El aire limpio es sólo para los ricos
Los ciudadanos de rentas bajas suman el agravio comparativo de vivir en zonas más contaminadas
En cada ciudad, los más bajos niveles de renta se suelen concentrar
en ciertos barrios, no necesariamente alejados del centro. Así, en
Madrid, en la zona sur viven más familias de reducido nivel
socioeconómico que en la zona norte. En París, la división no responde
al eje norte-sur, sino este-oeste.
Una razón de peso para construir viviendas más caras y proyectar
hermosas urbanizaciones es la calidad del aire, determinada en buena
parte por la dirección de los vientos dominantes. Y así es como se
diseñan las ciudades. En Madrid, al norte, más cerca de la sierra, se
concentran las grandes rentas, mientras que en el sur, la industria, el
tráfico y la gran densidad de población sumen a algunos barrios
periféricos en una atmósfera irrespirable. “El sur de la M-30 es la
auténtica zona 0 de la contaminación”, publicaba el año pasado El Confidencial,
ya que es ahí donde se detectan con cierta asiduidad los puntos más
tóxicos de la capital. Tres estaciones detectaron el pasado año niveles
de contaminación muy superiores a los permitidos, según EL PAÍS. Dos
están en el sur: Getafe y Leganés. En el diseño de París también el aire
ha tenido una gran influencia: los vientos suelen soplar del oeste.
Vienen del canal de la Mancha. A los distritos del este, por tanto, les
llega un aire más viciado.
La calidad del aire, en definitiva, suma un agravio comparativo al
que ya supone la relativa pobreza. Según la Fundación Roger Torné no
solo hay una relación directa entre entorno socioeconómico y salud, sino
también entre el nivel de contaminación que sufren los escolares y sus
resultados académicos. Los niños barceloneses que respiran un aire menos
limpio rinden menos. La relación entre renta y calidad del aire, por
poner otro ejemplo, es también muy evidente en Lima (Perú). Allí, en los
distritos de Ate, Huachipa, Puente Piedra y Villa María del Triunfo,
donde viven sobre todo familias de rentas medias y bajas, los picos de
polución están por encima de la media.
Esta es una realidad que tenemos asumida porque responde a la lógica
ya aceptada de los mercados; carentes de alma y del sentido de la
justicia, como se sabe. Así que nos parece natural y consecuente que
quien más dinero tiene pueda respirar mejor. A gran escala, los países
más ricos envían sus fábricas y sus desechos a los países pobres.
Las democracias, con el dinero de todos, hacen lo que pueden para
equilibrar las desigualdades que producen los mercados. Pero las cosas
aún pueden empeorar. En la serie de ciencia ficción de Rosa Montero se
produce una rebelión porque los Estados Unidos de la Tierra cobran por
el aire y castigan a la marginación y al aire tóxico a los pobres. El
problema es que, como ya hemos comprobado, este tipo de proyecciones de
ficción no suelen plantear si lo que predicen llegará o no, sino cuándo
será parte de nuestra realidad cotidiana.
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