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sábado, 13 de octubre de 2018

En España, poner una jarra de agua en la mesa es un problema para algunos hosteleros


Así es, mientras que en otros países ni siquiera se discute el derecho al consumo de agua del grifo a la hora de comer en un restaurante ("tap water" se oye frecuentemente en todos los restaurantes de Londres; en París, hasta en los buenos restaurantes existen jarras de agua a disposición de los comensales) , aquí algunos hosteleros sacan la "brocha gorda" a la hora de argumentar en contra de esta sensata medida que beneficiaría a los consumidores españoles (a los que todavía les da vergüenza pedir agua del grifo en restaurante) y al medio ambiente, al reducir considerablemente los envases utilizados para embotellar el agua.

Los argumentos esgrimidos son de variado pelaje: desde el reconocimiento de que poner agua "gratis" (se olvidan que el que se sienta en una mesa a comer paga inexorablemente lo consumido) les supone pérdidas hasta el grotesco razonamiento que asimila el derecho del comensal a elegir el agua que consume con la situación de ocupación de mesas por tribus de turistas que sólo exijan su vaso de agua del grifo sin que el hostelero pudiera negarse a esa exigencia. Otros argumentos más "finos" esgrimen que dar agua del grifo al cliente que lo pida....sería inconstitucional.Penoso.

Todavía me acuerdo de la cruzada contra la Ley anti-tabaco, que ha salvado miles de vidas, fundamentalmente en el sector de la hostelería en los que los trabajadores se veían constantemente expuestos al humo del tabaco,  y que  ha sido la Ley más importante en materia de Salud Pública en España.

Esta es la noticia. 
A tortas por el agua gratis: los hosteleros ven "insultante" que les obliguen a poner jarras 

Unidos Podemos registró días atrás una propuesta no de ley para que bares y restaurantes estén obligados a ofrecer agua del grifo. La patronal se rebela: "Es inconstitucional" 

Los hosteleros andan a la gresca con la OCU y Facua y sobre todo con Unidos Podemos por lanzar una proposición no de ley para que bares y restaurantes ofrezcan agua gratis a quien la pida. Aseguran que nunca se ha negado un vaso de agua a nadie y creen que convertir en obligacion lo que hoy es una cortesía solo puede perjudicar sus negocios. "No conozco ninguna iniciativa, jamás, que haya pedido a una actividad productiva que regale su trabajo. Se nos puede sugerir, casi todos los bares te la dan si la pides, pero que por ley nos obliguen a regalar nuestro trabajo, diría que es hasta inconstitucional", protesta José Luis Yzuel, presidente de la Federación Española de Hostelería (FEHR). Del otro lado responden: "Ya hay que tener poca visión comercial para no saber convertir el agua gratis en una forma de captar clientes", afirma Rubén Sánchez, portavoz de la asociación de consumidores Facua.

La ley que obligaría al sector de la hostelería a ofrecer agua gratis es un asunto que colea desde hace más de un año, con diversos intentos a nivel autonómico que solo han cuajado en Navarra. Días atrás, Unidos Podemos dio un paso al frente y registró una proposición no de ley en el Congreso de los Diputados, es decir, instó al Gobierno a exigir a restaurantes y bares de toda España que ofrecezcan agua del grifo a quien la pida. La formación morada recoge así el guante de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que a finales de agosto lanzó la campaña #PideJarraDeAgua para concienciar a la población y recoger firmas.

Los hosteleros andan a la gresca con la OCU y Facua y sobre todo con Unidos Podemos por lanzar una proposición no de ley para que bares y restaurantes ofrezcan agua gratis a quien la pida. Aseguran que nunca se ha negado un vaso de agua a nadie y creen que convertir en obligacion lo que hoy es una cortesía solo puede perjudicar sus negocios. "No conozco ninguna iniciativa, jamás, que haya pedido a una actividad productiva que regale su trabajo. Se nos puede sugerir, casi todos los bares te la dan si la pides, pero que por ley nos obliguen a regalar nuestro trabajo, diría que es hasta inconstitucional", protesta José Luis Yzuel, presidente de la Federación Española de Hostelería (FEHR). Del otro lado responden: "Ya hay que tener poca visión comercial para no saber convertir el agua gratis en una forma de captar clientes", afirma Rubén Sánchez, portavoz de la asociación de consumidores Facua.

La ley que obligaría al sector de la hostelería a ofrecer agua gratis es un asunto que colea desde hace más de un año, con diversos intentos a nivel autonómico que solo han cuajado en Navarra (ver art. 24 de la Ley Foral 14/2018 de Residuos) . Días atrás, Unidos Podemos dio un paso al frente y registró una proposición no de ley en el Congreso de los Diputados, es decir, instó al Gobierno a exigir a restaurantes y bares de toda España que ofrecezcan agua del grifo a quien la pida. La formación morada recoge así el guante de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que a finales de agosto lanzó la campaña #PideJarraDeAgua para concienciar a la población y recoger firmas.

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viernes, 3 de agosto de 2018

El precio de los divorcios en España. Un divorcio contencioso puede costar hasta 15.000 euros



Acaba el amor y empiezan los gastos: Un divorcio contencioso puede costar hasta 15.000 euros

Fuente: CONSUMISTAS (El Mundo)
Un divorcio puede llegar a costar hasta 15.000 euros. No obstante, hay alternativas mucho más económicas. 

Alrededor de siete de cada 10 parejas españolas rompen su matrimonio cada año. Y cuando acaba el amor, empiezan los gastos. Abogado, procurador, mediador, notario... Un divorcio puede llegar a costar hasta 15.000 euros. No obstante, hay alternativas mucho más económicas.

El coste de un divorcio dependerá de varios factores. Principalmente, de si hay hijos de por medio y de los bienes que se tengan en común. Teniendo en cuenta esto, la opción más cara es el divorcio contencioso.

El coste de un abogado en estos casos oscila entre los 800 y 1.600 euros, según un estudio elaborado por la app Fintonic. "Si además quieres otorgarle poder al procurador, el gasto sube entre 200 y 400 euros", asegura el documento. Estos precios son tal altos ya que existen cuestiones que son, en muchos casos, muy difíciles de acordar: custodia de los hijos, régimen de visitas, qué hacer en caso de tener empresas o muchos bienes en común, etc.

