas mientras aguardaban la llegada de la Parca. Creo que podemos aprovechar mejor el tiempo que estando de jolgorio comiendo y bebiendo —y si fracasamos, al menos habremos tenido la oportunidad de hacerlo de manera honorable.

Admito otra cosa: no conozco el estado último, deseable, de la sociedad, y no me fío de los que piensan que sí. De hecho, no creo que haya un estado «último», que también sería estático, un callejón sin salida insoportablemente aburrido o simplemente insoportable. Todos los «ismos» del siglo XX sabían exactamente cómo tenía que ser la sociedad y obligaban a todo el mundo a estar de acuerdo; y los que discrepaban eran enviados a campos de reeducación o eliminados. Gracias, pero puedo arreglármelas sin el fin de la historia.


Igual que, a mi entender, la biodiversidad es la fuente de la vitalidad de la naturaleza y nuestra garantía de supervivencia, defiendo también la diversidad social. Culturas diferentes estarán determinadas —o deberían estarlo— por diferentes historias, culturas, limitaciones geográficas y grados de conflicto.

Podemos mostrar nuestra solidaridad con las luchas de otros; no podemos reemplazarlos ni imponer los resultados. Creo que la emancipación humana será un esfuerzo eterno: por conseguirla donde falte, por protegerla donde esté amenazada, por perfeccionarla donde sea, o parezca ser, más segura. Cuanto más a menudo vence la gente en algún sitio, más fácil resulta a gente de todas partes vencer también. De todos modos, el elemento común a esas distintas historias, culturas y capacidades para modificar las circunstancias actuales debe ser la democracia. La democracia es el objetivo y también los medios que hemos de emplear para alcanzarlo. Tenemos que afrontar el hecho de que suele ser algo confuso y que su consolidación requiere tiempo. Alguna gente siempre trata de violentarla, pero cualquier otra vía ha conducido invariablemente a horrores atroces. En este caso, el fin no sólo justifica los medios: uno y otros son lo mismo. Rechazar los medios democráticos significa rechazar los resultados democráticos y diversos.

Una última salvedad: aunque, como todo el mundo, he utilizado y seguiré utilizando la palabra, no creo realmente que estemos viviendo una «crisis». La palabra «crisis» tiene una larga historia de significados elásticos: según mi diccionario Oxford, deriva de la palabra griega correspondiente a «decisión», pero también hace hincapié en el momento crucial, o la coyuntura crítica, especialmente en una enfermedad, cuya resolución será la recuperación o la muerte. En el teatro, es el momento en quese corta el nudo gordiano, el dilema.

Según el renombrado sinólogo francés François Jullien, la muy repetida afirmación de que el ideograma chino para «crisis» combina las ideas de «peligro» y «oportunidad» es realmente un constructo occidental. El carácter chino se parece más al disparador de una ballesta, un mecanismo de liberación.

Así pues, en griego, en chino y por lo que sé también en otras lenguas, la palabra transmite un sentido de antes y después, una acumulación de tensión, y un paso corto y brusco entre posibles caminos, la encrucijada crítica que determina el futuro.

¿Puede haber en nuestra época un momento breve y decisivo para huir de la cárcel?. Quizá, desde la perspectiva de los quinientos años de historia del capitalismo, la época de veras peligrosa que estamos experimentando en la actualidad pueda ser considerada «breve». Yo aún temo que la «crisis» que estuvo forjándose a lo largo de varias décadas, empezó a revelarse en 2007 y aún sigue avanzando pesadamente a finales de 2009, continuará algo más de tiempo. Las crisis se van produciendo cada vez más cerca una de otra. Seguramente aumentará la tensión, pero no habrá una liberación súbita del disparador que lance la flecha. Muy probablemente, la búsqueda de un futuro distinto es un empeño que requerirá su tiempo.

Las élites gobernantes no aprovecharán el momento de la decisión, sino que, ante la protesta popular, intentarán remendar y rehabilitar un sistema fallido; y el sistema volverá a fracasar.

Tal vez para mantenerlo se vean obligadas a utilizar métodos más duros para garantizar que los prisioneros siguen asustados, tranquilos e intimidados. Un término más preciso que «crisis» podría ser «depresión», como lo que pasó en la década de 1930, pero no sólo en el aspecto económico sino también en el psicológico, y esta vez experimentada tanto por individuos como por sociedades enteras. Aunque quizá otra palabra mejor sea «abertura», por la que alcanzamos a vislumbrar —pese a las ruinas y al desolado paisaje— el mundo limpio, verde y rico que hay al otro lado.

