“Hoy la democracia simplemente se equipara a la existencia de mercados libres, abiertos y desregulados”, entrevista a Wendy Brown
Autores: IGNASI GOZALO-SALELLAS
/
ÁLVARO GUZMÁN BASTIDA / HÉCTOR MUNIENTE
Fuente: Contexto y Acción
Andy Brown, Nueva York, 30 de Noviembre de 2017 |
Tras rastrear de la mano de David Harvey los flujos
del capital por el mundo y su impacto en la política, el clima y la
sociedad, la serie Qué hacer. EE.UU en la era Trump avanza con
la entrevista a la politóloga Wendy Brown. Brown es una de las analistas
más refinadas del neoliberalismo. Situando el foco en fenómenos tan
dispares como las grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley, la
Universidad, la pérdida de soberanía popular, las dietas alimenticias o
el muro fronterizo prometido por Trump, Brown nos ofrece múltiples
ejemplos de los largos tentáculos del proyecto neoliberal y de los
estragos que tal expansión provoca. Sin embargo, donde Harvey observaba
continuidad y profundización neoliberal en la elección de Trump, Brown
descubre una nueva versión "autoritaria, proteccionista y nacionalista”
del mismo régimen. No deberíamos, pues, dar por acabado el
neoliberalismo.
"Hoy la democracia simplemente se equipara a la existencia de mercados capitalistas libres, abiertos y desregulados, solo a veces combinados de manera mínima con elecciones modestamente libres"
En el libro coral ¿Democracia en qué estado? usted habla de cómo la democracia se ha convertido de alguna forma en un significante vacío, y pone como ejemplo la figura de Barack Obama. ¿Puede explicar mejor esta aparente ambigüedad y cuándo comienza este proceso?
Lo que me preocupa de la democracia hoy en día cuando me refiero a ella como un significante vacío, y del peligro que conlleva que sea un significante vacío, es que eso permite que se la apropien, que la enarbolen o la manipulen con fines de todo tipo. Hoy la democracia simplemente se equipara a la existencia de mercados capitalistas libres, abiertos y desregulados, solo a veces combinados de manera mínima con elecciones modestamente libres. El concepto mismo de democracia y sus principios básicos –igualdad, libertad, soberanía popular– se ha resignificado en un sentido orientado al mercado. De ese modo, la igualdad simplemente significa el derecho a competir los unos con los otros, en un mundo de ganadores y perdedores. La libertad, de nuevo, pasa a significar simplemente libertad de la regulación, la libertad de cada uno para hacer lo que quiera como ciudadano individual o como un pedazo de capital. Y la soberanía popular se vuelve algo incoherente, porque el neoliberalismo no deja espacio para que la gente se gobierne, en lugar de limitarse a expresar sus preferencias.
Cuando analiza el uso de tal concepto, usted propone por un lado los casos de Berlusconi o Bush, pero por el otro a pensadores como Derrida y Balibar o bien tradiciones políticas como el comunismo italiano o el movimiento palestino Hamas. ¿Quiere decir con esto que la democracia es un concepto legitimador o más bien una constante forma de borrar significados previos u originales?
La captura de la democracia por parte del neoliberalismo supone un problema grave. Reina la certidumbre, entre los intelectuales neoliberales y los políticos, de que los mercados deciden mejor que la gente. Las democracias, pues, deben limitarse a encontrar al mejor gestor de los mercados que engloba un país. Así, no debe sorprendernos una de las tendencias más claras de los cuarenta años de despliegue del neoliberalismo: cada vez más empresarios entran en política, persuadiendo a la población de sus capacidades en base a su experiencia en los negocios. Trump, sin duda, encarna eso como nadie. Se presenta diciendo: “Soy el mejor negociador. Sé cerrar tratos mejor que nadie. Conviene recordar que el Primer Ministro de Tailandia, en los años noventa se autoproclamó literalmente el Director Ejecutivo (CEO) de Tailandia. Y no lo dijo en broma.
"Hoy la democracia simplemente se equipara a la existencia de mercados capitalistas libres, abiertos y desregulados, solo a veces combinados de manera mínima con elecciones modestamente libres"
En el libro coral ¿Democracia en qué estado? usted habla de cómo la democracia se ha convertido de alguna forma en un significante vacío, y pone como ejemplo la figura de Barack Obama. ¿Puede explicar mejor esta aparente ambigüedad y cuándo comienza este proceso?
Lo que me preocupa de la democracia hoy en día cuando me refiero a ella como un significante vacío, y del peligro que conlleva que sea un significante vacío, es que eso permite que se la apropien, que la enarbolen o la manipulen con fines de todo tipo. Hoy la democracia simplemente se equipara a la existencia de mercados capitalistas libres, abiertos y desregulados, solo a veces combinados de manera mínima con elecciones modestamente libres. El concepto mismo de democracia y sus principios básicos –igualdad, libertad, soberanía popular– se ha resignificado en un sentido orientado al mercado. De ese modo, la igualdad simplemente significa el derecho a competir los unos con los otros, en un mundo de ganadores y perdedores. La libertad, de nuevo, pasa a significar simplemente libertad de la regulación, la libertad de cada uno para hacer lo que quiera como ciudadano individual o como un pedazo de capital. Y la soberanía popular se vuelve algo incoherente, porque el neoliberalismo no deja espacio para que la gente se gobierne, en lugar de limitarse a expresar sus preferencias.
