La mano negra es el petróleo
El crudo como causa
de los males del mundo
Guillermo García Alcalde
El desplome del
precio del petróleo debería de ser una llamada al sentido común y desbloquear el
desarrollo masivo de las energías limpias, alternativas, renovables, no
contaminantes, o como quieran llamarlas. Pero siendo evidente la relación
causa-efecto entre la controlada restricción del primero y la parálisis de las
segundas, apelar al sentido común es como hacer un chiste.
La solución ecológica
sufre boicot porque, descontadas las estructuras de funcionamiento, es mucho
más barata y es inagotable.
Sin embargo, la
posesión de un fósil cuyo coste de extracción se está haciendo antieconómico no
garantiza la estabilidad del consumo. Ya vemos que una caída de éste precipita
la del precio, porque reducir la producción nada resuelve. Varios países
productores despeñan hoy la moneda y estrenan graves recesiones porque sus
presupuestos son incompatibles con el barril-brent a 59 dólares.
Y no son solamente
países dictatoriales o bananeros, sino sistemas en punta democrática y pioneros
en I+D+i. Pese al precio insólitamente bajo que hunde en la crisis economías
tan dinámicas como la rusa, la mano negra que estrangula la generalización de
las energías limpias no soltará la presa. Pueden sucederse las mayores
calamidades y tendremos que escuchar con impotente indignación que energúmenos como
Vladimir Putin amenacen a Ucrania con armas nucleares si las sanciones
occidentales –entre ellas, la desviación a otros proveedores del gas y el crudo
importados de Rusia– siguen descuadrando sus cuentas y amenazan con descalabros
de hasta casi un 5% en su producto interior, mientras el rublo prosigue en
barrena.
El petróleo como rey
y señor de las economías, tanto si favorece a las productoras como si arruina a
las consumidoras, es, a los ojos de algunos de los pensadores más imparciales
de este tiempo, causa directa o indirecta de todos los males del mundo.
Tildar de exagerada
esta afirmación es tanto como cerrar los ojos al hecho de que un recurso
esencial, como el de la energía, no puede ser un mercado en manos de pocos sin
amenazar la libertad de todos. Son tantos los sacrificios que hoy sufren la
mayor parte de las sociedades de la Tierra que hasta parece deseable que el barril-brent
caiga mucho más, hasta el nivel en que las energías alternativas se hagan
indispensables para la vida, incluso dentro del círculo restringido de los
productores.
En cualquier caso,
habría que forzar en quienes nos gobiernan una superación de la cobardía, la
criminal ineptitud de coadyuvar en el secuestro fáctico de otros modelos
energéticos.
Las consecuencias de
no hacerlo pueden ser funestas.
Fuente: La Nueva España
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