El crac era inevitable y también previsible, pese a que pocos lo previeron. Los que sí lo veían venir saben ahora lo que debe hacerse. Sin atribuirme ningún mérito especial, yo formé parte del movimiento social que vaticinó la crisis, por lo que en la actualidad mi cometido consiste en explicar sus causas y remedios con toda la claridad que sea posible: poner mis palabras en el platillo apropiado de la balanza y, en consecuencia, añadir también cualquier influencia que pueda inspirar.

La fuga misma depende de cada uno de nosotros, y de todos en conjunto.

Un comentario sobre los números

La crisis financiera ha hecho aparecer cifras enormes, prácticamente incomprensibles, en las primeras planas, y hace falta alguna escala alternativa para tener una idea aproximada de lo que representan. Pensemos en el número de veces que nuestro reloj hace tictac para marcar los segundos; si cada segundo equivale a un dólar (euro, libra, etc.), la relación es la siguiente:

Un día = 86.400 $; Un año = 31.536.000 $; 10 años = 315.536.000 $; 100 años
= 3.153.600.000 $.

O digámoslo al revés:

Mil millones (la unidad seguida de nueve ceros) es algo menos de 32 años; Cien mil millones es casi 3.200 años; Un billón (la unidad seguida de doce ceros) es casi 32.000 años.

Las estimaciones más bajas del total de los rescates financieros rondan los cinco billones (160.000 años); las más altas que he visto, a partir de finales de 2009, están en torno a los dieciocho billones (576.000 años).

Este texto se puede descargar en formato PDF en el enlace

lunes, 7 de junio de 2010

SANIDAD AMBIENTAL Y CONSUMO RESEÑA LEGISLATIVA (SEMANAS 19/10-22/10)



SANIDAD AMBIENTAL Y CONSUMO

RESEÑA LEGISLATIVA
(SEMANAS 19/10-22/10)


LEGISLACIÓN ESTATAL


Real Decreto-ley 8/2010, de 20 de mayo, por el que se adoptan medidas extraordinarias para la reducción del déficit público.

Real Decreto 712/2010, de 28 de mayo, de régimen jurídico de los servicios de pago y de las entidades de pago.

Real Decreto 693/2010, de 20 de mayo, por el que se modifica el Real Decreto 1314/1984, de 20 de junio, por el que se regula la estructura y competencias de la Tesoreria General de la Seguridad Social.

Real Decreto 692/2010, de 20 de mayo, por el que se establecen las normas mínimas para la protección de los pollos destinados a la producción de carne y se modifica el Real Decreto 1047/1994, de 20 de mayo, relativo a las normas mínimas para la protección de terneros.

Real Decreto 691/2010, de 20 de mayo, por el que se regula la Televisión Digital Terrestre en alta definición.

Real Decreto 639/2010, de 14 de mayo, por el que se modifica el Real Decreto 1079/2002, de 18 de octubre, por el que se regulan los contenidos máximos de nicotina, alquitrán y monóxido de carbono de los cigarrillos, el etiquetado de los productos del tabaco, así como las medidas relativas a ingredientes y denominaciones de los productos del tabaco.

Real Decreto 629/2010, de 14 de mayo, por el que se modifica el Real Decreto 389/1998, de 13 de marzo, por el que se regula la investigación de accidentes e incidentes de aviación civil, con el fin de modificar la composición de la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes de Aviación Civil.

Real Decreto 628/2010, de 14 de mayo, por el que se modifican el Real Decreto 2606/1996, de 20 de diciembre, sobre fondos de garantía de depósitos en entidades de crédito y el Real Decreto 948/2001, de 3 de agosto, sobre sistemas de indemnización de los inversores.

Real Decreto 563/2010, de 7 de mayo, por el que se aprueba el Reglamento de artículos pirotécnicos y cartuchería.

Real Decreto 560/2010, de 7 de mayo, por el que se modifican diversas normas reglamentarias en materia de seguridad industrial para adecuarlas a la Ley 17/2009, de 23 de noviembre, sobre el libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio, y a la Ley 25/2009, de 22 de diciembre, de modificación de diversas leyes para su adaptación a la Ley sobre el libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio.

Real Decreto 559/2010, de 7 de mayo, por el que se aprueba el Reglamento del Registro Integrado Industrial.

Real Decreto 496/2010, de 30 de abril, por el que se aprueba la norma de calidad para los productos de confitería, pastelería, bollería y repostería.

Real Decreto 490/2010, de 23 de abril, por el que se modifica el Real Decreto 2062/2008, de 12 de diciembre, por el que se desarrolla la Ley 55/2007, de 28 de diciembre, del Cine.

Real Decreto 452/2010, de 16 de abril, por el que se establece el título de Técnico en Elaboración de Productos Alimenticios y se fijan sus enseñanzas mínimas.

