El domingo anterior el suplemento “Negocios”, del diario “El País” ha publicado dos artículos en los que sus autores tratan de explicar las claves de la crisis del capitalismo actual.
Las afirmaciones son contundentes y producen una sensación de zozobra, quizás por su certeza.
El primer artículo se titula “El amanecer de otra economía”, de Borja Vilaseca y en él habla de la deriva de nuestro sistema económico, “sistema que nos obliga a trabajar en proyectos en los que no creemos para poder comprar cosas que no necesitamos. Y encima pagando un precio muy algo: la progresiva deshumanización de nuestra sociedad, así como la contaminación del medio ambiente, del que casi no formamos parte”.
También afirma, en la línea de autores como Clive Hamilton (“El Fetiche del Crecimiento”), que pese a que el capitalismo demuestre su eficacia a la hora de promover el crecimiento económico, ha resultado ineficiente para fomentar bienestar y felicidad en la sociedad. Expone que la ansiedad, el estrés y la depresión son las enfermedades más comunes de nuestro tiempo. A ello, también cabe añadir la fractura de las relaciones familiares y personales.
La solución, según Vilaseca viene dada por nosotros mismos, por el reto de la denominada “economía consciente”, como responsabilidad corporativa que compatibilice el afán lucrativo con la humanización de las condiciones laborales y el respeto por el medio ambiente. También, en cuanto a nuestro papel como consumidores fomentando el consumo responsable cuya filosofía es “compra lo que necesites y no lo que desees”.
El segundo artículo, publicado en formato de entrevista con George F. Loewenstein, que no es tan optimista y afirma que la codicia es la causa de la crisis económica y de valores en la que estamos inmersos.
Para Loewestein, entrevistado precisamente por Vilaseca, la codicia -el desear más de lo que se tiene- nunca se detendrá, siendo un círculo vicioso que llega a perder de vista lo que de verdad se necesita. El remedio no resulta nada fácil ya que conlleva generosidad; esto es, poner límites a las ganancias que deben ser acordes con las verdaderas necesidades.
“La verdadera riqueza y felicidad se genera al dar, no al recibir”. ¿O no?.
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