De este modo, es conveniente optar por el divorcio de mutuo acuerdo, cuyo coste puede llegar a costar tan sólo 1.000 euros. Al ser un procedimiento más simple -la pareja puede tener el mismo procurador y estar asesorado por el mismo abogado-, el coste del abogado es mucho menor, desde los 400 euros. Si en vez de otorgarle poder al procurador, lo haces a una notaría, el gasto será de media de unos 50 euros, según Fintonic. "Este es uno de los procedimientos más rápidos, sencillos y económicos", aseguran desde la app para organizar el dinero y ahorrar.

Para poder recurrir a esta alternativa, se necesita la presentación de la demanda y del convenio regulador firmado por ambos cónyuges y ratificado en el juzgado de familia.

Sin embargo, desde la reforma de 2005 hay una opción todavía más barata y rápida: El divorcio exprés. Con esta esta opción, "puedes divorciarte sin tener que separarte judicialmente. Tampoco es necesario justificar el porqué del divorcio", explican desde Fintonic.

El divorcio exprés se hará efectivo aproximadamente en dos meses. Para ello, es imprescindible que la boda haya sido, como mínimo, tres meses antes, y que los dos cónyuges estén de acuerdo con los términos. Un divorcio de este tipo, sin hijos ni bienes en común, podría costar tan solo 100. Un divorcio con hijos pero sin bienes o al revés se encuentra alrededor de los 110. Y si tienes hijos y bienes, el precio asciende a los 120 euros.

¿Qué pasos debes seguir para minimizar el coste?

En primer lugar se debe pedir el presupuesto de lo que va a costar el trabajo de los diferentes profesionales. La mediación familiar a veces se presta de forma gratuita. Si no es así, la tarifa es libre, según cuentan desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). El coste de este servicio dependerá de la complejidad del proceso y del número de reuniones necesarias para llegar a un acuerdo, entre otras variables.

Respecto al abogado, se debe "pedir una hoja de encargo o nota de encargo profesional en la que se detalle cuánto va a costar el servicio exactamente y qué comprende -en partidas claramente desglosadas-", recomiendan desde la organización.

El procurador cobrará unos costes fijos por cada uno de los trámites de los que se encargue. Por su parte, el notario cobrará un coste que dependerá de la cuantía del patrimonio resuelto. Es importante recordar que en el caso de un divorcio de mutuo acuerdo, algunos de estos gastos se comparten.

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jueves, 12 de abril de 2018

Defensa del consumidor: Bruselas plantea un sistema de acción judicial colectiva para fraudes como el ‘dieselgate’

 

 Bruselas plantea un sistema de acción judicial colectiva para fraudes como el ‘dieselgate’ 

Los consumidores serán indemnizados y las multas podrán alcanzar el 4% de la facturación de las empresas



El País 

Europa presume de tener las mejores normas de protección al consumidor, pero los castigos por incumplirlas flaquean. El escándalo de las emisiones contaminantes en automóviles con motores diésel evidenció esas carencias. Mientras los consumidores estadounidenses recibían indemnizaciones por los coches trucados, Volkswagen, la compañía alemana responsable del fraude, rehusó ofrecer compensaciones en la UE porque no existía obligación legal. Para evitar ese vacío, Bruselas propone un mecanismo de acción judicial colectiva que permita indemnizar a los clientes afectados por este tipo de casos.

Cada vez que Bruselas pedía explicaciones a Volkswagen por haber falsificado los niveles que contaminación que emitían sus coches, superiores a lo permitido, el gigante automovilístico se escudaba en lo mismo: no hay nada ilegal frente al consumidor. "No me sentí bien al ver que los ciudadanos estadounidenses recibían compensacion inmediata mientras los europeos no tenían derecho. Fui criticada por Volkswagen, que me acusaba de ir más allá de mis competencias", ha argumentado este miércoles la comisaria europea de Justicia, Vera Jourová. La comisaria propone crear un sistema similar al estadounidense en el que los consumidores puedan agruparse en una única demanda colectiva que agilice todo el proceso y sirva de referencia para otras demandas individuales.

Aunque Bruselas invoca el llamado dieselgate como origen de esta norma, las novedades no tendrán efectos retroactivos. Solo podrán aplicarse a casos conocidos a partir de que entre en vigor. El Ejecutivo comunitario espera que sirva para atajar abusos de la banca, las empresas de telecomunicaciones o para reparar daños a la salud pública o al medioambiente, entre otros casos.

Pese a que el objetivo es acercarse a la lógica de compensación que aplica Estados Unidos, la UE quiere evitar algunos excesos de litigación que se dan en Norteamérica. Por eso solo permitirá a las llamadas entidades cualificadas (organizaciones sin ánimo de lucro, como asociaciones de consumidores o entidades públicas independientes) representar a los clientes en estos procesos. El juzgado deberá autorizar el inicio de la demanda colectiva y podrá vetar a cualquier entidad sospechosa de buscar solo un beneficio propio (las organizaciones que litiguen deberán informar sobre quién las financia). Se trata de evitar que prolifere una industria del litigio al estilo estadounidense.

Aun con todas las cautelas, la norma ha generado un intenso debate en el seno de la Comisión y amenaza con incomodar a las grandes industrias europeas, recelosas de tener que enfrentarse a compensaciones millonarias a los consumidores en la UE. Está por ver que la redacción final no estreche las condiciones de esta nueva vía.

Además del mecanismo judicial colectivo —inexistente en algunos países europeos y con muchas limitaciones en la mayoría— el Ejecutivo comunitario pretende reforzar las sanciones que pueden imponer las Administraciones en caso de fraude. Los Estados deberán penalizar a las compañías que violen los derechos del consumidor con hasta un 4% de su facturación anual, un porcentaje inspirado en la nueva norma sobre protección de datos que entrará en vigor en mayo y que también fija esas multas para las firmas incumplidoras.

Cláusulas suelo en España

El principal ejemplo de acción colectiva en España se produjo con las cláusulas suelo que aplicaba la banca a las hipotecas a tipo variable y que resultaron abusivas cuando los tipos de interés empezaron a caer. Las asociaciones de consumidores llevaron el caso a los tribunales y lograron la nulidad de las cláusulas. Pero las compensaciones no fueron automáticas; los consumidores tuvieron que reclamarlas posteriormente, sin garantías de obtenerlas, y se han aplicado con cuentagotas. Bajo la nueva norma, un solo proceso colectivo cubriría los dos ámbitos: determinar si hubo fraude al consumidor y fijar la indemnización correspondiente.