Real Decreto 451/2010, de 16 de abril, por el que se establece el título de Técnico Superior en Procesos y Calidad en la Industria Alimentaria y se fijan sus enseñanzas mínimas.

Orden EDU/1465/2010, de 4 de junio, por la que se crea el distintivo de calidad SELLO ESCUELA 2.0.

Orden SAS/1466/2010, de 28 de mayo, que actualiza el Anexo VI del Real Decreto 1030/2006, de 15 de septiembre, por el que se establece la cartera de servicios comunes del Sistema Nacional de Salud y el procedimiento para su actualización.

Orden EHA/1464/2010, de 28 de mayo, por la que se modifica la Orden ECO/2652/2002, de 24 de octubre, por la que se desarrollan las obligaciones de comunicación de operaciones en relación con determinados países al Servicio Ejecutivo de la Comisión de Prevención del Blanqueo de Capitales e Infracciones Monetarias.

Resolución de 6 de mayo de 2010, de la Dirección General de Política Energética y Minas, por la que se hacen públicos los nuevos precios de venta, antes de impuestos, de los gases licuados del petróleo por canalización.

Resolución de 3 de mayo de 2010, de la Dirección General de Política Energética y Minas, por la que se aprueban los modelos de declaración responsable y de comunicación de inicio de las distintas actividades de comercialización del sector de hidrocarburos en cumplimiento de lo establecido en el Real Decreto 197/2010, de 26 de febrero, por el que se adaptan determinadas disposiciones relativas al sector de hidrocarburos a lo dispuesto en la Ley 25/2009, de 22 de diciembre, de modificación de diversas Leyes para su adaptación a la Ley sobre el libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio.


NORMATIVA EUROPEA

Reglamento (UE) nº 471/2010 de la Comisión, de 31 de mayo de 2010, que modifica el Reglamento (CE) nº 1235/2008 en lo que atañe a la lista de terceros países de los que deben ser originarios determinados productos agrarios, obtenidos mediante producción ecológica, para poder ser comercializados en la Unión.

Reglamento (UE) nº 454/2010 de la Comisión, de 26 de mayo de 2010, sobre medidas transitorias con arreglo al Reglamento (CE) nº 767/2009 del Parlamento Europeo y del Consejo en lo referente a las disposiciones relativas al etiquetado de los piensos

Reglamento (UE) nº 453/2010 de la Comisión, de 20 de mayo de 2010, por el que se modifica el Reglamento (CE) nº 1907/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo, relativo al registro, la evaluación, la autorización y la restricción de las sustancias y preparados químicos (REACH)

Reglamento (UE) nº 438/2010 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 19 de mayo de 2010, que modifica el Reglamento (CE) nº 998/2003, por el que se aprueban las normas zoosanitarias aplicables a los desplazamientos de animales de compañía sin ánimo comercial.

Reglamento (UE) nº 416/2010 de la Comisión, de 12 de mayo de 2010, por el que se modifican los anexos I, II y III del Reglamento (CE) nº 44/2001 del Consejo relativo a la competencia judicial, al reconocimiento y a la ejecución de resoluciones judiciales en materia civil y mercantil.

Reglamento (UE) nº 413/2010 de la Comisión, de 12 de mayo de 2010, por el que se modifican los anexos III, IV y V del Reglamento (CE) nº 1013/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo, relativo a los traslados de residuos para tener en cuenta los cambios adoptados en virtud de la Decisión C(2008) 156 del Consejo de la OCDE.

Reglamento (UE) nº 407/2010 del Consejo, de 11 de mayo de 2010, por el que se establece un mecanismo europeo de estabilización financiera.

Reglamento (UE) nº 406/2010 de la Comisión, de 26 de abril de 2010, por el que se aplica el Reglamento (CE) nº 79/2009 del Parlamento Europeo y del Consejo, relativo a la homologación de los vehículos de motor impulsados por hidrógeno

Reglamento (UE) nº 403/2010 de la Comisión, de 10 de mayo de 2010, por el que se inscribe una denominación en el Registro de Denominaciones de Origen Protegidas y de Indicaciones Geográficas Protegidas [Tarta de Santiago (IGP)]

Reglamento (UE) nº 401/2010 de la Comisión, de 7 de mayo de 2010, que modifica y corrige el Reglamento (CE) nº 607/2009 por el que se establecen determinadas disposiciones de aplicación del Reglamento (CE) nº 479/2008 del Consejo en lo que atañe a las denominaciones de origen e indicaciones geográficas protegidas, a los términos tradicionales, al etiquetado y a la presentación de determinados productos vitivinícolas
Directiva 2010/34/UE de la Comisión, de 31 de mayo de 2010, por la que se modifica el anexo I de la Directiva 91/414/CEE del Consejo respecto a la ampliación del uso de la sustancia activa penconazol.

