Fuente: El Confidencial
Durante el último cuarto de siglo, diversas investigaciones han revelado cómo grandes empresas del tabaco y del petróleo, se han entrometido en las investigaciones científicas para ocultar los peligros de sus productos. No es nada nuevo. Con el azúcar también. Es un hecho demostrado que investigadores prominentes respaldados por la industria en la década de 1960 restaron importancia o suprimieron evidencias que identificaban el azúcar como una de las principales causas de enfermedades cardíacas.
La conspiración del azúcar se destapa en septiembre de 2016, cuando la revista de la Asociación Médica Estadounidense publica un artículo en el que un grupo de profesores de la Universidad de San Francisco se hace eco del descubrimiento de una serie de documentos internos de la industria alimentaria, los cuales desvelan que en los años sesenta la Sugar Research Foundation (SRF, la actual Sugar Associaton) pagó 6.500 dólares de la época (aproximadamente 48.900 hoy en día) en secreto a tres científicos especializados en nutrición de Harvard para minimizar las pruebas que vinculan el azúcar con las afecciones coronarias.
Es una historia larga y compleja que se remonta al inicio de los años 40, cuando la Fundación Rockefeller remuneró con 100.000 dólares (1,6
millones actuales) a la Universidad de Harvard para la creación de una
unidad científica especializada en nutrición -llamada Nutrition Foundation-
ante la preocupación médica generada por el abultado porcentaje de
muertes a causa de problemas cardíacos, que después de la Segunda Guerra
Mundial llegaba al 40%. Los tiempos exigían una respuesta científica a
estos problemas, que los funcionarios de la salud americanos vieron como
una clara amenaza para la productividad económica del país y las
aptitudes militares de sus habitantes.
Un nuevo artículo publicado en la revista 'Science'
resuelve ahora las incógnitas de uno de los grandes complots del siglo
pasado, a la vez que profundiza en cada uno de los detalles que
envuelven el caso. En dicho artículo, encontramos la lucha de un
científico un tanto olvidado, John Yudkin, para
demostrar sus teorías sobre el azúcar de cara a la reducción de los
ataques de corazón entre la población mundial. Sus investigaciones le
llevaron al conflicto con las grandes asociaciones de nutrición del
gobierno estadounidense y, posteriormente, al silenciamiento de sus ideas y proyectos que alertaban sobre los problemas del consumo de azúcar entre la población.
John Yudkin: la primera sospecha
En la década de los años 40, Ancel Keys, un eminente fisiólogo de Harvard,
creía que la prevención de un ataque cardíaco debía comenzar con una
dieta baja en grasas. Para entonces, muchos enfermos de corazón poseían
altos niveles de colesterol en sangre y los datos reflejaban que las
muertes coronarias entre las poblaciones europeas habían descendido al
ser privadas de alimentos grasos de origen animal.
En 1950, los
nutricionistas de Harvard examinaron el volumen de lípidos en sangre de
15.000 trabajadores de docenas de empresas, así como diversos estudios
sobre el colesterol en las sociedades guatemalteca, costarricense y
nigeriana. El gran detonante fue un hecho político de gran envergadura:
la muerte del presidente Eisenhower en 1955 por un ataque al corazón.
Este acontecimiento hizo que la comunidad científica adoptase la
creencia de que el colesterol era el principal causante de los infartos y
demás enfermedades cardiovasculares. Es así como desde las principales
revistas y medios de comunicación los expertos empezaron a alertar a la población de los graves riesgos para la salud que conllevaba una dieta alta en grasas.
En 1960 se instauró un nuevo paradigma que aseguraba que los altos niveles de colesterol se podían reducir al reemplazar “grasas animales saturadas” por aceites vegetales. La Asociación Estadounidense del Corazón (AHA),
con el prestigioso médico Fred Stare a la cabeza, recomendó que los
“propensos a sufrir problemas de corazón” considerasen limitar la
ingesta de alimentos como "la leche entera, la mantequilla y la carne”.
