Viñeta: El Jueves |
El rescate
de las autopistas y la socialización de las pérdidas
Artículo de Marc Fortuño publicado en El Blog Salmón
Este año será el año del rescate de las autopistas. El pasado jueves 15 de marzo, el Ministerio de Fomento, a través de la empresa pública Sociedad Estatal de Infraestructuras del Transporte Terrestre SA (SEITTSA), asumió tanto la explotación como de mantenimiento de la autopista AP-36, en otras palabras, un rescate en toda regla.
Éste no es el único rescate de este año, sino que la AP-36 pasará a ser la tercera autopista de peaje que se revierte al Estado en lo que va de año. Recordamos que el pasado 21 de febrero, SEITTSA se hizo cargo de la explotación de la R4 entre Madrid y Ocaña (Toledo) y el 1 de marzo de la R2 entre Madrid y Guadalajara. Aquí no acaba la cosa, además de las autopistas mencionadas, está previsto que las autopistas AP-7 entre Cartagena-Vera y AP-7 Circunvalación de Alicante reviertan al Estado el próximo 1 de abril.
¿Por qué se rescatan las autopistas?
Muchos podrían pensar que si la explotación de un servicio no resulta rentable y se ve obligado a quebrar, no debería afectar a las arcas públicas o al bolsillo de los contribuyentes. No obstante, la legislación presente prima la socialización de las pérdidas para que puedan salir adelante los proyectos de obra pública.
Artículo de Marc Fortuño publicado en El Blog Salmón
Este año será el año del rescate de las autopistas. El pasado jueves 15 de marzo, el Ministerio de Fomento, a través de la empresa pública Sociedad Estatal de Infraestructuras del Transporte Terrestre SA (SEITTSA), asumió tanto la explotación como de mantenimiento de la autopista AP-36, en otras palabras, un rescate en toda regla.
Éste no es el único rescate de este año, sino que la AP-36 pasará a ser la tercera autopista de peaje que se revierte al Estado en lo que va de año. Recordamos que el pasado 21 de febrero, SEITTSA se hizo cargo de la explotación de la R4 entre Madrid y Ocaña (Toledo) y el 1 de marzo de la R2 entre Madrid y Guadalajara. Aquí no acaba la cosa, además de las autopistas mencionadas, está previsto que las autopistas AP-7 entre Cartagena-Vera y AP-7 Circunvalación de Alicante reviertan al Estado el próximo 1 de abril.
¿Por qué se rescatan las autopistas?
Muchos podrían pensar que si la explotación de un servicio no resulta rentable y se ve obligado a quebrar, no debería afectar a las arcas públicas o al bolsillo de los contribuyentes. No obstante, la legislación presente prima la socialización de las pérdidas para que puedan salir adelante los proyectos de obra pública.
La razón por la que al quebrar la concesionaria el
Estado se hace cargo de la autopista, la encontramos en la ley de Contratos
del Sector Público. Se prevé que en el caso de que una concesión de una
obra pública determinada en una fase de liquidación mediante concurso de
proveedores, existe la obligación resolver el contrato de concesión y que la
infraestructura revierta a la Administración Pública.
La Ley 9/2017, de 8 de noviembre, de Contratos del Sector Público,
traslada al ordenamiento jurídico español las Directivas emanadas del
Parlamento Europeo y del Consejo 2014/23/UE y 2014/24/UE, de 26 de febrero de
2014. Estas directivas establecen lo siguiente:
“Se entenderá por rescate la declaración unilateral
del órgano contratante, adoptada por razones de interés público, por la que dé
por terminada la concesión, no obstante la buena gestión de su titular, para su
gestión directa por la Administración. El rescate de la concesión requerirá
además la acreditación de que dicha gestión directa es más eficaz y eficiente
que la concesional”.
Además, si la causa de la resolución del contrato se
imputa a la Administración, deberá hacerse cargo del global del importe de
las inversiones realizadas por razón de la expropiación de terrenos, ejecución
de obras de construcción y adquisición de bienes que sean necesarios para la
explotación de la obra objeto de la concesión, atendiendo a su grado de
amortización.
