Orden ESS/1554/2016, de 29 de septiembre, por
la que se regula el procedimiento para el registro y publicación de las
memorias de responsabilidad social y de sostenibilidad de las empresas,
organizaciones y administraciones públicas.
Publicado en:
«BOE» núm. 238, de 1 de octubre de 2016, páginas 70263 a 70270 (8 págs.)
Queremos en este nuevo curso en ‘El Asombrario’ seguir insistiendo en esos libros imprescindibles e imperecederos que nos ayudan a montar una biblioteca ecológica y a amueblar la cabeza para entender realmente dónde estamos. Abrimos estas nuevas entregas con ‘Lo pequeño es hermoso’, publicado en 1973 por el economista y estadístico germano-británico E. F. Schumacher (1911-1977),
un referente para los críticos con los sistemas económicos de
Occidente. Su esencia: “El ser humano es pequeño y, por lo tanto, lo
pequeño es hermoso. Perseguir el gigantismo es buscar la autodestrucción”.
A esta Ventana Verde que se abre a la cultura verdaderamente
sostenible vamos trayendo libros -unos clásicos, otros actuales- que
nos hacen pensar en otra relación con el planeta. Hemos hablado de los
trabajos de Joaquín Araújo, de Julio Vías, Víctor J. Hernández, Juan
Varela y Antonio Sandoval, de Gustavo Duch y Jordi Pigem, de Thoreau
-por supuesto-, Naomi Klein… Hoy nos detenemos en una obra de
referencia: Lo pequeño es hermoso, un trabajo publicado en 1973
y traducido a más de 30 lenguas, que ya en aquella década de puro
desarrollismo ciego se mostraba visionario alertando sobre determinados
asuntos de riesgo, como nuestra dependencia de los combustibles fósiles,
la entrega acrítica al crecimiento del PIB sin más matices y el saludo a
la energía nuclear como la gran salvación. Como se señala en la
contraportada de la edición de Akal de 2013, “es un vigoroso alegato
contra una sociedad distorsionada por el culto al crecimiento
económico”. Un libro que el periódico The Times ha elegido entre los 100 más importantes publicados a partir de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque en algunos capítulos se ha quedado obviamente desfasado, Lo pequeño es hermoso
nos sigue conmoviendo en lo esencial de su mensaje. Lo encontramos en
la página 37: “¿Cómo hacer para comenzar a desmantelar la codicia y la
envidia? Tal vez comenzando a ser menos codiciosos y envidiosos nosotros
mismos, o evitando la tentación de permitir que nuestros lujos se
conviertan en necesidades y por un sistemático análisis de nuestras
propias necesidades para encontrar la forma de simplificarlas y
reducirlas. Si no tenemos fuerzas para hacer ninguna de estas cosas,
¿podríamos, por lo menos, dejar de aplaudir el tipo de progreso
económico que adolece de falta de bases para la permanencia y a la vez
dar nuestro apoyo, por modesto que sea, a quienes no teniendo temor de
ser tildados de excéntricos trabajan por la no violencia como ecólogos,
protectores de la vida salvaje, promotores de la agricultura orgánica,
productores caseros, etc…? Un gramo de práctica es generalmente más
valioso que una tonelada de teoría”. Y justo es recordar aquí nuestra
entrega de hace unas semanas de la Ventana Verde en torno al documental Mañana,
que muestra pequeñas prácticas, ejemplos ya en marcha, de cómo
emprender una relación diferente con la Tierra para asegurarnos el
futuro.
Tengamos en cuenta que todo esto fue escrito a comienzos de los
setenta, y que por entonces, en 1972, la ONU convocó en Estocolmo la
primera gran conferencia mundial sobre cuestiones medioambientales y que
el término “desarrollo sostenible” no se acuñó oficialmente hasta los
años 80 en el famoso Informe Brundtland, tomando el nombre de la primera
ministra noruega Gro Harlem Brundtland, y también dentro del ámbito de
Naciones Unidas.
Ya Schumacher arremetía hace más de 40 años contra la consideración
sagrada del crecimiento del Producto Nacional Bruto (o PIB, Producto
Interior Bruto) como el mejor indicador de progreso para un Estado y sus
ciudadanos. Leemos: “La idea de que puede haber un crecimiento
patológico, un crecimiento enfermizo, un crecimiento desordenado o
destructivo, es una idea perversa que no debe permitirse aflorar. Una
pequeña minoría de economistas ha comenzado a preguntarse hasta dónde
puede llegar el crecimiento, dado que el crecimiento infinito dentro de un medio ambiente finito es obviamente un imposible”.