Directiva 2010/33/UE de la Comisión, de 21 de mayo de 2010, que corrige la versión española de la Directiva 2001/112/CE del Consejo relativa a los zumos de frutas y otros productos similares destinados a la alimentación humana.

Directiva 2010/32/UE del Consejo, de 10 de mayo de 2010, que aplica el Acuerdo marco para la prevención de las lesiones causadas por instrumentos cortantes y punzantes en el sector hospitalario y sanitario celebrado por HOSPEEM y EPSU,

Decisión de la Comisión, de 21 de mayo de 2010, que deroga la Decisión 2002/627/CE por la que se establece el Grupo de entidades reguladoras europeas de las redes y los servicios de comunicaciones electrónicas.

Decisión de la Comisión, de 21 de mayo de 2010, relativa al establecimiento de un Registro de Biocidas [notificada con el número C(2010) 3180]

Decisión del Banco Central Europeo, de 14 de mayo de 2010, por la que se crea el programa para mercados de valores.

Decisión del Banco Central Europeo, de 14 de mayo de 2010, por la que se crea el programa para mercados de valores.

Decisión de la Comisión, de 12 de mayo de 2010, que modifica la Decisión 2006/968/CE, por la que se aplica el Reglamento (CE) nº 21/2004 del Consejo en lo que respecta a las directrices y procedimientos a efectos de la identificación electrónica de los animales de las especies ovina y caprina [notificada con el número C(2010) 3009].

Decisión de la Comisión, de 12 de mayo de 2010, que modifica la Decisión 2006/968/CE, por la que se aplica el Reglamento (CE) nº 21/2004 del Consejo en lo que respecta a las directrices y procedimientos a efectos de la identificación electrónica de los animales de las especies ovina y caprina.


OTRA INFORMACIÓN DE INTERÉS

Recomendación de la Comisión, de 2 de junio de 2010, relativa al control de los niveles de acrilamida en los alimentos.

Recomendación de la Comisión, de 12 de mayo de 2010, sobre el uso de una metodología armonizada para la clasificación y notificación de las reclamaciones y consultas de los consumidores.

Decisión de la Comisión, de 3 de junio de 2010, por la que se modifica la Decisión 2008/721/CE en lo relativo a las remuneraciones abonadas a los miembros de los Comités científicos y a los expertos en el ámbito de la seguridad de los consumidores, la salud pública y el medio ambiente.

Orden SAS/1437/2010, de 7 de mayo, por la que se nombran miembros del Consejo Consultivo de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición.

Resolución de 1 de junio de 2010, del Banco de España, por la que se hacen públicos determinados índices de referencia oficiales para los préstamos hipotecarios a tipo variable destinados a la adquisición de vivienda.

Acuerdo de Servicio de Préstamo entre los siguientes Estados miembros cuya moneda es el euro: el Reino de Bélgica, Irlanda, el Reino de España, la República Francesa, la República Italiana, la República de Chipre, el Gran Ducado de Luxemburgo, la República de Malta, el Reino de los Países Bajos, la República de Austria, la República Portuguesa, la República de Eslovenia, la República Eslovaca y la República de Finlandia y KfW, actuando en interés público, con sujeción a las instrucciones y acogiéndose a la garantía de la República Federal de Alemania, como Prestamistas, y la República Helénica como Prestatario y el Banco de Grecia como Agente del Prestatario, hecho en Bruselas y Atenas el 8 de mayo de 2010. Aplicación provisional.

Acuerdo entre Acreedores suscrito por el Reino de Bélgica, la República Federal de Alemania, Irlanda, el Reino de España, la República Francesa, la República Italiana, la República de Chipre, el Gran Ducado de Luxemburgo, la República de Malta, el Reino de los Países Bajos, la República de Austria, la República Portuguesa, la República de Eslovenia, la República Eslovaca y la República de Finlandia, hecho en Bruselas el 8 de mayo de 2010. Aplicación provisional.

Sentencia de 4 de marzo de 2010, de la Sala Tercera del Tribunal Supremo, por la que se declara la nulidad de diversas determinaciones del Plan Nacional de Asignación 2008-2012 aprobado por Real Decreto 1370/2006, de 24 de noviembre.

