Siempre se ha vendido que la principales diferencias entre las
ideologías de los partidos de derechas y de izquierdas era que,
mientras unos -las derechas- se aferraban al paradigma de la libertad de
mercado viendo a la intervención pública como una amenaza individual y
colectiva que ponía trabas al desarrollo económico, otros -las izquierdas- veían necesaria esa intervención pública para efectuar una redistribución de bienes y servicios más justa.
Un paradigma de este binomio ha sido, desde siempre, el urbanismo. En
términos simples, la propaganda ideológica-mediática considera que unos
-derechas- propugnan un desarrollo urbanístico intensivo alabando el
bienestar económico que proporciona la generación de puestos de trabajo
en la industria de la construcción y auxiliares y otros -izquierdas-
consideran necesario ponderar los perjuicios que conlleva la
urbanización intensiva: reducción de espacios verdes, contaminación,
inhabitabilidad de las ciudades y, en suma, deterioro en cuanto a la
calidad de vida de los ciudadanos.En Gijón, la supuesta izquierda
siempre nos vendió la moto de la sostenibilidad ambiental, del fomento
de los espacios verdes, de lucha contra la contaminación y, en fin, de
reformar esta ciudad para hacerla más habitable y saludable.
Ahora
la ciudadanía gijonesa contempla, atónita, cómo son los partidos de la
izquierda gobernante son los que impiden la unanimidad de una propuesta
fundamental para el futuro de la ciudad: la conversión del espacio
llamado "El Solarón" en un espacio verde, propuesta razonable ya no sólo
desde un punto de vista social y ambiental sino también económico: la
venta de las parcelas -la malventa- sólo aportaría un 7% del coste total
de la operación -construcción de una estación intermodal y obras
complementarias- que pretende justificar la misma.
En Gijón, constatamos estupefactos que sea la oposición
-mayoritariamente formada por partidos de centro-derecha- la que frene
el proyecto especulativo del Solarón, mientras que los partidos
gobernantes justifican su incongruente postura con argumentos tan
absurdos como los esgrimidos por una concejala del partido gobernante
que advierte del riesgo de gentrificación -aumento del valor de los
inmuebles cercanos- cuando se convierten espacios públicos en parques.
Vergonzoso
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