Formado en bioquímica y medicina al igual que Stare, John Yudkin
había sido profesor de nutrición en la Universidad de Londres desde
1946. Yudkin entró de lleno en los debates que relacionaban los
problemas cardíacos con la dieta en un documento de 1957 en el que ya se
atrevió a desafiar las teorías dominantes sobre que los países que
consumían más grasas tenían las más altas tasas de mortalidad coronaria.
Pero, ¿cómo comenzó a sospechar del azúcar?
La lectura de un estudio
en el que se analizaban las muertes cardíacas de pacientes que hicieron
una transición de una dieta basada en grasas cárnicas a otra rica en
azúcar fue una de las razones que le hizo sospechar y poner el foco en
los alimentos altos en glucosa. En 1964 realizó un estudio que evaluó el
consumo de azúcar de 25 hombres sin cardiopatías conocidas y al
encontrar una diferencia significativa, Yudkin propuso en el periódico 'The Lancet' que “las personas que tomaban mucho azúcar, por ejemplo en su café” eran “mucho más propensas a sufrir un infarto que las personas que tomaban poco”.
La publicación formó un gran revuelo entre la comunidad científica y mediática. Varias cartas al editor del medio alertaron sobre la ausencia de factores de riesgo, como el tabaquismo o el peso corporal. Pero la hipótesis formulada por Yudkin atrajo una atención especial de la prensa y los editoriales.
La batalla por el azúcar y la grasa
A
pesar de no ser respaldado por la gran mayoría de sus colegas
científicos, Yudkin continuó recopilando pruebas que relacionaran
directamente los niveles de azúcar con las afecciones cardíacas. Con el
objetivo de amplificar sus ideas, poderosas entidades comerciales se
alinearon con su proyecto, y en 1966 el médico afirmó estar recibiendo 25.000 libras al año de “los grandes fabricantes de alimentos”.
Entre
las acciones que llevó a cabo, una fue legitimar científicamente la
promoción de un desayuno con alto contenido proteínico, organizado en
1966 por la British Egg Marketing Board. Para el Día Internacional de la Leche, se unió al National Dairy Council con el objetivo de publicitar sus investigaciones que demostraban “la importancia de tomar leche antes de las bebidas alcohólicas”, un lema que más tarde desarrollaría la industria láctea para reducir los accidentes de tráfico.
Las
críticas no tardarían en llegar. “Considero a Yudkin una amenaza y un
impedimento para una buena política sobre nutrición”, escribió Hegsted,
uno de los principales científicos de Stare pagados por Harvard. La
industria azucarera convocó un panel de consultores de enfermedades del
corazón y el Instituto Nacional de Salud (NIH) animó a no seguir la doctrina de Yudkin ya que “aunque los científicos británicos son críticos con su teoría, la prensa está interesada en él”.
Estos estudios financiados con fondos públicos, junto con otras críticas contundentes, marcaron el comienzo del final de las ideas de Yudkin.
En 1971, decidió retirarse y comenzó a escribir un libro en el que
resumía su trabajo de investigación. Sus detractores, apoyados todavía
en la teoría de la grasa, también salieron decepcionados porque el NIH
se negó a financiar el ensayo definitivo para demostrar sus hipótesis.
La nutrición se convirtió en un tema de acalorada discusión pública durante la década de 1970. Un informe titulado 'Dietary Goals for the United States' publicado
en 1977 concluyó que la alimentación sana de los ciudadanos pasaba por
el bajo consumo de sustancias grasas, mencionando la teoría de Yudkin
solo de pasada. Redactado por el comité del Senado de los Estados
Unidos, pero editado en su mayoría por Hagsted, el discípulo de Stare, recomendaron una reducción del 40% en el consumo de azúcar solamente para la prevención de las caries y de la diabetes.
Como
hemos visto, en los años 60 la relación entre grasa en la dieta y los
problemas cardíacos prevaleció sobre la teoría del azúcar, desarrollada
por un pequeño número de investigadores como Yudkin. Sus afirmaciones
fueron vistas como débiles y antagónicas, especialmente por la coalición de científicos vinculados a los proyectos gubernamentales del Instituto Nacional y la Asociación Estadounidense del Corazón.
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