Sentencia de 8 de abril de 2010, de la Sala Tercera del Tribunal Supremo, por la que se declara la nulidad del artículo 9 de la Orden ITC/3801/2008, de 26 de diciembre, por la que se revisan las tarifas eléctricas a partir de 1 de enero de 2009.
 

jueves, 3 de junio de 2010

RECLAMACIONES Y CONSULTAS DE LOS CONSUMIDORES. RECOMENDACIÓN DE LA COMISIÓN DE 12 DE MAYO DE 2010 SOBRE UNA METODOLOGÍA ARMONIZADA PARA SU CLASIFICACIÓN Y NOTIFICACIÓN




Publicada en el DOUE de 2 de junio de 2010

Base jurídica: la constituye el artículo 16 del Reglamento (CE) n o 2006/2004 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 27 de octubre de 2004, sobre la cooperación entre las autoridades nacionales encargadas de la aplicación de la legislación de protección de los consumidores (Reglamento sobre la cooperación en materia de protección de los consumidores) que establece la obligación por parte de los Estados miembros de desarrollar, en cooperación con la Comisión, un marco común para la clasificación de las reclamaciones de los consumidores.

Sujetos obligados: son los denominados “órganos de gestión de reclamaciones”. La recomendación expone que son considerados como tales, en particular,  las autoridades competentes en materia de consumo de los Estados miembros, las organizaciones de consumidores, las autoridades reguladoras, los órganos alternativos para la resolución de litigios, los comités de reclamaciones, los defensores del pueblo independientes designados por las autoridades gubernamentales, los servicios de mediación  independientes creados por comerciantes y los órganos autorreguladores de la industria, quienes deberían aplicar la Recomendación, de conformidad con sus apartados 2 a 9.

Definiciones:

a) «Consumidor», toda persona física que actúe con fines ajenos a sus actividades comerciales o empresariales, a su oficio o a su profesión.

b) «Reclamación de un consumidor», la manifestación de descontento con un comerciante determinado presentada por un consumidor ante un órgano de gestión de reclamaciones, con respecto a la promoción, venta o suministro de un bien o servicio, el uso de un bien o servicio o el servicio posventa.

c)  «Consulta de un consumidor», la solicitud de información o asesoramiento, que no sea una reclamación, presentada por un consumidor ante un órgano de gestión de reclamaciones, con respecto a la promoción, venta o suministro de un bien o servicio, el uso de un bien o servicio o el servicio posventa.

d)  «Comerciante», cualquier persona física o jurídica que, con respecto a la promoción, venta o suministro de un bien o servicio, actúe con un propósito relacionado con sus actividades comerciales o empresariales, su oficio o su profesión, así como cualquiera que actúe en nombre de un comerciante o por cuenta de este.

e) «Órgano de gestión de reclamaciones», cualquier órgano que se encargue de recoger las reclamaciones de los consumidores, tratar de resolverlas, brindar asesoramiento o facilitar información a los consumidores acerca de las reclamaciones o consultas y sea un tercero con respecto a la reclamación o consulta presentada por un consumidor en relación con un comerciante; no se incluyen los mecanismos de gestión de reclamaciones de consumidores utilizados por comerciantes que tratan las reclamaciones y consultas directamente con el consumidor ni los mecanismos que ofrecen servicios de gestión de reclamaciones utilizados por un comerciante o en nombre de este.

Datos a recoger:

Los órganos de gestión de reclamaciones deberían recoger y registrar al menos los siguientes datos recomendados:

a) la siguiente información general, de conformidad con los campos de datos que figuran en la sección A, subsección I, del anexo, en relación con las reclamaciones:

i) país del consumidor,
ii) país del comerciante,
iii) nombre del órgano de gestión de reclamaciones,
iv) motivo de contacto del consumidor, distinguiendo entre reclamaciones y consultas, v) fecha de recepción de la reclamación o la consulta,
v) método de venta, excepto las subcategorías 61.1 a 61.15;

b) la información sectorial, de conformidad con la sección B del anexo, de nivel 2 como mínimo, en relación con las reclamaciones;

c) el tipo de información de la reclamación, de conformidad con la sección C del anexo, de nivel 1 como mínimo, en relación con las reclamaciones.

TIPO RECLAMACIONES O CONSULTAS:

En el Anexo, Sección C, se recoge una interesante clasificación de diversas reclamaciones o consultas en materia de consumo, en función de su naturaleza, pensada para recogerse en una información estadística.

Dicha clasificación es sumamente didáctica, ya que explica en qué puede consistir las deficiencias objeto de las diversas reclamaciones lo que facilita, a su vez, la comprensión de diversos tipos infractores aplicables al Derecho de Consumo.

Por ello, se reproduce dicha Sección a continuación.


1. Calidad de los bienes y servicios

1.1.            Defecto, daño causado

El bien es defectuoso, no funciona o ha causado un daño, o el servicio no se ha prestado adecuadamente o ha causado un daño. No incluye: cuestiones relativas a la salud y la seguridad.

1.2.            Disconformidad con el pedido

El bien entregado o el servicio prestado no se ajusta, en cuanto a su forma o naturaleza, al bien o al servicio descrito en el pedido (se incluye aquí la calidad insatisfactoria y las falsificaciones de productos).