Otro aspecto que me llama especialmente la atención de este libro es
su aproximación al pensamiento budista para resaltar cómo nos hemos
desviado de la función principal de lo que debería ser el trabajo:
permitir desarrollar al ser humano sus facultades en beneficio propio y
de la sociedad; y cómo lo hemos transformado en una especie de
obligación/esclavitud en la que la mayoría de la gente no puede
disfrutar con lo que ocupa la mayor parte de su tiempo. Escribe
Schumacher: “Sería poco menos que criminal organizar el trabajo de tal
manera que llegue a ser algo sin sentido, aburrido, que idiotice y
enerve al trabajador; eso indicaría una mayor preocupación por las
mercancías que por la gente, una diabólica falta de compasión y un grado
de inclinación hacia el lado más primitivo de la existencia que
destruye el alma”. “Igualmente, esforzarse por el ocio como una
alternativa al trabajo sería considerado como una total
malinterpretación de una de las verdades básicas de la existencia
humana, es decir, que el trabajo y el ocio son partes complementarias de
un mismo proceso vital y no pueden ser separadas sin destruir el gozo
del trabajo y la felicidad del ocio”.
Miramos a nuestro alrededor en pleno 2016, ¿y qué vemos? ¿Cuánta
gente conocemos que realmente no separe la felicidad que le aporta su
tiempo libre de sus obligaciones laborales? ¿Podemos llamar a eso, como
nos han hecho creer, Estado del Bienestar? ¿No sería mejor, entonces, y aprovechando las matizaciones verbales del idioma castellano, apostar por un Estado del Bienser, o del Bienvivir?
Schumacher, formado en Bonn, Berlín, Oxford y la Universidad de
Columbia en Nueva York, insistía en el valor crucial de la educación
para reorientar nuestra autodestructiva civilización, como hizo otro
gran pensador-economista, José Luis Sampedro, en nuestro país: “Una
educación que no consiga clarificar nuestras convicciones centrales es
meramente un entrenamiento o un juego. Porque son nuestras convicciones
centrales las que están en desorden y, mientras la presente actitud
antimetafísica persista, tal desorden irá de mal en peor. La educación,
lejos de ser el más grande recurso del hombre, será un agente de
destrucción”.
Schumacher incluso mira 20 años atrás para citar a los ecologistas Tom Dale y Vernon Gill Carter, y su libro de 1955 El suelo y la civilización: “El
hombre es una criatura de la naturaleza (no es el señor de la
naturaleza). Debe conformar sus acciones dentro de ciertas leyes
naturales si es que desea mantener su dominio sobre el medio ambiente.
Cuando trata de eludir las leyes de la naturaleza, usualmente destruye
el medio ambiente natural que le sostiene. Y cuando ese medio ambiente
en el que él vive se deteriora rápidamente, su civilización declina.
Alguien ha dado una muy breve descripción de la historia diciendo que
‘el hombre civilizado ha cruzado la superficie de la tierra y dejado un
desierto tras sus huellas”. Palabras que hoy, 60 años después, muchos
siguen sin asumir, incluidas las fuerzas políticas más reaccionarias que
nos representan en los Parlamentos. Causa estupor, por decirlo
brevemente.
Incluso mira mucho más atrás: “En Proverbios leemos que el
hombre justo tiene cuidado de los animales, pero que el corazón del
perverso no tiene misericordia, y Santo Tomás de Aquino escribió: ‘Es
evidente que si un hombre practica un cariño compasivo por los animales
ha de estar más preparado aún para sentir compasión por su prójimo’. Lo
que se aplica a los animales que están sobre la tierra también se
aplica, igualmente, y sin ninguna sospecha de sentimentalismo, a la
tierra misma”.
Y pone el dedo en lo que para mí es una de las heridas más importantes de nuestra civilizada sociedad: “En nuestra época el principal peligro en relación con el suelo, y por extensión con la agricultura y la civilización
en su conjunto, se origina en la decisión del hombre de la ciudad de
aplicar los principios de la industria a la agricultura. (…) Ahora bien,
el principio fundamental de la agricultura es que trata con la vida, es
decir, con sustancias vivas. Sus productos son el resultado de los
procesos de la vida y su medio de producción es el suelo viviente”.
