El banco malo solo vende un tercio de sus activos tóxicos
Cuando se acerca a la mitad de su vida, Sareb solo ha colocado un
tercio de los préstamos e inmuebles que compró a la banca tras el
estallido de la burbuja. A las vicisitudes del mercado, suma una mala
gestión comercial que desanima a los potenciales compradores.
Definitivamente, Sareb no parece manejarse muy bien en el mercado
inmobiliario. En términos de ventas al menos. La misión de este llamado
‘banco malo’ era vender en 15 años de vida activos tóxicos —propiedades
inmobiliarias y préstamos sobre ellas procedentes de la banca— por valor
de casi 51.000 millones de euros y, cuando roza la mitad de mandato, se
ha desecho solo de aproximadamente un tercio. Y, aunque probablemente
no sea el problema mayor, la idoneidad de su estructura para el comercio
puro y duro parece ser una de las razones.
Lo contaba la semana pasada la versión online de Bloomberg. Bajo el titular Spain Has a $38 Billion Property Hangover
(algo así como “A España le sobran 34 millones de euros en
propiedades”), cuenta el caso de un comprador que contactó con Sareb
interesado en un terreno alrededor de un campo de golf sin terminar en
el sur de España; una oportunidad para la Sareb, en principio, para
tachar una propiedad problemática de su interminable lista. Pero después
de 18 meses de negociaciones infructuosas con nueve personas diferentes
de Sareb y la empresa de servicios subcontratada que posee los derechos
de venta, el comprador se retiró.
Obviamente, las escasas
opiniones particulares que sobre Sareb existen en Google no pueden
tomarse como fuente fiable. Pero sí resulta significativa que varias de
ellas coincidan en esa pauta de comportamiento: “Pésima gestión (…).
Esperando más de tres meses para firmar la venta de un piso al que
pusieron ellos el precio”, critica uno de esos mensajes. “Nula capacidad
de resolución de problemas y tiempos de espera larguísimos”, se queja
otro usuario.“A tres días de la fecha
límite de firma, con todos los papeles arreglados, me dicen que no les
da tiempo a firmar y me mandan al desistimiento”, añade un tercer. “Me
he puesto en contacto con ellos un par de veces para comprar un piso y
ha sido imposible. Toman nota, pero no te lo enseñan. Al final te vas a
una inmobiliaria de las de toda la vida”, relata otro de los mensajes
encontrados.
Y eso que la oferta, según la consultora de
banca de inversión Evercore, es la más grande de Europa y se extiende,
además, por toda España, incluyendo desde castillos medievales, hasta
casas de campo, viviendas en pueblos, fincas agrícolas y ganaderas,
chalés frente a la costa, obras nueva y suelos de todo tipo.
Recordemos.
La Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración
Bancaria (Sareb) se creó en 2012 para ayudar al saneamiento del sector
financiero español tras el estallido de la llamada burbuja inmobiliaria,
grosso modo, para librarle de la carga que suponía la
acumulación en sus manos de decenas de miles de préstamos e hipotecas
impagados y propiedades de difícil o imposible salida. Fue, además, una
condición impuesta por la Unión Europea para otorgar ayuda financiera a
España. “Así —explica la propia Sareb en su web—, el acuerdo establece
la creación de una gestora a la que transferir los actividades
inmobiliarias de las entidades que atravesaban dificultades, con el
objetivo de reducir los riesgos de las mismas y liquidar de forma
ordenada los activos problemáticos”.
En total, el banco malo
—como se le llamó por hacerse con tanto sobrante procedente de los
bancos, aunque su actividad poco tiene que ver con la uno de ellos—
recibió unos 200.000 activos, un 20% de ellos inmobiliarios y el 80%
financieros, por valor de 50.781 millones de euros. Su misión es, en
teoría, simple: en un plazo de 15 años, hasta noviembre de 2027, debe
venderlos y recuperar esos casi 51.000 millones que fueron pagados en su
día con bonos avalados por el Tesoro Público, es decir que si las cosas
no salen bien el erario público se verá afectado.
