La tasa de ahorro se ha incrementado. Sin embargo, lo en teoría es bueno, en la práctica resulta no serlo tanto.
Esta noticia, lejos de ser positiva resulta ser un reflejo del temor de los consumidores quienes -en previsión de lo que consideran que puede ser una situación económica aún peor- optan por postergar en lo posible sus decisiones de gasto.
A ello contribuye también la situación de descenso de precios -desde julio de 2008 hasta septiembre de 2009, el IPC se ha reducido más de seis puntos- y la situación de precios en las viviendas, que no se están ajustando al mercado.
Este último punto es sencillo de explicar: en una situación de bajada de precios los ahorradores se retraerán en la decisión de invertir, dada la expectativa -real o ficticia- de bajada aún mayor del precio de los bienes a adquirir. Por ello, el dinero se “guarda en el calcetín”, a la espera de que los precios toquen suelo.
A ello se une la situación financiera de Bancos y Cajas de Ahorro quienes, lejos de dar salida en el mercado al parque inmobiliario que poseen como consecuencia de la adquisición de inmuebles a inmobiliarias y clientes fallidos, están postergando su venta en espera -paradójicamente- de todo lo contrario a lo que piensan los consumidores: esperan que el precio de los inmuebles suba.
Como se comprenderá, la situación puede resultar preocupante ya que si bien el sector bancario puede mantener cierto equilibrio gracias, de una parte, a las ayudas de liquidez facilitadas por el Estado, y de otra, gracias también a que están abasteciéndose de los ahorros de las economías domésticas.
¿Por qué no se puede mantener esta situación?. En mi opinión, porque falla el motor. Falla lo sustancial en un sistema basado en el “libre mercado”, que es el consumo.
Efectivamente, una economía atemorizada en la que los consumidores se retraen y en la que la inversión por excelencia –como fue la vivienda- no se ajusta a los precios de mercado, tiene un problema. Y grande.
Sin consumo, no existe mercado y si no existe mercado, tampoco existirá producción ni rentas de trabajo….
Ayer, precisamente, el diario “El País”, publicó un editorial titulado “Crisis encubierta”, cuya lectura es altamente recomendable por el análisis que se efectúa del comportamiento del sector bancario y en el que, de forma cruda, se afirma que “los bancos y las cajas de ahorros están retrasando el reconocimiento de la morosidad, es decir, ocultando las consecuencias de la crisis sobre sus balances, a través de refinanciación de créditos que están a punto de convertirse en morosos o, incluso, comprando viviendas o promociones que se quedaron sin pagar”.
Resultando claro que no podemos confiar en el sector bancario privado para enderezar la actual situación, creo que cabría preguntarse si tiene sentido continuar inyectando fondos públicos a dicho sector y si no sería más conveniente fortalecer las instituciones públicas de crédito a fin de posibilitar que el circuito de capital funcione correctamente.
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