"La captura de la democracia por parte del neoliberalismo supone un problema grave. Reina la certidumbre, entre los intelectuales neoliberales y los políticos, de que los mercados deciden mejor que la gente"
Cuando analiza el uso de tal concepto, usted propone por un lado los casos de Berlusconi o Bush, pero por el otro a pensadores como Derrida y Balibar o bien tradiciones políticas como el comunismo italiano o el movimiento palestino Hamas. ¿Quiere decir con esto que la democracia es un concepto legitimador o más bien una constante forma de borrar significados previos u originales?
La captura de la democracia por parte del neoliberalismo supone un problema grave. Reina la certidumbre, entre los intelectuales neoliberales y los políticos, de que los mercados deciden mejor que la gente. Las democracias, pues, deben limitarse a encontrar al mejor gestor de los mercados que engloba un país. Así, no debe sorprendernos una de las tendencias más claras de los cuarenta años de despliegue del neoliberalismo: cada vez más empresarios entran en política, persuadiendo a la población de sus capacidades en base a su experiencia en los negocios. Trump, sin duda, encarna eso como nadie. Se presenta diciendo: “Soy el mejor negociador. Sé cerrar tratos mejor que nadie. Conviene recordar que el Primer Ministro de Tailandia, en los años noventa se autoproclamó literalmente el Director Ejecutivo (CEO) de Tailandia. Y no lo dijo en broma.
"Hemos tenido una serie de sentencias del Tribunal Supremo que, basándose en razonamientos jurídicos neoliberales, han permitido la entrada de financiación corporativa y capital financiero para, en esencia, comprar nuestras elecciones"
Su extenso trabajo en el ámbito de la ciencia
política se ha basado en elaborar, entre otros conceptos, una teoría del
neoliberalismo o, como usted lo denomina, la “razón neoliberal”. Para
ello, sitúa al filósofo francés Michel Foucault como el punto de
irradiación de una ideología que llegará en la actualidad a ámbitos como
la educación universitaria, la ley o los gobiernos. ¿Nos puede poner
ejemplos concretos en el caso de Estados Unidos?
Algunas de las maneras concretas en las que la
neoliberalización ha avanzado hasta afectar también a la democracia
incluyen, por ejemplo, las maniobras sucesivas para privatizar bienes
anteriormente públicos. Hay muchos casos en EE.UU, aunque quizá uno de
los mejores ejemplos sea la privatización de las universidades públicas,
algo que también ha sucedido en gran parte de Europa. Otro ejemplo es
la privatización de los parques, que siguen siendo accesibles al
público, pero se financian con cuotas al usuario. Si quieres acceder al
parque, tienes que pagar. Quizá lo más importante en tanto a que atañe a
la democracia en sí misma, y de nuevo con EE.UU como ejemplo, es la
inundación del proceso electoral con dinero de las grandes
corporaciones. Hemos tenido una serie de sentencias del Tribunal Supremo
que, basándose en razonamientos jurídicos neoliberales, han permitido
la entrada de cantidades ilimitadas de financiación corporativa y
capital financiero para, en esencia, comprar nuestras elecciones.
"Hay que pensar más allá: el neoliberalismo no entiende de partidos. Hay neoliberales de izquierdas y neoliberales de derechas (...) Estamos ante un mundo muy moderno, socialmente progresista, gay, en cierto modo feminista, que hace guiños a la multiculturalidad y sin embargo es consumadamente neoliberal, contrario a la intervención del estado y favorable a los mercados y el gran capital financiero"
Un aspecto relevante de su teoría es que esta ideología ha llegado a transformar tanto los principios fundamentales de las instituciones democráticas liberales como la de los imaginarios democráticos más radicales.
"Hay que pensar más allá: el neoliberalismo no entiende de partidos. Hay neoliberales de izquierdas y neoliberales de derechas (...) Estamos ante un mundo muy moderno, socialmente progresista, gay, en cierto modo feminista, que hace guiños a la multiculturalidad y sin embargo es consumadamente neoliberal, contrario a la intervención del estado y favorable a los mercados y el gran capital financiero"
Un aspecto relevante de su teoría es que esta ideología ha llegado a transformar tanto los principios fundamentales de las instituciones democráticas liberales como la de los imaginarios democráticos más radicales.
Hay que pensar más allá: el neoliberalismo no entiende
de partidos. Hay neoliberales de izquierdas y neoliberales de derechas.
Es algo que sabemos desde Mitterrand en Francia, pasando por Blair en
Inglaterra y los Clinton en EE.UU. Ellos también basaron su experiencia,
su reputación y su legitimidad en ser buenos privatizadores, expertos
en negociar acuerdos, y en ser lo que aquí llamamos ‘empollones de la
política’. Es importante que recordemos que en EE.UU fue Bill Clinton el
que, según sus propias palabras “terminó con el estado del bienestar
tal y como lo conocíamos”. Fue el fin del estado de bienestar, anunciado
a bombo y platillo por los Clinton mientras hacían gestos simbólicos
hacia cuestiones de justicia social.