1.3.            Inadecuación para el fin al que se destina

El bien entregado o el servicio prestado no es adecuado para el fin concreto para el que lo pidió el consumidor, fin que comunicó al comerciante en el momento de celebrar el contrato o la compraventa.

2. Entrega de bienes/prestación de servicios

2.1. Ausencia de entrega/ausencia de prestación

El bien no se ha entregado/el servicio no se ha prestado en absoluto al consumidor. El comerciante no ha entregado el bien o no ha prestado el servicio. Incluye: pérdidas, entregas en la dirección equivocada y cancelaciones.

2.2. Entrega parcial/prestación parcial

La entrega del bien es incompleta, ya que falta algún artículo, o el servicio solo se ha prestado en parte.

2.3. Retraso

El bien no se ha entregado/el servicio no se ha prestado a tiempo (en el plazo esperado o acordado).

2.4. Indisponibilidad/imposibilidad de acceso

 El consumidor no puede acceder a los bienes o servicios suministrados por el comerciante o algunos bienes o servicios no están disponibles o han dejado de estar disponibles para el consumidor. Por ejemplo, conexión telefónica o conexión a Internet, gas o electricidad, o interrupción de la fabricación de una línea de producto que se vendía en el establecimiento de la zona. No incluye: bienes o servicios que un comerciante está jurídicamente obligado a suministrar y no entrega o no presta ; bienes o servicios que están a la venta y un comerciante se niega a vender o prestar a un consumidor .

2.5. Negativa a vender un bien o prestar un servicio

La negativa a vender o a prestar a un consumidor un bien o servicio que está a la venta.

2.6. Interrupción de la entrega de un bien o la prestación de un servicio sin previo aviso

La entrega de un bien o la prestación de un servicio se interrumpe inesperadamente.

2.7. Horarios

Se refiere a los casos en que los horarios limitan las oportunidades del consumidor para ponerse en contacto con el comerciante.

2.8. Servicio al cliente

El consumidor no ha quedado satisfecho con el servicio al cliente prestado por el comerciante en relación con la compra de un bien hasta el punto de venta/en relación con la adquisición de un servicio hasta el punto de prestación.
Incluye: longitud de las colas.

2.9. Servicio posventa/asistencia

El consumidor no ha quedado satisfecho con la comunicación o el proceso de atención al cliente tras la compra de un bien o servicio.
Incluye: problemas para acceder al centro de llamadas, acceso costoso o imposibilidad de acceso.

2.10. Otras cuestiones relacionadas con la entrega de bienes o la prestación de servicios

3. Precio/tarifa

3.1. Cambio de precio/tarifa

Cambios en el precio o en la tarifa.

3.2. Discriminación en cuanto al precio

Debido a la estrategia de precios aplicada, los clientes pagan diferentes precios por el mismo bien o servicio.

No incluye: cuestiones relativas a la indicación errónea o incorrecta de precios/tarifas y al etiquetado.

3.3. Transparencia de las tarifas (falta de claridad, complejidad)

La información sobre el modo en que se ha establecido una tarifa (como los componentes o servicios incluidos) es poco clara o compleja. Esta categoría incluye los gastos adicionales, como los recargos por atraso en los pagos, las penalizaciones, los gastos administrativos, los gastos de entrega, etc.
No incluye: cuestiones relativas a la indicación errónea o incorrecta de precios/tarifas y al etiquetado (C 7.2).

3.4. Otras cuestiones relacionadas con el precio/la tarifa

No incluye: cuestiones relativas a la indicación errónea o incorrecta de precios/tarifas y al etiquetado.

4. Facturación/cuenta y cobro de deudas

4.1. Factura/cuenta incorrecta

Una factura es errónea, por ejemplo, cuando los datos que figuran en ella (el número de cuenta, la denominación del bien o el servicio, etc.) o los importes indicados no son correctos. Incluye la doble facturación/cuenta.

4.2. Factura/cuenta poco clara

La factura es incomprensible por falta de transparencia en cuanto a qué bienes o servicios se cobran o de dónde se deriva el importe total.

4.3. Ausencia de factura o dificultad para acceder a ella o al extracto mensual

No se ha enviado la factura al consumidor o este no puede acceder a ella o al extracto mensual, por ejemplo por Internet.
4.4. Factura/cuenta injustificada

Se facturan bienes o servicios que no se han adquirido.

4.5. Cobro de deudas

Se refiere a las cuestiones relacionadas con el cobro por parte del comerciante de los importes facturados pendientes de pago.