Y las cosas, efectivamente, no van por el camino deseado. Según el
informe de gestión de la Sareb, desde 2012 ha conseguido vender activos
por valor de unos 17.145 millones, es decir, el 33,8% del total, lo que
supone que mantiene en su poder bienes financieros e inmobiliarios por
valor de 33.636 millones. La deuda, sin embargo, ha disminuido un poco
menos: de los casi 51.000 millones que recibió ha devuelto poco más de
15.021, un 29,6%, lo que supone que aún debe 35.759 millones de euros.
La
supuesta falta de agilidad de las estructuras de venta de la que
hablamos al inicio es solo una de las razones. “Tratamos de garantizar
que los clientes inversores reciban el servicio que merecen, pero es
posible que no siempre sea así”, declaraba a Bloomberg el presidente de
la Sareb, Jaime Echegoyen. El equipo formado con prisas tras el
nacimiento de la Sareb dejó la comercialización de los bienes en manos
de cuatro empresas, que reciben comisiones por ello, pertenecientes a
los bancos que pusieron dinero para su funcionamiento —como Banco
Santander y Caixa Bank que, entre otros, se hicieron con el 55% de la
propiedad, mientras que el Estado se quedó con el otro 45% tras aportar
2.192 millones—. Sus intereses no tienen por qué coincidir con los de la
Sareb: mientras esta pueda aceptar ciertas pérdida en una operación,
las empresas no están siempre dispuestas a conformarse con precios más
bajos que mermen sus comisiones. Además, las cuatro han sido vendidas a
lo largo de estos años a fondos de inversión: Cerberus Capital
Management LP compró Haya Real Estate SAU a Bankim; el doBank de Italia
adquirió un 85% de Altamira Asset Management; Caixa Bank SA vendió
Servihabitat SA a Lone Star Funds e Intrum AB compró Solvia Servicios
Inmobiliarios SL al Banco de Sabadell.
De hecho, el último
informe de gestión de la Sareb, del primer trimestre de 2019, explica
que, ante el próximo vencimiento de los contratos con estas cuatro
administradores, ha decidido estudiar alternativas para “fortalecer la
eficacia y la agilidad en la gestión de su cartera”, contemplando el
establecimiento de cinco delegaciones territoriales entre otras medidas.
Pero, como decíamos, hay otras razones para explicar las
dificultades de la Sareb para cumplir los objetivos con los que fue
creada. Muchos de los activos que le llegaron están sobrevalorados, es
decir, se pagaron por ellos más de lo que realmente valían, según
reconocía el propio Echegoyen el pasado mes de marzo en una
comparecencia ante el Congreso de los Diputados, entre otras razones
porque no hubo tiempo por parte de la entidad para hacer una correcta
tasación. Esas “correcciones de valor”, según el término utilizado para
referirse a este desfase, supera los 5.000 millones de euros.
No
es la mejor situación, por tanto —y esta es otra de las dificultades—
para acogerse a las ventas en bloque que podrían ayudar a la Sareb a
aliviar su carga, a pesar de haber recibido propuestas para hacerlo de,
por ejemplo, Goldman Sachs. Por un lado, los bancos, que al fin y al
cabo también tienen sus propios intereses inmobiliarios, no ven con
buenos ojos la ampliación de la oferta en el mercado que ello supondría
—con la consiguiente pérdida de valor de sus propiedades— y, por otro,
Sareb no puede ofrecer los descuentos —y la consiguiente pérdida de
ingresos, ya de por sí mermados— que tales operaciones implican.
A
pesar de todo, Echegoyen defiende la labor de Sareb. “Hemos salvado el
sistema financiero español —dijo a Bloomberg—. No significa que Sareb
fuera el caballero blanco, pero éramos parte de un caballero blanco, tal
vez el escudo, la lanza o el caballo”.