Y luego está en este país lo que podemos llamar el
‘neoliberalismo de Silicon Valley’. El centro global de la innovación
tecnológica y la creatividad es un mundo decididamente neoliberal. Cree
en la desregulación absoluta, la privatización, la libertad individual y
las grandes cantidades de capital riesgo. Estamos ante un mundo muy
moderno, socialmente progresista, gay, en cierto modo feminista, que
hace guiños a la multiculturalidad y sin embargo es consumadamente
neoliberal, contrario a la intervención del estado y favorable a los
mercados y el gran capital financiero.
"Nos imaginamos que somos libres pero, en realidad, nunca hemos estado más autorregulados"
Se refiere también al aspecto espiritual o subjetivo del neoliberalismo. ¿Podría desarrollar esta idea?
Hay otro aspecto importante del neoliberalismo, que es
la transformación de uno mismo, o del sujeto. En cierta medida, no
tiene demasiado que ver con la monetización, sino con todo un abanico de
prácticas que incluyen, por ejemplo, las dietas que miden las calorías,
el ejercicio, la educación, el ocio, el contabilizar la cantidad de
hierro y otros nutrientes que ha ingerido uno. Calcular si tal o cual
inversión en la educación reportará mayores beneficios para nuestro
capital humano. Todo esto nos hace cómplices, y a menudo partidarios de
las políticas de privatización y desregulación, pero también hace de
sujetos altamente gobernados. Nos imaginamos que somos libres pero, en
realidad, nunca hemos estado más autorregulados.
Señala que los muros entre naciones son hoy en
día el mejor ejemplo de cómo la disminución de la soberanía de los
estados en el nuevo escenario de poder global genera una nueva ansiedad
nacionalista...
Mi manera de leer este fenómeno no es tanto que los
muros mantengan a raya las diferentes cosas que ciertos países quieran
excluir, como el terrorismo, las armas, las drogas, la inmigración, etc.
Más bien, sirven para movilizar un imaginario particularmente
nostálgico del pasado de una nación. Trump es muy eficaz a la hora de
movilizar esa respuesta racializada y xenófoba a los efectos de la
globalización, igual que hacen la mayoría de los políticos de derecha.
Marine Le Pen, el partido Alternativa para Alemania, todos los partidos
de extrema derecha consiguen desviar los males de la globalización y el
neoliberalismo hacia la figura del inmigrante oscuro, criminalizado y
terrorista. “America first”, “América primero”, “América para los
americanos”, y todo el resto son agentes contaminantes. Destruyen
nuestra comunidad, la imagen de lo que somos.
¿Puede explicar en qué es diferente lo que representa el muro de Trump del antiguo muro de Berlín, por ejemplo?
Lo que hace Trump cuando dice que “no se puede tener
un país sin frontera” es dirigirse precisamente a una triple ansiedad o
miedo por parte de sus votantes: primero, que los trabajos desaparecen
porque se los llevan a otros lugares; después, que los inmigrantes
entran en masa para robar el trabajo de la población autóctona; y
finalmente, que la amenaza del terrorismo y del crimen también se cuela
por la frontera, y que se supone que el muro detendrá todas esas
tendencias. El ejemplo perfecto es el muro fronterizo entre EEUU y
México, que en realidad no ha cambiado la cantidad de inmigrantes. Esa
cantidad sube y baja dependiendo de la demanda de fuerza de trabajo
indocumentada en EE.UU. Pero sirve para construir un imaginario de
nación. Imaginamos que somos una nación blanca sitiada por riadas de
inmigrantes no deseados, drogas y todo lo demás, y que levantamos una
barricada contra eso para proteger nuestra existencia civilizada y
purificada.
¿Podemos afirmar, entonces, que Trump
representa un giro proteccionista que da por acabado la hegemonía
ideológica del neoliberalismo?
Trump está atrapado por la clásica encrucijada
neoliberal-neoconservadora, que por un lado pretende recortar impuestos,
y por tanto los ingresos del estado, y por otro lado tiene un plan de
inversiones en infraestructura descomunal, tanto a nivel militar como de
construir el nuevo muro. Los pequeños elementos protofascistas de una
economía política construida en torno a un proyecto nacionalista basado
en la construcción de infraestructuras a gran escala, el levantamiento
del muro y demás están a punto, pero la base económica sigue atrapada
por la lógica neoliberal de recortes, privatización y desregulación, de
modo que no funcionará. Los verdaderos principios no pasan por
cuestionar el valor máximo del mercado. Lo que buscan es volver a
afianzar las economías neoliberales a nivel nacional. Esta versión
concreta de un neoliberalismo autoritario, proteccionista y nacionalista
que vemos hoy en día no supone el fin de la neoliberalización. Pero sí
creo que estamos, sin duda, ante un nuevo capítulo.