Sobre la energía nuclear, un párrafo contundente: “Ningún grado de
prosperidad podría justificar la acumulación de grandes cantidades de
sustancias altamente tóxicas que nadie conoce cómo hacer seguras y que
constituyen un peligro incalculable para toda la creación durante
periodos históricos e incluso geológicos. Hacer tal cosa es una
transgresión en contra de la vida misma, una transgresión infinitamente
más seria que cualquier crimen perpetrado por el hombre. La idea de que
una civilización podría mantenerse a sí misma sobre la base de tales
transgresiones es una monstruosidad ética, espiritual y metafísica.
Significa conducir los asuntos económicos del hombre como si la gente
realmente no importara nada”.
Y sobre el liberalismo a ultranza, sin medidas de control que
permitan sociedades más tranquilas e igualitarias, que tanto daño causa
-y lo estamos comprobando de manera cruda en los últimos años en este
planeta de mercaderes-, duras palabras de Schumacher: “La fuerza de la
idea de la empresa privada yace en su simplicidad aterradora. Sugiere
que la totalidad de la vida puede ser reducida a un aspecto:
beneficios”. Cree que el ser humano puede moverse -y de hecho se mueve-
por otros aspectos de la vida, como la bondad, la verdad y la belleza,
“pero como hombre de negocios se preocupa sólo de los
beneficios”. “En relación a esto, la idea de la empresa privada se
adecua exactamente a la idea de El Mercado, al que, en un capítulo
anterior, denominé ‘la institucionalización del individualismo y de la
irresponsabilidad’. De la misma manera, se adecua perfectamente a la
tendencia moderna hacia la total cuantificación, a expensas de la
apreciación de las diferencias cualitativas, porque a la empresa privada
no le preocupa qué es lo que produce, sino cuánto es lo que gana con la
producción”.
En el Boletín Oficial del Estado de 6 de octubre
de 2015 se publicó la Ley 42/2015, de 5 de octubre, de reforma de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, en cuya disposición adicional primera se modifica el
artículo 1964 del Código Civil, artículo dedicado al plazo de prescripción de
las acciones hipotecaria y personales que no tengan un plazo específico para
prescribir.
Con la nueva redacción del Art. 1964 del CC el
plazo de prescripción para el ejercicio de acciones personales que no tuvieran
previsto un plazo especial se reduce pasando de quince años a cinco años.
También se especifica que el plazo de inicio de la prescripción comienza “desde
que pueda exigirse el cumplimiento de la obligación” y que “en las obligaciones
continuadas de hacer o no hacer (esto es, las obligaciones continuadas o de
tracto sucesivo)el plazo comenzará cada
vez que se incumplan anterior a esta modificación”.
Esta modificación afecta de lleno al ámbito de
las relaciones jurídicas entre los consumidores y los empresarios toda vez que
afecta a las obligaciones que puedan surgir de la celebración de un contrato de
compraventa y no tengan plazo de prescripción específico. También a la acción
de resolución de un contrato por incumplimiento o a las acciones derivadas de
un defectuoso cumplimiento (entrega de cosa distinta o con defectos impropios
“aliud pro alio”).
La reducción del plazo de prescripción entró en
vigor el 7 de octubre de 2015, debiendo aplicarse conforme a lo previsto en la
disposición transitoria quinta de la Ley 42/2015, que se remite al artículo
1939 del Código Civil; este precepto, a su vez, dispone que “la
prescripción comenzada antes de la publicación de este código se regirá por las
leyes anteriores al mismo; pero si desde que fuere puesto en observancia
transcurriese todo el tiempo en él exigido para la prescripción, surtirá ésta
su efecto, aunque por dichas leyes anteriores se requiriese mayor lapso de
tiempo”.
Ello quiere decir que si el plazo de prescripción se
iniciase antes del 7 de octubre de 2015, dicha prescripción tendrá lugar bien
cuando se alcance el plazo de 5 años desdede dicha entrada en vigor (7 de octubre de 2015) o bien la fecha en la
que finalice el plazo de quince años desde su inicio, si dicha fecha es
anterior a la primera.
