Apenas 147 empresas trasnacionales controlan el 40
por ciento del volumen total de ventas de todas las trasnacionales del globo.
El dato más sorprendente no es que sean pocas –existían ya estudios mostrando
el alto grado de concentración corporativa–, sino que están estrechamente
interconectadas a través de acciones y participaciones entre ellas,
constituyendo una “súper entidad” global que ejerce un control enorme sobre
mercados, producción y políticas nacionales e internacionales. Las tres cuartas
partes de éstas 147 superpoderosas son bancos e intermediarios financieros, que
a su vez tienen un importante porcentaje de acciones en las mayores empresas de
capital productivo.
Los datos provienen del estudio The Network of
Global Corporate Control de Stefania Vitali, James B. Glattfelder y Stefano
Battiston, del Instituto Federal de Tecnología de Suiza (publicado en la
revista científica PLoS ONE el 26/10/11). El estudio analiza las redes
corporativas globales y las relaciones entre ellas, para lo cual se basan en la
interpretación de información de la base de datos Orbis al 2007, que registra
más de 30 millones de actores económicos en el mundo.
Los investigadores seleccionaron 43 mil 60 de las
mayores empresas en 116 países y encontraron que 737 concentran el 80 por
ciento de las ventas de todas las trasnacionales. Pero a nivel de
conexiones hay un núcleo de 1318 empresas que tienen dos o más interconexiones,
con un promedio de 20 vínculos entre sí. Estas mil 318, con sede en 26 países,
mayoritariamente anglosajones, controlan el 60 por ciento de los ingresos
globales, a través de acciones en empresas globales de manufactura, energía y
otros rubros básicos.
Como araña en la red de esas mil 318, hay un núcleo
de mucho mayor densidad de interrelaciones, formado por las 147 empresas que
detentan 40 por ciento de los ingresos de todas las trasnacionales. La gran
mayoría de éstas últimas son instituciones financieras, entre las que se
encuentran nombres muy conocidos como Barclays Lpc, Axa, JP Morgan Chase &
Co, Merrill Lynch & Co Inc, Deustche Bank, Bank of America, Walton
Enterprises LLC (la firma inversora del capital de la familia Walton, dueños de
la empresa más grande del mundo: el supermercado WalMart), ING Group, BNP
Paribas. La número 50 en la lista es significativamente la china Petrochemical
Group Company, que denota el ascenso de los capitales chinos a este grupo
exclusivo de corporaciones que tienen las riendas económicas y financieras del
planeta.
Aunque el estudio está hecho sobre datos del 2007,
previos a romper la ola de crisis financiera que acabó con algunas de las
empresas referidas en el estudio, la estructura de la red se mantiene y es una
información clave para entender también las políticas “públicas” que se
promueven frente a las crisis financiera, alimentaria, climática, ambiental.
Para empezar, este enorme poder concentrado está
entretejido y por detrás de que los gobiernos hayan dedicado –y siguen
dedicando, ahora con mayor acento en Europa– enormes sumas de dinero público
para salvar bancos y grandes empresas en quiebra, a costa de los presupuestos
de políticas de bienestar social para las mayorías, a costa del apoyo que
necesita la población víctima de las crisis y en lugar de apoyar alternativas
productivas decentralizadas y de pequeña escala (como la agricultura campesina,
cooperativas de trabajadores urbanos, etcétera) que son las que realmente
pueden enfrentar las crisis múltiples desde las raíces, cambiando las causas,
no transformando los síntomas de la enfermedad en nuevas fuentes de negocios.
Al mismo tiempo, sin tocar ni la especulación
financiera que causó la crisis, ni los nocivos modelos de consumo y de
producción contaminantes (bases de la civilización petrolera y de la devastación
ambiental y climática), promueven nuevas fórmulas para aumentar y legalizar los
mercados financieros con la naturaleza (mercados de carbono, de servicios
ambientales, de biodiversidad, etcétera) y más explotación de naturaleza y
recursos a través de nuevas tecnologías, como por ejemplo, el uso extendido de
biología sintética para procesar biomasa como fuente de combustibles, de
fármacos y sustancias industriales.
Irónicamente, a estos paquetes de subsidiar a
corporaciones abriendo nuevas fuentes de mercantilización de la naturaleza y
sus funciones para aumentar las ganancias con supuestos remedios a las crisis
que ellas mismas provocaron, le llaman “economía verde”. O como dijo
Obama parafraseando a F. Roosevelt frente a la crisis de 1929, se trata de un
“green new deal” (nuevo acuerdo verde), donde todos son escenarios de
ganar-ganar. Claro que las ganancias-ganancias están siempre referidas a los
mismos: a esa red corporativa que tiene entre sus tentáculos al planeta y a la
gente (Ver “Quién controlará la economía verde” www.etcgroup.org/es/node/5298).
El escenario parece abrumador, pero no olvidemos que
el sistema que sostiene a estas redes de poder está en una profunda crisis y
que por todas partes en el planeta aparecen movimientos que los denuncian y no
están dispuestos a resignarse a seguir siendo víctimas. Son movimientos
diversos y contradictorios, pero van convergiendo con las alternativas locales,
campesinas, indígenas, que son las que sostienen, cuidan y dan de comer a la
mayoría del planeta, mientras las corporaciones se empeñan en seguirlo
explotando. El emperador sigue reinando, pero está sin ropas a la vista de
todos, y tenemos que seguirlo denunciarlo, por más que ahora diga que está vestido
de verde.
Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC.
Fuente: Revista Sinpermiso
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