Con los precios del aceite por los suelos en
origen, entre 1,70 y 1,75 euros kilo para un tipo lampante de calidad media
para refinar, los precios de venta en la mayor parte de la gran distribución se
situaban en los últimos días en el entorno de los 2,70-2,99 euros litro,(*) una
cifra casi igual que hace unos meses cuando los precios en origen llegaban a
los 2,70 euros kilo. Y, en las mismas fechas, como suele suceder en la cuesta
de enero, con los mismos precios baratos en origen, un gran grupo de
distribución había iniciado ya la carrera de las ofertas con uno precio de 1,89
euros litro, línea que como ya casi es habitual, es presumible que sigan otros
grandes grupos de la distribución. Un mismo aceite de oliva, en las mismas
fechas, con una diferencia de precio de casi un euro al consumidor. ¿Es el
mismo aceite?. ¿Tiene la misma calidad?. ¿Por qué si los precios en origen
pagados al olivarero y los de cesión de la industria a la distribución han
tenido una bajada tan importante, esa reducción no se ha reflejado ya en los
precios finales de venta, lo que podría haber provocado el aumento de una
demanda que no acaba de despegar en el meco interior?.¿Por qué si un grupo
acomete esas bajadas de precios, otros no lo pueden hacer?. ¿Por qué, en un
momento determinado, todos se ponen en oferta, en muchos casos con precios más
baratos que los precios en origen?.
Es viejo que la gran distribución
está utilizando el aceite de oliva como uno de esos productos reclamo donde,
casi siempre, hay una marca propia o de fabricante en oferta para atraer a la
cesta de la compra, en algunos casos con ventas a pérdidas sin que tanto
Defensa de la Competencia como Comunidades Autónomas hayan dado los pasos
mínimos para evitar este tipo de prácticas ilegales. Pero, desde hace unos
meses, la gran distribución, además de tener al aceite como producto reclamo,
habría decidido tener también al aceite como recurso para hacer negocio sin
repercutir la bajada registrada en origen y en el precio de venta de las
industrias. En el fondo, un juguete manejado según lo requiera la ocasión o los
intereses del grupo.
Hace unas fechas entró en vigor
la nueva Ley impulsada por Agricultura para la mejora de la Cadena Alimentaria por la que, en teoría, se busca clarificar todos esos procesos para acabar con
la posición dominante de la gran distribución. Las dudas sobre su futura
eficacia surgen cuando hoy ya hay normas suficientes para atajar este tipo de
prácticas y tanto Economía como las Comunidades Autónomas miran para otra parte
para perseguir las ventas a pérdidas que no se contemplan específicamente en
esta Ley.
En línea con la búsqueda de una
mayor transparencia en el sector, Agricultura, organizaciones agrarias,
industrias y los grupos de la gran distribución, acaban de firmar además un
convenio por el que todas las partes se comprometen a trabajar conjuntamente
para mejorar la calidad del aceite de oliva y, sobre todo, para la promoción y
la información sobre el mismo a los consumidores como un producto en el
segmento alto de calidad. Era necesario ese convenio, un viejo empeño de Arias
Cañete para tratar de implicar a la gran distribución en la problemática de la
producción, y no será fácil ver resultados inmediatos, dados los vicios existentes.
España es, con diferencia, el primer país productor de aceite de oliva del
mundo, pero una gran parte de la población no sabe distinguir sus tipos y la
riqueza de variedades con sus cualidades específicas, desde los suaves de
arbequina catalanes u hojiblancas andaluces, a los fuertes como cornicabra en
la zona centro, el picual en Jaén o los amargos extremeños. Se trata de un
convenio similar al suscrito hace un año por las mismas partes para apoyar unos
precios sostenibles que permitieran una rentabilidad de las explotaciones
ganaderas, e ir eliminando la leche como ese producto reclamo barato y
banalizado. En el caso del aceite, el convenio no cita textualmente ese
objetivo, pero todo el mundo coincide que el reto es el mismo: no banalizar el
precio del aceite cómo y cuando le interese a un grupo de distribución en sus
guerras de sector y apoyar su demanda desde la información.
Con el permiso de la gran
distribución y por la propia imagen de calidad y respeto al esfuerzo de los
productores, la leche no puede valer menos que el agua, aunque ésta se venda en
un continente de cristal de diseño, ni un aceite se debería vender a menos del
precio en origen por su calidad y como alimento saludable. Es una imagen de
calidad y producto diferenciado que se trata de ofrecer en el exterior para
ganar mercados y a un mayor precio. Pero, en casa de herrero, cuchillo de
palo….Y no se puede pedir que chinos, japoneses o norteamericanos lo paguen y
lo encumbren en los altares de la gastronomía, cuando aquí lo tiramos por los
suelos y ha sido el juguete en las batallas de la gran distribución en medio de
la indiferencia oficial, algo que ahora trata de cambiar Agricultura.
Y, al final, ¿cuánto vale un
litro de aceite de oliva? Una cifra ligada a sus costes de producción, a los
mercados, o lo que fije en cada momento la gran distribución? ¿Nos engañan
cuando lo venden muy barato, cuando lo venden caro, o en ambos casos? Sería
bueno que funcionara ese convenio aunque, en el caso de la leche, el resultado
no ha sido para tirar cohetes y que, por otra parte, con la Ley de la Cadena
Alimentaria , ya en vigor, se lograra una mayor transparencia en la formación
de los precios.
(*)Para eleborar un litro bastan
0,916 kilos de aceite
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