Bruselas confía en que la directiva pueda estar aprobada antes de que acabe el mandato europeo, en mayo de 2019. El Parlamento Europeo y el Consejo deberán ahora pactar los detalles.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Sobre el crecimiento económico: "Lo pequeño es hermoso", de Ernst Friedrich Schumacher.

27.09.2016

Lo pequeño es hermoso: Primera regla del estado del ‘Bienvivir’

por
Un cervatillo en una campo de cereal.
Un corzo se asoma en un campo de cereal.

Queremos en este nuevo curso en ‘El Asombrario’ seguir insistiendo en esos libros imprescindibles e imperecederos que nos ayudan a montar una biblioteca ecológica y a amueblar la cabeza para entender realmente dónde estamos. Abrimos estas nuevas entregas con ‘Lo pequeño es hermoso’, publicado en 1973 por el economista y estadístico germano-británico E. F. Schumacher (1911-1977), un referente para los críticos con los sistemas económicos de Occidente. Su esencia: “El ser humano es pequeño y, por lo tanto, lo pequeño es hermoso. Perseguir el gigantismo es buscar la autodestrucción”.

A esta Ventana Verde que se abre a la cultura verdaderamente sostenible vamos trayendo libros -unos clásicos, otros actuales- que nos hacen pensar en otra relación con el planeta. Hemos hablado de los trabajos de Joaquín Araújo, de Julio Vías, Víctor J. Hernández, Juan Varela y Antonio Sandoval, de Gustavo Duch y Jordi Pigem, de Thoreau -por supuesto-, Naomi Klein… Hoy nos detenemos en una obra de referencia: Lo pequeño es hermoso, un trabajo publicado en 1973 y traducido a más de 30 lenguas, que ya en aquella década de puro desarrollismo ciego se mostraba visionario alertando sobre determinados asuntos de riesgo, como nuestra dependencia de los combustibles fósiles, la entrega acrítica al crecimiento del PIB sin más matices y el saludo a la energía nuclear como la gran salvación. Como se señala en la contraportada de la edición de Akal de 2013, “es un vigoroso alegato contra una sociedad distorsionada por el culto al crecimiento económico”. Un libro que el periódico The Times ha elegido entre los 100 más importantes publicados a partir de la Segunda Guerra Mundial.

Aunque en algunos capítulos se ha quedado obviamente desfasado, Lo pequeño es hermoso nos sigue conmoviendo en lo esencial de su mensaje. Lo encontramos en la página 37: “¿Cómo hacer para comenzar a desmantelar la codicia y la envidia? Tal vez comenzando a ser menos codiciosos y envidiosos nosotros mismos, o evitando la tentación de permitir que nuestros lujos se conviertan en necesidades y por un sistemático análisis de nuestras propias necesidades para encontrar la forma de simplificarlas y reducirlas. Si no tenemos fuerzas para hacer ninguna de estas cosas, ¿podríamos, por lo menos, dejar de aplaudir el tipo de progreso económico que adolece de falta de bases para la permanencia y a la vez dar nuestro apoyo, por modesto que sea, a quienes no teniendo temor de ser tildados de excéntricos trabajan por la no violencia como ecólogos, protectores de la vida salvaje, promotores de la agricultura orgánica, productores caseros, etc…? Un gramo de práctica es generalmente más valioso que una tonelada de teoría”. Y justo es recordar aquí nuestra entrega de hace unas semanas de la Ventana Verde en torno al documental Mañana, que muestra pequeñas prácticas, ejemplos ya en marcha, de cómo emprender una relación diferente con la Tierra para asegurarnos el futuro.

Tengamos en cuenta que todo esto fue escrito a comienzos de los setenta, y que por entonces, en 1972, la ONU convocó en Estocolmo la primera gran conferencia mundial sobre cuestiones medioambientales y que el término “desarrollo sostenible” no se acuñó oficialmente hasta los años 80 en el famoso Informe Brundtland, tomando el nombre de la primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland, y también dentro del ámbito de Naciones Unidas.

Ya Schumacher arremetía hace más de 40 años contra la consideración sagrada del crecimiento del Producto Nacional Bruto (o PIB, Producto Interior Bruto) como el mejor indicador de progreso para un Estado y sus ciudadanos. Leemos: “La idea de que puede haber un crecimiento patológico, un crecimiento enfermizo, un crecimiento desordenado o destructivo, es una idea perversa que no debe permitirse aflorar. Una pequeña minoría de economistas ha comenzado a preguntarse hasta dónde puede llegar el crecimiento, dado que el crecimiento infinito dentro de un medio ambiente finito es obviamente un imposible”.

Otro aspecto que me llama especialmente la atención de este libro es su aproximación al pensamiento budista para resaltar cómo nos hemos desviado de la función principal de lo que debería ser el trabajo: permitir desarrollar al ser humano sus facultades en beneficio propio y de la sociedad; y cómo lo hemos transformado en una especie de obligación/esclavitud en la que la mayoría de la gente no puede disfrutar con lo que ocupa la mayor parte de su tiempo. Escribe Schumacher: “Sería poco menos que criminal organizar el trabajo de tal manera que llegue a ser algo sin sentido, aburrido, que idiotice y enerve al trabajador; eso indicaría una mayor preocupación por las mercancías que por la gente, una diabólica falta de compasión y un grado de inclinación hacia el lado más primitivo de la existencia que destruye el alma”. “Igualmente, esforzarse por el ocio como una alternativa al trabajo sería considerado como una total malinterpretación de una de las verdades básicas de la existencia humana, es decir, que el trabajo y el ocio son partes complementarias de un mismo proceso vital y no pueden ser separadas sin destruir el gozo del trabajo y la felicidad del ocio”.

Miramos a nuestro alrededor en pleno 2016, ¿y qué vemos? ¿Cuánta gente conocemos que realmente no separe la felicidad que le aporta su tiempo libre de sus obligaciones laborales? ¿Podemos llamar a eso, como nos han hecho creer, Estado del Bienestar? ¿No sería mejor, entonces, y aprovechando las matizaciones verbales del idioma castellano, apostar por un Estado del Bienser, o del Bienvivir?

