martes, 11 de junio de 2013

El Calatrava: recopilación de un dislate.La operación municipal de los palacios de Buenavista y el Vasco


Guillermo Zarracina. Arquitecto

En los estertores del siglo pasado, en una ciudad pequeño-burguesa pero grandona, confluyeron una suerte de fenómenos astrales, que traerían consecuencias todavía impredecibles.

Tres circunstancias, tres ejes diamantinos asomaron tras la loma que llamaban La Cuesta, formando un luminoso triángulo: un vértice lo ocupaba el capital, otro el Opus Dei y el tercero la ambición política, casi siempre perniciosa.

A tal fenómeno vino a añadirse en su centro el ojo de un arquitecto de conflictiva fama.
Ya tenemos, pues, la conjunción de un poder casi divino y sus vértices; líbreme el temor de poner nombres... atrévanse ustedes en sus casas a susurrarlos bajito...

¿Consecuencias? Vamos a resumirlas en diez, cual los mandamientos, para no desviarnos de la mística, que impregna todo el proceso.

Primera: para bien empezar, se plusvalora al arquitecto adornándolo con un premio de reconocido prestigio, que además se concede en Asturias..., para así sentar bases y sobre todo acallar gargantas.

Segunda: conculcación de toda suerte de legislación vigente, para poder construir en una zona verde, sin cumplir ninguna de las provisiones que el Plan de Ordenación prescribe para tal actuación.

Tercera: atolondrada creación de una empresa promotora, con técnicos, economistas y subcontratas, recogidos a la cacea, para dar pretendida competencia, frente a una obra que, evidentemente, hubiera requerido de una empresa de probada solvencia, experiencia y currículo acreditado, dada la segura y enorme complejidad de la misma.

Cuarta: dar vías de apariencia legal al «amagüesto», convocando un concurso imposible, por sus exigencias, que otorga ¡cómo no! la obra, al único presentado: el inefable arquitecto, conjuntamente con la ejecución del proyecto del Palacio de Congresos a la «nova constelación» Jovellanos XXI.

Quinta: desprecio olímpico de la legislación que regula la concesión de licencias municipales: visado colegial, licencia provisional y licencia definitiva de obra. Para obtener esta última condición es indispensable la presentación completa de un Proyecto Básico y de Ejecución, que contemple apartados tan esenciales como: plazos, presupuestos, precios descompuestos, precios unitarios, cálculos de estructuras, etcétera, documentos todos ellos imprescindibles para regular y controlar el futuro edificio y que ahora nos enteramos: ¡no existieron nunca! Aquí, la mano de la Alcaldía.

Sexta: desconocimiento, en su momento, de nombramientos tan esenciales como: director de obra, ingenieros asociados y autorizados, aparejadores, etcétera. Camuflados como profesionales, obligados a dar apariencia de legalidad a tan complejo edificio, lo que, por supuesto, dificulta la fijación de responsabilidades ante los desmanes económicos y arquitectónicos que se han producido durante, antes y después de la ejecución de la obra.

Séptima: desprecio intolerable del laureado autor y presunto director del proyecto, ¡que sólo lo visitó una vez!... ocupado, sin duda, en otros proyectos de universal importancia y segura ruina para cuanto toca, en ese proceloso mundo del papanatismo arquitectónico.

Octava: casi obligar a la compra de dos alas del edificio por parte de la Administración regional, sin cuya ayuda nunca hubiera culminado el proyecto, dadas las mastodónticas dimensiones que el sublime arquitecto y Jovellanos XXI habían previsto para la zona de oficinas, pensando en su venta y explotación. (Y que los avispados economistas y sociólogos asesores no advirtieron). ¡Gordo!

Novena: varias preguntas: ¿qué es de esa amalgama inescrutable del edificio Calatrava y la «ocupación» de la llamada parcela del Vasco?, ¿y los proyectos sucesivos: delirantes palacios de justicia, bellas artes y grotescas torres trillizas e inclinadas?, ¿cómo se pagaron esos proyectos?, ¿a cambio de qué?, ¿a qué precio se pagó el suelo propiedad de los ovetenses?, ¿por qué aparece un conjunto de bloques de viviendas, mal orientadas, donde otrora se planteaba un equipamiento para la ciudad?, ¿cuál es el nuevo compromiso Ayuntamiento versus Jovellanos XXII?

Décima: que no se quiera simular, según se desprende de las últimas trifulcas judiciales, como únicos representantes al arquitecto y a la promotora. Aquí hay un último perjudicado, quien al final pagará los cristales rotos: el Ayuntamiento, los ciudadanos con su patrimonio que, a más de poner el suelo graciosamente, tendrán que hacerse cargo de la concesión por quiebra presumible (Jovellanos XXI en concurso de acreedores).

Estas diez consideraciones pueden resumirse en dos: una conclusión y una propuesta:

Conclusión: «¡Ahí la hemos jodido, Zabalita!», como se lamentaba el personaje de Vargas Llosa. Y la hemos jodido para siempre, con esa desproporcionada y monumental deposición blanca, para vergüenza de nuestro futuro urbanístico. Imaginen: «... hubo un tiempo en el siglo pasado en el que los ovetenses permitieron la construcción de ese bodrio que...».

¡Oviedo no se merecía esto!... O sí.

Y propuesta utópica: quizás estemos todavía a tiempo de meter la piqueta a todo lo que sobresale del suelo en lo que fue el recordado Tartiere y vendiendo como chatarra los escombros, restituir la visera de Ildefonso Sánchez del Río y Jesús Meana, para luego, aprovechando los aparcamientos y los sótanos, crear un espacio ferial del que estamos tan necesitados en una ciudad sin barracas... sería una zona elegantemente protegida, cubierta y útil.

Los tiempos que corren dan suficiencia al auditorio de Beca para congresuar, como vino siendo hasta ahora, los eventos menguantes del futuro.

¡Qué pena!

Fuente:  http://www.lne.es/oviedo/2013/05/29/calatrava-recopilacion-dislate/1419307.html

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