4.6. Otras cuestiones relacionadas con la facturación/cuenta y el cobro de deudas

5. Garantía/garantía legal y garantías comerciales

5.1. Garantía/garantía legal no satisfecha

El comerciante no cumple sus obligaciones con respecto a la garantía/garantía legal (es decir, los derechos del consumidor establecidos por ley).

5.2. Garantías comerciales no satisfechas

El comerciante no cumple sus obligaciones con respecto a sus propias garantías comerciales.

6. Reparación

6.1. Dificultad para acceder a la reparación

El consumidor tiene problemas para obtener información sobre a dónde dirigirse para reclamar (por ejemplo, no se ofrece ningún número de teléfono ni dirección de correo electrónico o todas las líneas telefónicas están ocupadas).

6.2. Ausencia de reparación

Fuera del ámbito de las garantías legales y las garantías comerciales habituales el consumidor no obtiene reparación. El consumidor no obtiene reparación por pérdidas, daños o lesiones, por ejemplo.

6.3. Reparación parcial o incorrecta

El consumidor no obtiene plena reparación, conforme a sus expectativas, en relación con pérdidas, daños o lesiones, por ejemplo.

6.4. Retraso en la reparación La reparación no se produce a tiempo (dentro del plazo esperado o acordado).

6.5. Otras cuestiones relacionadas con la reparación.

7. Prácticas comerciales desleales.

7.1. Condiciones contractuales engañosas

La información relativa a los términos y condiciones del contrato es engañosa cuando hace o puede hacer que el consumidor medio tome una decisión sobre una transacción que de otro modo no hubiera tomado, bien debido a que la información es incorrecta y, por tanto, no es verdadera, bien debido a que, de cualquier modo, incluso en la presentación general, engaña o puede engañar al consumidor medio, aunque la información sea correcta.

7.2. Indicación incorrecta o engañosa de precios/tarifas y etiquetado

El precio indicado en la etiqueta, en la lista de precios o en cualquier otra parte no es el precio global o total (gastos ocultos) o simplemente es erróneo. Incluye: otra información de la etiqueta (nombre del producto, fabricante, fecha mínima de duración, en su caso, riesgo, etc.), la forma de esta, su ubicación, etc. No incluye: cuestiones relativas al precio/la tarifa; facturación/cuenta y cobro de deudas; etiquetado sobre salud y seguridad.

7.3. Publicidad engañosa

La publicidad es engañosa cuando contiene información incorrecta y, por tanto, no es verdadera u omite o esconde información importante que el consumidor medio necesita para tomar una decisión o, de cualquier modo, incluso en la presentación general, engaña o puede engañar al consumidor medio, aunque la información sea correcta, y hace o puede hacer que este tome una decisión con respecto a una transacción que de otro modo no hubiera tomado.

7.4. Publicidad no solicitada

Se refiere a las comunicaciones no solicitadas con fines de mercadotecnia directa, bien sin el consentimiento del consumidor, bien con respecto a un consumidor que no desea recibirlas.

7.5. Bienes o servicios no solicitados

Se refiere a bienes o servicios entregados o prestados sin que hayan sido solicitados.

7.6. Prácticas comerciales agresivas

Se considera que una práctica es agresiva cuando la libertad de conducta o de elección del consumidor medio se ve significativamente mermada. Se trata de prácticas comerciales que utilizan técnicas de acoso, coerción (incluida la fuerza física) o influencia excesiva. Se entiende por «influencia excesiva», la utilización de una posición de poder en relación con el consumidor para ejercer presión, incluso sin usar la fuerza física ni amenazar con su uso, de una forma que limite de manera significativa la capacidad del consumidor para tomar una decisión con conocimiento de causa.

7.7. Prácticas fraudulentas

El fraude es un delito o falta que consiste en engañar deliberadamente a alguien para hacerle daño, normalmente con el fin de obtener bienes o servicios de manera injusta.

7.8. Otras prácticas comerciales abusivas

Esta categoría incluye otras prácticas comerciales abusivas, como el asesoramiento engañoso o falso previo a la venta.

8. Contrato y venta

8.1. Cláusulas contractuales abusivas/modificación de las cláusulas contractuales

Una cláusula contractual que no se haya negociado individualmente se considera abusiva si, pese a las exigencias de la buena fe, causa un desequilibrio importante entre los derechos y obligaciones que se derivan del contrato, en detrimento del consumidor. Un cambio en una cláusula contractual se considera abusivo si el comerciante lo realiza unilateralmente e introduce una modificación importante en los derechos y obligaciones del contrato, en detrimento del consumidor. No incluye: condiciones contractuales engañosas.

8.2. Falta de información

El consumidor no recibe la información requerida en el contrato (información acerca del comerciante, principales características del artículo, información sobre la venta, gastos de entrega, etc.).