Schumacher, formado en Bonn, Berlín, Oxford y la Universidad de Columbia en Nueva York, insistía en el valor crucial de la educación para reorientar nuestra autodestructiva civilización, como hizo otro gran pensador-economista, José Luis Sampedro, en nuestro país: “Una educación que no consiga clarificar nuestras convicciones centrales es meramente un entrenamiento o un juego. Porque son nuestras convicciones centrales las que están en desorden y, mientras la presente actitud antimetafísica persista, tal desorden irá de mal en peor. La educación, lejos de ser el más grande recurso del hombre, será un agente de destrucción”.

Schumacher incluso mira 20 años atrás para citar a los ecologistas Tom Dale y Vernon Gill Carter, y su libro de 1955 El suelo y la civilización: “El hombre es una criatura de la naturaleza (no es el señor de la naturaleza). Debe conformar sus acciones dentro de ciertas leyes naturales si es que desea mantener su dominio sobre el medio ambiente. Cuando trata de eludir las leyes de la naturaleza, usualmente destruye el medio ambiente natural que le sostiene. Y cuando ese medio ambiente en el que él vive se deteriora rápidamente, su civilización declina. Alguien ha dado una muy breve descripción de la historia diciendo que ‘el hombre civilizado ha cruzado la superficie de la tierra y dejado un desierto tras sus huellas”. Palabras que hoy, 60 años después, muchos siguen sin asumir, incluidas las fuerzas políticas más reaccionarias que nos representan en los Parlamentos. Causa estupor, por decirlo brevemente.

Incluso mira mucho más atrás: “En Proverbios leemos que el hombre justo tiene cuidado de los animales, pero que el corazón del perverso no tiene misericordia, y Santo Tomás de Aquino escribió: ‘Es evidente que si un hombre practica un cariño compasivo por los animales ha de estar más preparado aún para sentir compasión por su prójimo’. Lo que se aplica a los animales que están sobre la tierra también se aplica, igualmente, y sin ninguna sospecha de sentimentalismo, a la tierra misma”.

Y pone el dedo en lo que para mí es una de las heridas más importantes de nuestra civilizada sociedad: “En nuestra época el principal peligro en relación con el suelo, y por extensión con la agricultura y la civilización en su conjunto, se origina en la decisión del hombre de la ciudad de aplicar los principios de la industria a la agricultura. (…) Ahora bien, el principio fundamental de la agricultura es que trata con la vida, es decir, con sustancias vivas. Sus productos son el resultado de los procesos de la vida y su medio de producción es el suelo viviente”.

Sobre la energía nuclear, un párrafo contundente: “Ningún grado de prosperidad podría justificar la acumulación de grandes cantidades de sustancias altamente tóxicas que nadie conoce cómo hacer seguras y que constituyen un peligro incalculable para toda la creación durante periodos históricos e incluso geológicos. Hacer tal cosa es una transgresión en contra de la vida misma, una transgresión infinitamente más seria que cualquier crimen perpetrado por el hombre. La idea de que una civilización podría mantenerse a sí misma sobre la base de tales transgresiones es una monstruosidad ética, espiritual y metafísica. Significa conducir los asuntos económicos del hombre como si la gente realmente no importara nada”.

Y sobre el liberalismo a ultranza, sin medidas de control que permitan sociedades más tranquilas e igualitarias, que tanto daño causa -y lo estamos comprobando de manera cruda en los últimos años en este planeta de mercaderes-, duras palabras de Schumacher: “La fuerza de la idea de la empresa privada yace en su simplicidad aterradora. Sugiere que la totalidad de la vida puede ser reducida a un aspecto: beneficios”. Cree que el ser humano puede moverse -y de hecho se mueve- por otros aspectos de la vida, como la bondad, la verdad y la belleza, “pero como hombre de negocios se preocupa sólo de los beneficios”. “En relación a esto, la idea de la empresa privada se adecua exactamente a la idea de El Mercado, al que, en un capítulo anterior, denominé ‘la institucionalización del individualismo y de la irresponsabilidad’. De la misma manera, se adecua perfectamente a la tendencia moderna hacia la total cuantificación, a expensas de la apreciación de las diferencias cualitativas, porque a la empresa privada no le preocupa qué es lo que produce, sino cuánto es lo que gana con la producción”.

Más actual, imposible.

Fuente: Público

viernes, 13 de diciembre de 2013

Cristina Fallarás, desahuciada y periodista: "La crisis nos ha dado una lección sobre la realidad"



Cristina Fallarás: "La crisis nos ha dado una lección sobre la realidad"

La periodista ofrece en su libro, 'A la puta calle', una pavorosa imagen de la destrucción de la clase media



Pasó de ser una profesional de éxito a la exclusión social en 4 años tras quedarse sin trabajo, sin casa y sin perspectivas. En 'A la puta calle' narra sin pudor su experiencia y ofrece una pavorosa imagen de la destrucción de la clase media

-Periodista, directiva de un periódico, colaboradora en distintos medios, escritora... ¿Podía imaginar que todo se iría al garete?

-Yo llevaba el proyecto de la redacción y la línea editorial del periódico ADN. Una vida muy cómoda. No podía imaginar lo que venía, ni yo, ni nadie. a mí me despidieron en 2008. Estaba entonces embarazada de ocho meses.

-Narra en su libro que el primer año lo llevó bien y creía que encontraría algo pronto...

-Sí. El primer año no tienes ni idea. Decían entonces que la crisis duraría hasta 2010. Yo, al quedarme sin trabajo, fui a ver a colegas de El Mundo, El País, la ser... a todos lados, pero ya empezaba a notarse la crisis.

-¿Cuándo le llega la certeza de que la cosa está muy mal?

-Mal de verdad, a final de 2009. Se me estaba acabando el finiquito; yo estaba haciendo cosas institucionales a piezas y no me daba para vivir. Además, hicieron los primeros ERE en la ser, El País... y tuve claro que en el periodismo la crisis iba a ser devastadora. Me refugié en las novelas. Escribí `Las niñas perdidas´ y `Últimos días en el Puesto del Este´, las presenté a concursos y gané con las dos, pero solo me sirvió para tapar la mitad de agujeros que tenía. Pronto empezaron a cortarnos la luz y a llegar las noti?caciones de desahucio por impago de la casa.

-Y decide escribir un libro con la experiencia de estos cuatro años hasta llegar al desahucio.

