Los medios de comunicación se han hecho eco estos días de un estudio realizado por la Fundación Pasqual Maragall
(FPM) que concluye que es posible diagnosticar la Enfermedad de
Alzheimer (EA) en personas sanas, mediante la detección de alteraciones
cerebrales en Resonancia Magnética (RM), algo difícil de creer, ya que
hoy por hoy no existe un diagnóstico certero de EA ni tan siquiera en
personas con demencia establecida.
La enfermedad de Alzheimer no tiene tratamiento farmacológico hasta
la fecha, ya que ninguno de los fármacos aprobados ha demostrado su
eficacia, así que los responsables de la fundación podrían pretender:
1- Fichar a más sujetos para sus investigaciones
2- Presionar al sistema público para que implante un cribado de EA,
mediante estudios genéticos y de RM, lo que abriría un importante nicho
de negocio
3- Impedir el desarrollo futuro de la EA, con la mejora de los
hábitos de vida de las personas con test positivo, como afirman en la
FPM.
Por una parte, parece bastante improbable que personas a las que se
les clasifica como de alta probabilidad de desarrollar EA disfruten de
una vida saludable, debido a la “espada de Damocles” del miedo a la demencia sobre sus cabezas “sine die”.
Por otra parte, el empeoramiento de los hábitos de vida afecta sobre
todo a las personas con menos recursos, que no disponen de tiempo,
medios ni de información suficiente para disminuir su sedentarismo,
evitar los riesgos laborales, o mejorar la alimentación y la calidad del
aire que respiran, lo que está suponiendo un franco deterioro de su
salud. Y finalmente es sumamente probable que una parte importante de
estas personas no lleguen nunca a padecer la enfermedad y pasen a
engrosar el ya numeroso grupo de quienes son sobrediagnosticados, y que
sufren tratamientos y pruebas innecesarias con el consiguiente riesgo
para su salud.
La indiferencia de los responsables sanitarios, la privatización y “americanización” del
sistema y la ausencia de programas de promoción de la salud, están
incrementando nuestras desigualdades, cada vez más similares a países
sin SNS, con una disminución esperada de la esperanza de vida de hasta
10 años de unos españoles con respecto a otros, debido no solo al
incremento de la EA sino también de la obesidad, la diabetes, la HTA, el
cáncer, la cardiopatía isquémica o la depresión.
Pero sobre todo sorprende la preocupación por la salud pública de la fundación Pasqual Maragall, cuyo
patronato está integrado por representantes de las grandes empresas
catalanas, las escuelas de negocios y el capital riesgo.
En el consejo de mecenazgo de la Fundación Pasqual Maragall se encuentran:
- Los bancos más implicados en la privatización sanitaria, como el Banco Sabadell (Ribera salud) y La Caixa, (propietaria de Adeslas y Mutua Madrileña)
- Las grandes constructoras, colaboradoras necesarias en la crisis del ladrillo que dejó a muchas de estas personas sin vivienda
- La Fundación Ramón Areces, de “El corte inglés”, cada vez más interesado en el negocio sanitario, hasta el punto de que dispone de un consejo científico formado por farmacólogos y médicos vinculados a la sanidad pública
Las entidades” solidarias” con la fundación:
- Aguas de Barcelona (AGBAR), gestora privada del agua pública y las eléctricas, responsables de la pobreza energética de la población más vulnerable, como las personas con EA
- SarQuavitae, empresa del fondo francés PAI partners, que gestiona las residencias para mayores como negocio, no como servicio público, gracias a la inestimable colaboración del presidente gallego Nuñez Feijóo
- La firma alemana de coches BMV, que no solo manipuló sus vehículos para esquivar los controles y así poder contaminar más de lo permitido, sino que colaboró en la escabrosa investigación realizada sobre jóvenes estudiantes, que respiraron diferentes concentraciones de dióxido de nitrógeno para comprobar los efectos en la salud humana de las emisiones de los coches. Curiosamente, cada vez existen más estudios que confirman la relación entre la EA y la inhalación de estos gases.
No parece probable que las empresas que están detrás de la Fundación Pasqual Maragall,
con fuertes intereses comerciales y en parte causantes del
empeoramiento de la calidad de vida de la población, tengan tanta
preocupación por la salud pública, ni parece apropiado que se les
permita publicitar informaciones sanitarias en los medios, con una base
científica tan débil, sin tener en cuenta las graves consecuencias que
pueden ocasionar.
Por favor, dejen en paz el sistema sanitario y la Sanidad Pública y dedíquense a sus negocios.
Luisa Lores es miembro de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública
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