Fuente: El País
Impedirá Visa Europa que sus clientes se suscriban a The Guardian? ¿Alegará Mastercard que no puede encargarse de los pagos a The New York Times porque su comportamiento es "ilegal"? Eso sería ridículo. Sin embargo, los dos gigantes de las tarjetas de crédito han sido los últimos en aislar a Wikileaks por un supuesto comportamiento ilícito que parece un gesto de condescendencia con las susceptibilidades estadounidenses. Esto no es precisamente adoptar una postura: no la emprenden contra los dos influyentes periódicos o sus homólogos en Francia, España y Alemania, que publicaron el contenido de los cerca de 250.000 telegramas diplomáticos estadounidenses. Es cobardía corporativa.
Visa Europa, que se escindió de su empresa matriz estadounidense antes de su oferta pública inicial de 2008, y Mastercard siguen a las empresas como PayPal, la filial de eBay, y Amazon, que también dejaron de dar servicio a Wikileaks debido a un supuesto incumplimiento de sus condiciones. Estas prisas por contentar al Gobierno estadounidense -que también encantarán a otras potencias occidentales- son inquietantes. Ante la falta de alguna decisión legal -e incluso, hasta ahora, de alguna acción legal- contra la divulgación de los telegramas por parte de Wikileaks, la única explicación posible es que las empresas pensaron que el controvertido sitio web sería un inconveniente y un cabeza de turco relativamente débil que les permitiría mantenerse en el lado seguro de la polémica.
Uno no puede más que imaginarse la repentina conmoción que sufrieron estas empresas cuando llegaron a la conclusión de que formaban parte de una conspiración ilegal para hacer que los cimientos del mundo se tambaleasen. Un banco suizo llegó incluso a cerrar la cuenta del fundador de Wikileaks, supuestamente porque dio una dirección equivocada. Como todo el mundo sabe, los bancos suizos siempre han pedido a sus clientes que den una dirección exacta y precisa.
Ahora los piratas informáticos están haciendo su agosto causando estragos en los sitios web de las empresas que participan en el boicot a Wikileaks. Es el precio que estas tienen que pagar por olvidarse de una regla básica: en una economía de mercado, no fastidies a los clientes.
Impedirá Visa Europa que sus clientes se suscriban a The Guardian? ¿Alegará Mastercard que no puede encargarse de los pagos a The New York Times porque su comportamiento es "ilegal"? Eso sería ridículo. Sin embargo, los dos gigantes de las tarjetas de crédito han sido los últimos en aislar a Wikileaks por un supuesto comportamiento ilícito que parece un gesto de condescendencia con las susceptibilidades estadounidenses. Esto no es precisamente adoptar una postura: no la emprenden contra los dos influyentes periódicos o sus homólogos en Francia, España y Alemania, que publicaron el contenido de los cerca de 250.000 telegramas diplomáticos estadounidenses. Es cobardía corporativa.
Visa Europa, que se escindió de su empresa matriz estadounidense antes de su oferta pública inicial de 2008, y Mastercard siguen a las empresas como PayPal, la filial de eBay, y Amazon, que también dejaron de dar servicio a Wikileaks debido a un supuesto incumplimiento de sus condiciones. Estas prisas por contentar al Gobierno estadounidense -que también encantarán a otras potencias occidentales- son inquietantes. Ante la falta de alguna decisión legal -e incluso, hasta ahora, de alguna acción legal- contra la divulgación de los telegramas por parte de Wikileaks, la única explicación posible es que las empresas pensaron que el controvertido sitio web sería un inconveniente y un cabeza de turco relativamente débil que les permitiría mantenerse en el lado seguro de la polémica.
Uno no puede más que imaginarse la repentina conmoción que sufrieron estas empresas cuando llegaron a la conclusión de que formaban parte de una conspiración ilegal para hacer que los cimientos del mundo se tambaleasen. Un banco suizo llegó incluso a cerrar la cuenta del fundador de Wikileaks, supuestamente porque dio una dirección equivocada. Como todo el mundo sabe, los bancos suizos siempre han pedido a sus clientes que den una dirección exacta y precisa.
Ahora los piratas informáticos están haciendo su agosto causando estragos en los sitios web de las empresas que participan en el boicot a Wikileaks. Es el precio que estas tienen que pagar por olvidarse de una regla básica: en una economía de mercado, no fastidies a los clientes.
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