-Yo soy periodista de médula y pensé que si me encontrara este caso, lo contaría. ¿Por qué no aunque fuera mío? Tengo la ventaja de que me gusta anotar cosas en cuadernitos e hilé esos apuntes enuna narración.

-¿Cómo reaccionó su entorno al saber que la desahuciaban?

-Hubo gente de mi entorno que me decía que yo siempre había querido ser muy libre e insinuaban que me lo había buscado. Luego estaban los pobres. Yo era una intrusa en el mundo de los pobres. a mucha gente le da miedo y le perturba ver que también le ocurre a gente preparada o que ha sido un profesional de éxito antes. Yo quise dar voz y cara a ese otro sector.

-Da miedo ver que le puede ocurrir a cualquiera.

-Sí. La gente siempre hemos preferido pensar en el desahuciado con la cara del pobre de toda la vida. Yo creo que la gente no se rebela porque no se siente parte de los desahuciados. Yo noto que cuando hablo de mi caso, por ejemplo en entrevistas, la gente cercana a mí siente vergüenza, lo que me parece perfecto porque yo quiero perturbar un poco.

-¿Ha perdido amigos?

-No sé si pierdes amigos o ganas una sociopatía. Yo me he convertido en una sociópata. Las relaciones sociales me interesan poco. Ahora iría a los banquetes a mearme en la moqueta. Miras desde fuera y ves que lo que creíamos ser es una gilipollez mayor que la catedral de burgos. Éramos trabajadores y nos creíamos privilegiados porque en reyes comprábamos en Zara. Hemos perdido la identidad de grupo. No nos reconocemos como parte trabajadora.

-¿Le quedan esperanzas en que esto mejore?

-Me siento parte de una bolsa de exclusión social, no me siento trabajadora. Yo no tengo perspectivas. Cada vez que voy a una tertulia de televisión o lo que sea voy como a un circo donde hago de elefante y me dan el cacahuete, pero no tengo esperanzas laborales. No queda nada del periodismo de antes.

-¿Cómo afrontan sus hijos la falta de medios?

-La niña de cinco años ni se ha enterado. Mi hijo con 11 años se ha convertido en un chaval muy capaz de interpretar la realidad. Me da alegría. Ojalá yo hubiera sido así a su edad. Es lo único bueno de las crisis. Nos ha dado una cierta austeridad en las formas familiares, en el consumo, y una educación brutal sobre la realidad. Mi hijo pedía cromos de tres euros y me lo llevaba al mercado para que viera que con eso podíamos comer varios días.

-Dice sentir rabia y vergüenza. ¿Vergüenza, de qué?

-Vergüenza de lo que hemos sido, de la frivolidad, de aquello que creímos ser de forma imbécil e inculta.

-¿Qué ha pretendido al escribir `A la puta calle´?

-Ganar dinero. me lo pidió Planeta y con él intenté sacar algo de dinero, al tiempo que ponía cara a un tipo de desahucio distinto.

Fuente: La Nueva España

miércoles, 28 de marzo de 2012

Crisis y Cajas de Ahorro. “Las dos próximas recesiones”, nuevo libro de Juan Ignacio Crespo



La velocidad en que se ha desmantelado las Instituciones de las Cajas de Ahorro, con un gran peso social y territorial, además de arraigo y función benéfico social, supone una gran e irreparable pérdida económica social, además de confirmar el deterioro irreversible de estas instituciones y, el interés nunca disimulado de la banca dominante.

La idea de promover Cajas de Ahorros en España comienzan en el trienio liberal (1820-1823), y especialmente con la vuelta de los ilustrados exiliados después de la muerte de Fernando VII en 1833. Aparecen en el marco de una sociedad muy castigada por la Guerra de la Independencia, con el fin de luchar contra la usura que sufrían los pequeños agricultores en los momentos de malas cosechas. En ocasiones fueron creadas por miembros de organizaciones católicas. En otras, son las sociedades de Amigos del País las que asumen la promoción de las cajas de ahorros; en Madrid se funda una Caja de Ahorros (Caja Madrid) en 1838, poco después de que en 1834 un concurso de la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País premiara una memoria sobre el establecimiento y fundación de una Caja de Ahorros. Fuente Wikipedia.

En conclusión, las cajas de ahorros españolas nacen con cierto retraso respecto a otros países, y casi siempre ligadas a los Montes de Piedad anteriores o creadas al mismo tiempo. Sus principales objetivos eran conducir el ahorro popular hacia la inversión y realizar una labor social en sus respectivos ámbitos territoriales.

Desgraciadamente, en el transcurso del tiempo no se actualizaron sus estatutos y el supervisor Banco de España, hizo dejación de su responsabilidad de bien vigilar y custodiar semejante obra y bien social, pues los primeros interesados en que desaparecieran las Cajas de Ahorro eran las entidades financieras dominantes privadas y la dictadura económica. Así, la llegada de la seudo democracia, con la clase política y dirigente al frente, irrumpieron a tropel en estas instituciones benéfico sociales, esquilmando los bienes, ahorros y obra social reunidos durante varias generaciones, imponiendo decisiones políticas e intereses ilegítimos e ilegales, que algún día se aclararán en los tribunales si se ejercen e instan las acciones que sean necesarias. Ya no hay dividendo social. Ya no queda nada. Si sobreviviera algún rescoldo denominado “obra social de la Caja tal o cual”, sería algo puramente simbólico.

El resultado: Una irreparable e incalculable pérdida social.

Leído el artículo ¿Quién pierde al hundirse las cajas? en la sección de Economía de El País, referente al libro “Las dos próximas recesiones” de Juan Ignacio Crespo, la desintegración de entidades de ahorro es una pérdida para todos, señala y apunta que quedan dos recesiones por llegar en esta década.

Entre los muchos problemas que la crisis financiera generó entre 2007 y 2012, hay uno que ha pasado casi desapercibido: la pérdida de riqueza colectiva que ha supuesto la quiebra de algunas cajas de ahorros y la situación de debilidad en que han quedado otras, lo que ha forzado la entrada en su capital de inversores públicos o privados en verdaderas operaciones de rescate.