48.000 personas cada año (8.000 más que en estudios precedentes) mueren prematuramente en Francia a causa de la contaminación atmosférica. Es la tercera causa después del tabaco y el alcohol. Este es el resultado de la investigación realizada por la agencia Salud Pública Francia y publicada este martes. El dato llega en un momento particularmente sensible para Francia, un país empeñado en transformar su modelo energético con drásticas medidas tendentes a acabar con los más nocivos contaminantes del aire como el diésel.
Como parece lógico, los efectos más perjudiciales para la salud se registran en las grandes ciudades, donde la esperanza de vida se puede reducir hasta en quince meses. Pero tampoco las áreas rurales quedan libres de la amenaza. En Francia, la esperanza de vida se recorta hasta en nueve meses en las áreas menos urbanizadas. Esto se debe a la contaminación que generan las ciudades e industrias próximas, pero también a los métodos agrícolas utilizados. "Es uno de los aspectos más novedosos de este estudio", explica Sylvia Medina, coordinadora del proyecto de vigilancia de aire y salud de la agencia francesa.
Francia ha iniciado la batalla contra los combustibles fósiles y a favor de las energías alternativas. En la capital, París, ya no pueden circular los vehículos pesados de más de catorce años. Desde el 1 de julio próximo tampoco podrán entrar en la ciudad (en horarios laborales)los coches diésel de más de veinte años.
El estudio publicado, tituladoImpactos sanitarios de la contaminación del aire en Francia: nuevos datos y perspectivas, arroja un resultado más preocupante que el último conocido y hecho público en 2005 con datos del año 2000 por parte de la Comisión Europea. En él se hablaba de hasta 40.000 muertes prematuras en Francia por la contaminación. El nuevo análisis ha contado con datos de 2008 y señala como principal causante del perjuicio para la salud a las partículas finas PM2,5 (las menores de 2,5 micrómetros de diámetro), justamente las que convierten al diésel en un combustible especialmente dañino.
“La cuestión es ahora saber si nosotros tenemos que seguir invirtiendo dinero en el desarrollo del diésel”, ha dicho desde Fráncfort el consejero delegado de Volkswagen Matthias Müller, informa France Presse. La marca alemana es la que ha originado el escándalo en torno al trucaje de las mediciones de contaminación de los vehículos. Francia es uno de los países donde más se utiliza el diésel. Los dos grandes constructores galos, Renault y PSA (Peugeot-Citroen), urgidos por los responsables políticos y las nuevas demandas del mercado, están realizando importantes inversiones en el desarrollo de vehículos más limpios.
Los resultados de este estudio son extrapolables a otros países y ciudades, indica Medina. El análisis europeo realizado en 2011 porel programa Aphekom señala que hay varias ciudades españolas con más micropartículas en el ambiente que París, como es el caso de Barcelona, Valencia, Sevilla y Granada. Madrid no participaba.
“Los resultados demuestran que los escenarios más ambiciosos de reducción de la contaminación logran importantes beneficios para la salud”, dice el estudio de esta agencia inscrita en el Ministerio de Sanidad. “Si el conjunto de los ayuntamientos lograra reducir las partículas finas al mismo nivel que las poblaciones menos contaminadas, se podrían evitar 34.000 muertes cada año, con una ganancia de esperanza de vida de nueve meses”. "Ese es el mensaje más positivo de nuestro estudio", añade Medina. "Se pueden tomar medidas para reducir muertes prematuras y, sobre todo, mejorar la calidad de vida de la gente".
Esta agencia ha analizado, además, la calidad del aire en 17 ciudades francesas entre 2007 y 2010 para conocer el impacto de los picos de contaminación en la población. El resultado es que tales picos tienen un efecto marginal. Lo más perjudicial es la exposición crónica a una alta contaminación.
El estudio propone como soluciones las ya conocidas y puestas en marcha con mayor o menor intensidad: modificar la composición de los carburantes, imponer peajes urbanos, fomentar el uso de la bicicleta, reducir el uso del coche y bajar las emisiones industriales. Las micropartículas penetran en el aparato respiratorio y de ahí entran en la corriente sanguínea. Producen problemas respiratorios, pero también favorecen enfermedades cardiovasculares y el desarrollo del cáncer, sobre todo de pulmón.