La factura del rescate
Diez años después del
pinchazo de la burbuja inmobiliaria, aún vemos coletazos de lo que fue un despropósito
en materia de obra pública en la que se persiguió construir lo que fuera,
debido a las altas expectativas existentes en aquellos años, sobre una demanda
que nunca llegó.
Las concesionarias no han podido recuperar el importe
que se invirtió en la construcción de estas autopistas con los peajes y, en
consecuencia, tal y como dicta la ley, el Estado debe hacer frente al
importe “no recuperado con la amortización”.
Ese importe en específico se trata de una estimación.
Por parte del Gobierno, se estima que son 2.000 millones de euros, aunque los
acreedores que financiaron estas autopistas elevan esta estimación hasta los
4.500 millones. Este diferencial se debe a que los bancos tienen deuda
vinculada a las empresas concesionarias creadas para construir las autopistas.
A pesar de que no conocemos el importe final que
deberá repercutir a las arcas públicas, el Gobierno ha anunciado que plantea
relicitar las autopistas. Con esta venta, se esperaría recobrar una cifra entre
700 y 1.000 millones de euros, por lo que las pérdidas ocasionadas podrían
superar los 1.000 millones de euros.
Los problemas vinculados a la obra
pública
Uno de los grandes problemas de la obra pública que
hemos visto en los años del boom inmobiliario es que los responsables de la
administración pública tienen incentivos en “sacar tajada” por designar
una u otra concesionaria.
Los casos de corrupción
han sido varios en España, en los que predomina un denominador común, la administración contrata un
servicio público a una empresa privada y parte de este contrato, es
revertido a las arcas del partido político o bien del cargo que debe asumir la
decisión. Este tipo de clientelismo y corruptelas varias suponen un
incremento del coste del servicio para el contribuyente.
Por otro lado, un elemento esencial es valorar el
riesgo moral al que se incurre en el momento de emprender cualquier tipo de
rescate. Si los beneficios se privatizan y las pérdidas se socializan ¿Dónde
queda el riesgo de la actividad económica y la iniciativa privada?
Si en el contrato de obra pública se especifica que la
Administración Pública será la responsable de la parte pendiente de amortizar
de la inversión, los incentivos perversos se acentúan. Por ejemplo,
existen incentivos en incrementar el importe de la inversión, los llamados
sobrecostes, y beneficiar a proveedores que muchas veces son sociedades
participadas por las propias constructoras.
Tenemos varios ejemplos en el que el sobrecoste determinada obra pública se ha disparado. Por ejemplo, las autovías de Ibiza se presupuestaron en 12 millones de euros y acabaron costando 172 millones de euros (+1.333%), la terminal cuatro de Barajas se presupuesto en el proyecto inicial 1033 millones de euros aunque finalmente el coste del proyecto fue de 6.200 millones de euros (+500%).
Las políticas de demanda lo aguantan todo y si el objetivo es construir y construir con la justificación de “mover el dinero” o de “reactivar la economía”, muchas veces no importa la eficiencia del proyecto o la viabilidad del mismo.
Cuando predomina el despilfarro, no solo se incurre en una deuda pública que deberán pagar los contribuyentes sino que se genera un elevado coste de oportunidad a nivel de optimización de recursos, es decir, todo lo que pudimos haber hecho y no hicimos por no ser eficientes, realizar sobrestimaciones en proyectos y en definitiva, por incurrir en clientelismos.
Tenemos varios ejemplos en el que el sobrecoste determinada obra pública se ha disparado. Por ejemplo, las autovías de Ibiza se presupuestaron en 12 millones de euros y acabaron costando 172 millones de euros (+1.333%), la terminal cuatro de Barajas se presupuesto en el proyecto inicial 1033 millones de euros aunque finalmente el coste del proyecto fue de 6.200 millones de euros (+500%).
Las políticas de demanda lo aguantan todo y si el objetivo es construir y construir con la justificación de “mover el dinero” o de “reactivar la economía”, muchas veces no importa la eficiencia del proyecto o la viabilidad del mismo.
Cuando predomina el despilfarro, no solo se incurre en una deuda pública que deberán pagar los contribuyentes sino que se genera un elevado coste de oportunidad a nivel de optimización de recursos, es decir, todo lo que pudimos haber hecho y no hicimos por no ser eficientes, realizar sobrestimaciones en proyectos y en definitiva, por incurrir en clientelismos.
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