Esa pérdida de riqueza colectiva le ha pasado desapercibida a la mayoría de la población porque, aunque las cajas de ahorros eran una institución familiar y presente en la vida de casi todo el mundo, sobre todo de las clases más populares hasta hace bien poco, nadie entendía muy bien de qué se trataba cuando se hablaba de estas entidades, y había versiones para todos los gustos, compatibles y solapadas, sin que a nadie le extrañara: las cajas eran lo mismo un lugar para colocarse mediante unas oposiciones que un sitio al que ir a pedir un préstamo hipotecario; un chollo para quienes, sobre todo en las capitales de provincia, habían conseguido entrar en ellas como empleado, con un peso exorbitante en la vida económica y financiera de la ciudad; una institución que financiaba, a través de la obra social, las más diversas actividades ….

Y ¿dónde queda la riqueza colectiva? En ningún lado. Ya no habrá propiedad colectiva. Con suerte, los recursos que generen las cajas en el futuro tendrán que aplicarse a devolver los préstamos. Ya no a la obra social. Eso se ve muy bien con el ejemplo de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM). Al haberse producido una quiebra total, la propiedad colectiva se perdió por completo. Ya no hay de donde extraer recursos para dotar a la obra social de la CAM. Ya no hay dividendo social. Ya no hay nada. Si sobreviviera algún rescoldo denominado “obra social de la CAM”, sería algo puramente simbólico; porque el Banco de Sabadell, que se ha quedado con ella, si decidiera por razones de marketing conservar en la zona de Levante alguna actividad benéfica o cultural, lo haría con el nombre de algo que ya no sería propiamente lo que su nombre indicaría. Otro tanto podría decirse de la Caja Castilla-La Mancha o de CajaSur.


martes, 10 de mayo de 2011

Libros de Derecho de Consumo: “La protección jurídica del consumidor sobreendeudado e insolvente”, de María Isabel Álvarez Vega


En España no existe legislación específica que regule el fenómeno del sobreendeudamiento, concepto éste último que, como apunta la autora, resulta falto de definición legal. Por el contrario, existe una amalgama de disposiciones que se enfrentan -en ocasiones, de un modo incoherente- con este problema al que, cada vez con más frecuencia en un contexto de recesión económica mundial, afecta a consumidores de todo el mundo y, por supuesto, también alcanza a los hogares españoles.

Se exponen en esta obra interesantes cuestiones, desde el punto de vista del trabajo legislativo que debe abordar España para intentar regular eficazmente mecanismos de defensa del consumidor sobreendeudado, comprendiendo tanto las normas materiales a realizar -partiendo de la realidad de la existencia de un defectuoso modelo vigente que fía la solución del sobreendeudamiento de los consumidores, personas físicas, a una Ley Concursal más bien pensada para ser aplicada a otros destinatarios, como son las personas jurídicas con actividad empresarial- hasta la elaboración de normas procedimentales que serían necesarias adoptar y que conllevarían tanto procedimientos propiamente judiciales, como procedimientos de distinta naturaleza  que afectarían a la actividad de las Juntas Arbitrales de Consumo y, por tanto, a las Administraciones Públicas sirven de sostento al sistema arbitral.

En todo caso, está claro que las Administraciones de Consumo se ven inmersas de “hoz y coz” en la protección jurídica del consumidor sobreendeudado e insolvente, tarea cuyo abordaje debería ser ponderado debiendo considerarse si la dotación de recursos materiales y humanos de las que disponen estas Administraciones son los más adecuados para realizarla. 

Se habla mucho de la “Huida del Derecho Administrativo”, pero poco de la “Huida del Derecho Económico” que se efectúa en muchos casos a través de disposiciones normativas encomendando actuaciones de control sobre actividades evidentemente financieras a los servicios de consumo, cuando deberían ser órganos supervisores especializados los que deberían controlar aquéllas.

Ejemplo de ello es la regulación sobre “contratación de bienes con oferta de restitución de precio”, regulación cuya denominación ya denota la operación financiera que subyace en la actividad regulada o la reciente regulación de las entidades de reunificación de deuda (Ley 2/2009, de 31 de marzo).

Ello nos permite hacer varias reflexiones partiendo ya de experiencias relatadas a lo largo de la obra, tales como el célebre caso “Opening”, donde a miles de alumnos de toda España a los que las academias cerraron sus puertas se les exigió seguir pagando sus créditos bancarios a pesar de no recibir los servicios financiados y cuyos contratos fueron firmados en las propias academias, o los aún candentes casos “Forum” y “Afinsa” que llevaron al traste en muchos casos la totalidad o mayor parte de los ahorros familiares de muchos miles de consumidores.

En estos casos, al igual que en la problemática de sobreendeudamiento, hay conjunto de reglas, normas jurídicas, que visto lo que ha pasado, es evidente que fueron deficientes a la hora de prevenir y atajar conductas lesivas a los intereses de los consumidores.

No obstante, estos problemas distan de tener sólo una óptica jurídica.

Es necesario alzar la vista y contemplar también el contexto social y económico en el que acontecen y constatar la esquizofrenia que supone apostar por una economía de libre mercado, en el que el consumo es la gasolina que, necesitada de quemarse con mayor intensidad, alimenta el motor del sistema, en el que la facilidad crediticia resulta necesaria para alimentar ese consumo. Este es el sistema basado en el consumismo y en el que la publicidad nos demuestra que todo producto, bien o servicio por complejo o costoso que éste sea puede estar al alcance de cualquiera. Por ello resulta chocante esa incentivación hacia el consumo, esa falta de control y que, a la vez, se exija a las Administraciones acciones para evitar que se produzcan situaciones de insolvencia y que, cuando éstas se produzcan, se rompa el principio que alimenta el sistema: la confianza.

La confianza de un sistema de libre mercado basado en una economía liberal de libertad de intercambio de bienes y servicios fundamentado en el dogma de la autonomía de voluntad -que con mayores o menores matices parte de una teórica e inexistente igualdad entre las partes suministradoras o vendedoras y receptoras o compradoras de servicios y bienes- para contratar espera del deudor que cumpla cabalmente sus obligaciones o que se atenga a soportar la ejecución de sus bienes comprometidos por la deudas. 

Sistema jurídico-económico que va a exigir dos resultados aparentemente contradictorios: que “se pague lo que se debe” (principio de responsabilidad basado en el cumplimiento de un compromiso contractual voluntariamente asumido) y que, a la vez, el consumidor no quede apartado del sistema, ya que es al propio sistema al que le interesa que siga consumiendo. No hay que olvidar que el consumo es el motor de la economía.

