«Si redujéramos el polvo en el aire a la mitad, la mortalidad bajaría un 15%»
La profesora de Salud Pública Adonina Tardón indica que «la industria no se puede cerrar a la modernidad, que es contaminar lo mínimo»
Póngase en el supuesto de que, a pocos metros de usted, están
descargando carbón, cemento o caliza. O moviendo metales. O hay un
escape de un motor diésel. Las partículas en suspensión PM10 es el polvo
que desprenden todos esos materiales, roca o combustible y que están en
el aire. Según explica la profesora titular de Medicina Preventiva y
Salud Pública de la Universidad de Oviedo Adonina Tardón, «afectan al
aparato respiratorio y producen problemas agudos de descompensación en
enfermedades cardiovasculares». Pero no solo eso. «También se asocian a
mayor mortalidad en las ciudades».
En una conferencia
organizada por la Asociación de Enfermos de Enfermedades Crónicas en el
centro de salud de La Lila, en Oviedo, apuntó que «según la Unión
Europea, la esperanza de vida de los europeos disminuye entre ocho y
nueve meses por esta contaminación». Y dio otro dato de interés: «Según
la OMS, si fuésemos capaces de disminuir la concentración media de
partículas en suspensión un 50% al año, disminuiría en un 15% la
mortalidad». Los límites establecidos es no sobrepasar los 20
microgramos por metro cúbico al año; los cincuenta microgramos por metro
cúbico en veinticuatro horas y que esta situación diaria no se repita
en más de 35 ocasiones al año.
Riesgo de cáncer de pulmón
«La incineradora era el mayor error medioambiental que podíamos cometer»
Las PM10 son un término ya conocido
por la población, preocupada cada vez más por la contaminación
atmosférica, especialmente en la zona oeste de Gijón y Avilés, que son
los focos en los que el Gobierno regional ha centrado sus planes de
calidad del aire. «Mi opinión sobre la actuación de la Administración es
positiva. Creo que de unos años hacia acá se ha hecho mucho por
reconocer que existen estos focos y vigilarlos», afirma Tardón, quien ve
con buenos ojos otra serie de medidas «como el mantenimiento de los
trenes de cercanías o que en los concursos de los ayuntamientos puntúe
mejor aquella empresa que ofrece autobuses públicos con combustible
limpio, no contaminante».
Ahora
bien, recuerda que en un momento en el que «nuestro planeta está dando
muestras de agotamiento» es responsabilidad de todos cuidarlo. Por eso
dice discrepar con aquellos que piensan que la lucha contra la
contaminación «es contraria al desarrollo industrial». «La industria no
se puede cerrar a la modernidad y la modernidad es que una industria no
contamine. Igual que somos capaces de mejorar los tratamientos del
cáncer, también la industria tiene que ser lo menos contaminante
posible». Además, recuerda, «antes había unas condiciones atmosféricas
más favorables, porque llovía más y permitía una mayor dispersión de las
partículas».
Porque hay evidencias de que la
contaminación afecta a la salud. En el estudio CAPUA (Cáncer de Pulmón
en Asturias), su equipo ha demostrado que hay «una asociación clara
entre el cáncer de pulmón y la contaminación atmosférica» . «La
exposición a ésta por encima de los niveles deseados aumenta el riesgo
de sufrir cáncer de pulmón. En concreto, el riesgo se multiplica por
dos».
También fue siguiendo la evolución de 500 niños de Avilés, desde su nacimiento hasta cumplir los once años, y concluyeron en su estudio INMA (Infancia y Medio Ambiente) que «a medida que los niños están más cerca de los focos contaminantes, la infección respiratoria aumenta». La exposición a «un contaminante peligroso como es el dióxido de nitrógeno (NO2) eleva la bronquitis en niños pequeños. Y en niños asmáticos exacerba sus brotes». La alta contaminación genera, no hay que olvidarlo, otro efecto: el mayor gasto en salud.
Durante su conferencia, Adonina Tardón también habló del papel de la ciudadanía. «Es impensable que en el siglo XXI no separemos la basura. El miedo que tiene la gente es que en la central de La Pereda quemen basura general, con todos los residuos juntos. La combustión -subrayó- es lo peor que hay. Y si a la quema va todo -envases, papel, vidrio, restos de comida...- se emiten sustancias cancerígenas, como las dioxinas. Es importantísimo para la salud de los niños y mayores separar la basura. Ya no hay vuelta atrás y es imperdonable no hacerlo».
También fue siguiendo la evolución de 500 niños de Avilés, desde su nacimiento hasta cumplir los once años, y concluyeron en su estudio INMA (Infancia y Medio Ambiente) que «a medida que los niños están más cerca de los focos contaminantes, la infección respiratoria aumenta». La exposición a «un contaminante peligroso como es el dióxido de nitrógeno (NO2) eleva la bronquitis en niños pequeños. Y en niños asmáticos exacerba sus brotes». La alta contaminación genera, no hay que olvidarlo, otro efecto: el mayor gasto en salud.
Separar la basura
Durante su conferencia, Adonina Tardón también habló del papel de la ciudadanía. «Es impensable que en el siglo XXI no separemos la basura. El miedo que tiene la gente es que en la central de La Pereda quemen basura general, con todos los residuos juntos. La combustión -subrayó- es lo peor que hay. Y si a la quema va todo -envases, papel, vidrio, restos de comida...- se emiten sustancias cancerígenas, como las dioxinas. Es importantísimo para la salud de los niños y mayores separar la basura. Ya no hay vuelta atrás y es imperdonable no hacerlo».
Porque,
cumpliendo con el reciclaje, «no habrá nada que quemar y, por tanto, no
habrá peligro». Por todo ello, sostiene que «la incineradora era el
mayor error medioambiental que podíamos cometer». E hizo también un
llamamiento a los ayuntamientos para que «acaben de una vez con las
bolsas negras, a las que van todos los envases juntos».
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