8.3. Confirmación del pedido (no se recibe/errónea)

El consumidor no recibe la confirmación de un pedido o recibe una confirmación errónea.

8.4. Período de reflexión/derecho de desistimiento

El comerciante no respeta el derecho del consumidor a desistir de un contrato o reconsiderar una transacción dentro del período de reflexión (posible en determinadas circunstancias).

8.5. Pagos (pagos anticipados y plazos)

Cuestiones relacionadas con los pagos con arreglo a lo establecido en el contrato. Por ejemplo, pagos anticipados o escalonamiento del pago al comerciante con arreglo a un calendario periódico (plazos).

8.6. Rescisión del contrato

Cuestiones relacionadas con la interrupción o cancelación de un contrato. La rescisión de un contrato es su finalización fuera del período de reflexión.

8.7. Período contractual de permanencia

Se refiere al tiempo durante el cual no puede cancelarse una suscripción, cuando el consumidor considere que es excesivamente largo.

8.8. Otras cuestiones relacionadas con el contrato y la venta

9. Cambio de proveedor

9.1. Cambio de proveedor

Cuestiones relacionadas con el cambio de proveedor.

10. Seguridad: abarca tanto los bienes (incluidos los alimentos) como los servicios.

10.1. Seguridad de los productos: abarca tanto los bienes (incluidos los alimentos) como los servicios Se entiende por «producto seguro», cualquier producto que, en condiciones de utilización normales o razonablemente previsibles (incluidas las condiciones de duración y, si procede, de puesta en servicio, instalación y mantenimiento), sea conforme a los requisitos aplicables establecidos en la legislación, no presente riesgo alguno o presente únicamente los riesgos mínimos, compatibles con el uso del producto y considerados admisibles y coherentes con un nivel elevado de protección de la salud y la seguridad de las personas, habida cuenta, en particular, de los siguientes elementos:

-los requisitos de seguridad establecidos en la legislación,
-las características del producto, incluida su composición,
-el efecto sobre otros productos, cuando razonablemente se pueda prever su utilización con estos,
-las categorías de consumidores que corran un riesgo al utilizar el producto, en particular los niños y las personas mayores.

10.2. Embalaje, etiquetado e instrucciones: abarca tanto los bienes (incluidos los alimentos) como los servicios Uno de los objetivos del etiquetado es garantizar el acceso de los consumidores a información completa sobre el contenido y la composición de los productos, a fin de proteger su salud y su seguridad, lo que incluye cualquier información que pueda aportar detalles sobre un aspecto determinado del producto por lo que se refiere a la salud y la seguridad, como el método de fabricación. La etiqueta debería incluir elementos como la advertencia de que el embalaje no es seguro por contener sustancias peligrosas o inadecuadas para los niños (riesgo de asfixia, etc.). El etiquetado de algunos productos no alimentarios también debería contener información determinada, a fin de garantizar el uso seguro y permitir que los consumidores elijan realmente.

11. Privacidad y protección de datos

11.1. Protección de datos

Incluye la destrucción, la difusión o el robo de datos del consumidor; por ejemplo, la copia de datos contenidos en un disco duro durante un ejercicio de mantenimiento rutinario. Si se trata de datos personales, el tipo de reclamación será «privacidad». Las reclamaciones son de este tipo cuando los datos personales (es decir, cualquier información relativa a una persona física identificada o identificable) corren riesgo o no se han tratado de conformidad con la legislación nacional sobre protección de datos. Las empresas están obligadas a tratar los datos personales de manera leal y lícita, con fines determinados, explícitos y legítimos, y tienen prohibido tratarlos posteriormente de manera incompatible con dichos fines. Los datos personales deben ser adecuados, pertinentes y no excesivos con relación a los fines para los que se recaben y para los que se traten posteriormente. El responsable del tratamiento deberá aplicar las medidas técnicas y de organización adecuadas para la protección de los datos personales contra la destrucción, accidental o ilícita, la pérdida accidental y contra la alteración, la difusión o el acceso no autorizados.

11.2. Privacidad

Las reclamaciones son de este tipo cuando el derecho de las personas físicas a la privacidad se pone en peligro o no se respeta. Por ejemplo, cuando no se respeta el derecho de las personas físicas a la correspondencia privada o se controla el comportamiento de una persona sin motivo jurídico adecuado (por ejemplo, al comprar por Internet).

11.3. Otras cuestiones relacionadas con la privacidad y la protección de datos

12. Otras cuestiones

Cuestiones que no se incluyen en otras categorías de la sección C. Por ejemplo, las reclamaciones relativas a la discriminación en las transacciones de consumo, las cuestiones de responsabilidad social pertinentes para las transacciones de consumo o el buen gusto, la decencia y el carácter ofensivo en los servicios audiovisuales.