Y aquí, en esta situación de sobreendeudamiento, además del sobreendeudado existen frecuentemente dos elementos que casi siempre aparecen en el escenario: un elemento subjetivo,  las entidades financieras (con o sin el ropaje formal del mero adjetivo “financieras”) que van a exigir el pago de las deudas y, de otra parte, un objeto, un elemento material u objetiivo que constituye -o debería constituir- el bien más codiciado, por valioso, a los efectos de solventar total o parcialmente dichas deudas: la vivienda del deudor.

Sobre las complejas interrelaciones de estos actores, en relación con el sobreendeudado, es sobre lo que ha de pivotar lo sustancial de la temática del sobreendeudamiento.

Apuntemos algunas cuestiones sobre las que la autora reflexiona más profundamente en su obra:

-¿Deben responder las entidades financieras ante situaciones de insolvencia causadas por una conducta irresponsable a la hora de otorgar créditos sin haber estudiado suficientemente el estado de solvencia de los deudores?.

-¿Ha sido lícita la publicidad y suficiente la información dada sobre los productos financieros que comprometen la solvencia económica de los consumidores?.

-¿Son correctas las prácticas bancarias sobre cláusulas abusivas en contratos con los consumidores?.

-¿No resulta paradójico que el principal instrumento de acceso al crédito, tarjetas de crédito, utilizadas millones de veces cada día, no cuenten con una regulación específica más allá de meras circulares del Banco de España?.

Partiendo de que el sistema de cobro de deudas está basado, fundamentalmente, en la posibilidad de resarcimiento de deudas a través de las ejecuciones hipotecarias a efectuar,  ¿sería viable una normativa que establezca la imbargabilidad de un inmueble destinado a vivienda familiar susceptible de ser ejecutado hipotecariamente?.

Contrariamente a lo que ocurre en otros sistemas concursales extranjeros en nuestro país no puede obtener la liberación de sus deudas, ignorándose la toma en consideración del carácter fortuito de la situación concursal del deudor, dificultando o imposibilitando la eventual rehabilitación económica o (“fresh start”) producida por la liberalización de la obligación de pago tras la conclusión del concurso o durante un plazo determinado posterior a dicha conclusión. El sistema concursal español, por el contrario, expone al deudor –hasta el plazo de prescripción de las deudas- a las ejecuciones singulares de los acreedores o, incluso, a la reapertura del concurso “gota malaya ” o “torre del deudor”. ¿Es conveniente este cómputo a cero de las deudas en caso de insolvencia? .

Sobre estas cuestiones nos habla María Isabel Álvarez Vega en su obra cuya lectura nos ha perecido muy esclarecedora aportando una visión tanto amplia como profunda del problema del sobreendeudamiento que, con mayor intensidad, están sufriendo los consumidores españoles y que necesita una regulación normativa adecuada.

El libro “La protección jurídica del consumidor sobreendeudado e insolvente”, está publicado por la Editorial Civitas en su colección “Estudios y Comentarios”.

martes, 22 de febrero de 2011

MEDICAMENTOS Y SALUD : PRESENTACIÓN DEL LIBRO “LA MEDICALIZACIÓN DE LA VIDA”, DE BENJAMÍN GONZÁLEZ MIRANDA




ENTREVISTA A BENJAMÍN GONZÁLEZ MIRANDA, AUTOR DE "LA MEDICALIZACIÓN DE LA VIDA"

Fuente: Diario La Nueva España
Benjamín González Miranda, natural de Blimea aunque afincado en Gijón desde hace más de veinte años, es médico del servicio de urgencias de Cabueñes. Ayer, en el Centro Municipal de La Arena, expuso su visión sobre la «medicalización de la vida», que además de ser una madura y larga reflexión, es también una publicación recién editada por la editorial Voz de los Sin Voz. Un libro en el que Benjamín González, además del estudio de esa medicalización, añade una reflexión sobre los peligros a los que lleva, como el hecho de que el médico acabe causando daño al paciente -iatrogenia-.Y todo, además, sin perder de vista una tercer hilo de la historia: la vinculación con la ética de las relaciones con la industria farmacéutica por parte de los facultativos. El jueves, en el salón de actos de Cabueñes, abordará de nuevo todas esas ideas ante los compañeros que estén dispuestos a participar de esa revisión de «lo que nos está pasando» con la sanidad. Y, sobre todo, de la «profunda injusticia social a la que nos conduce».

-¿Cómo surge esta publicación?

-Forma parte de un trabajo que hice como fin de un máster de bioética. No me interesa la denuncia sin más; lo que me gustaría, en realidad, es que se hablara un poco más de estas cosas entre los profesionales de la sanidad, porque es algo que nos cuesta mucho abordar. Creo que hay en general un sentimiento de pérdida y eso hace que hablemos poco de un tema que nos duele. Pero hay que superar eso, hay que llevar a cabo un abordaje desde un punto de vista ético, y establecer un diálogo que nos lleve a una práctica sanitaria mejor. Porque es a nosotros a quienes nos compete hacer algo y no vale decir sólo que somos víctimas.

-¿La reflexión de dónde parte?

-De mi propia experiencia como médico. Desde 1987 estoy viendo un cambio evidente en las urgencias que pasan por Cabueñes. Cada vez se ve más claramente la medicalización y sus consecuencias negativas, que las tiene. Porque es algo que nos puede llevar a la iatrogenia.

-¿A qué se refiere con medicalización?

-A hacer depender del sistema sanitario cosas que no son médicas. Problemas que son de la vida, problemas naturales, una tristeza por una pérdida, mil cosas... hasta la calvicie es vista ya como una enfermedad. Lo mismo pasa con tantos factores de riesgo -la osteoporosis, la hipercolesterolemia...- que no son una enfermedad pero acaban por ser vistas como lo que no son. Y eso va calando en todos, en la población y en los profesionales, y en uno de los sitios donde mejor se refleja es en urgencias. La gente que llega cada vez lo hace más por intolerancia a las incertidumbres. Reconozco que es un problema cultural complejo, con muchas aristas.

-Porque no se tolera la enfermedad...

-Ni siquiera eso; lo que la gente ya no tolera es la incertidumbre, el malestar, o lo tolera peor que lo hacían los abuelos. Antes se tenía una fiebre y se esperaba unos días a ver en qué paraba. Ahora, entre los diagnósticos más habituales en las urgencias de pediatría en Cabueñes está el «síndrome febril a observación», y el «dolor abdominal inespecífico»...

-¿Por qué?

-Porque la medicina no es ninguna brujería y en el curso clínico no da tiempo a que un médico vea más que lo que hay; así que muchas veces sólo se puede ver y observar, ver y observar. Pero es cierto que hay mucho temor. No es broma si le digo que hace pocos días me tocó atender a una chica joven, 15-16 años, que llegó a urgencias con su madre. Cuando les pregunté qué le pasaba, lo que me dijeron era que había empezado con fiebre hacía 4 o 5 horas. La gente tiene una fe excesiva, se ha endiosado la ciencia, y cuanto más grande es el edificio sanitario que construimos, damos la impresión de que ahí está la clave de todo. Pero eso es un error, y más en Gijón, donde la atención primaria es realmente muy buena.

-Y al final acaba llegando el «daño» del médico al paciente.

-Observando todo eso llegas también al mal que, sin querer, generamos los médicos por ese gran engranaje de sistema médico-industrial en el que estamos metidos. Eso es la iatrogenia. Y tiene que ver con la medicación inadecuada, medicalización excesiva... son un montón de problemas. Tenemos al alcance muchas tecnologías y eso se junta a la creencia de que cuanto más, mejor; y no es cierto: la medicina siempre fue un arte, pero ahora, más que nunca, quizá tengamos que ir a la protección del paciente.

-Porque otra realidad, además, es la de la exigencia del paciente.

-Ahora todo el mundo lee mucho, mira internet, se cree que sabe, y se llega a las consultas con exigencias. Un médico no tiene que limitar nada, sino hacer lo mejor. Y ahora no siempre se hace.

-¿Es de los que limitaría las «excesivas pruebas» que se piden en los hospitales?

-No me interesa ese debate cuando se interpreta en términos economicistas, porque no es tan simple ni es sólo culpa del profesional. Lo que me gusta es la reflexión ética sobre el sistema creado. Hoy por hoy, en medicina el bien más preciado es el tiempo. En urgencias, por ejemplo, se nos pide que extrememos nuestro intento de procurar una atención mejor, pero eso es lo que, precisamente, más interesa al profesional. Y somos conscientes de la necesidad del tiempo para explicar a una persona qué le pasa, para tranquilizarla, para que capte bien lo que quieres decirle y asegurarte de que lo entiende.

-¿Cómo enlaza la medicalización, la iatrogenia y lo que llama la «ética de las relaciones con la industria»?

-Me gustaría que quedara claro que abordo este tema sin buscar afrentas. Nadie está en contra de la industria ni de recurrir a lo que es necesario, pero sí estoy contra el abuso y el sometimiento excesivo de algo que se está demostrando que acaba yendo en contra de la prescripción de calidad.

-¿Diría que hay mucha prescripción generada por la influencia de la industria y no tanto por la necesidad?

-No es algo que diga yo. Hay muchos estudios ya realizados en revistas internacionales de gran impacto. Cada vez más artículos demuestran cómo después de un congreso médico financiado al 150% por alguna empresa, hay más peticiones a los servicios de farmacia de los hospitales para que se introduzca tal o cual fármaco, y suben esas recetas. No lo dice Benjamín, está en la bibliografía. También hay estudios y encuestas que evidencian que si esa pregunta se hace individualmente a cada médico, todos decimos con total convencimiento que a mí no me influye para la prescripción que tal empresa me haya pagado un congreso. Pero al preguntar: ¿Y cree que influye al resto de compañeros? Solemos decir que sí. Es curioso. Otra prueba de que ese sistema de «marketing» que usa la industria funciona es que siguen dedicando un 30-35% de lo que es el coste del precio total del medicamento a la promoción, que al final es la «compra» de voluntades de los que prescriben. Es una pena pero, hoy en día, no hay ninguna posibilidad de que la imprescindible formación continua de un médico se pueda hacer sin que esté financiada y controlada por las farmacéuticas. Aunque en breve veremos cambios en las formas de influencia.

-¿Qué cambios?

-En dos años es muy posible que todo cambie porque para entonces ya estará en pleno vigor la ley europea que permite la publicidad directa del medicamento al enfermo, como ya ocurre en Estados Unidos y Nueva Zelanda. Así que veremos cómo los pacientes llegan a las consultas pidiendo que se les prescriba «X» fármaco.

-Y todas esas alertas que lanza, ¿no chocan con el hecho de que seamos parte de una sociedad muy longeva? ¿Eso no es síntoma de salud?

-Ese mito es el que sostiene todo este engranaje del sistema sanitario. Pero yo, y muchos, no nos lo creemos. Los indicadores de salud de la población de Occidente, en cuanto a mortalidad, están más o menos estancados, lo que cambia es la morbilidad. Pero los determinantes de la salud no son tener más hospitales, más médicos y enfermeras, más resonancias, más escáneres... En la salud de las poblaciones lo que de verdad influyen son condiciones de vida como, por ejemplo, tener un trabajo o una vivienda digna.


PARA SABER MÁS:




“LA MEDICALIZACIÓN DE LA VIDA”, ensayo de José Alberto Mainetti

viernes, 29 de enero de 2010

CÓMO PREVENIR LOS EFECTOS NOCIVOS DEL SOL. LIBRO EDITADO POR LA AGENCIA DE SANIDAD AMBIENTAL Y CONSUMO DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS

Ha sido editado por la Agencia de Sanidad Ambiental y Consumo, en colaboración con la Asociación Lúpicos de Asturias, el libro titulado “Cómo prevenir los efectos nocivos del sol” publicación engañosa en cuanto a su título, ya que no sólo trata sobre medidas de prevención que se han de adoptar para prevenir los efectos nocivos de la radiación solar, sino que constituye un amplio trabajo en el que se informa detalladamente sobre las pautas higiénicas adecuadas para mantener en estado saludable nuestra piel, uñas y cabello. También toca otros aspectos sumamente interesantes relacionados con cuestiones de salud pública.

Así, el libro aborda temas como cuidados de la piel, el pelo y las uñas, fotoprotección, etiquetado de cosméticos y gafas de sol, información sobre las medidas que han de adoptarse en la prestación de servicios contratados en los centros de bronceado artificial, luz artificial, efectos de la radiación solar sobre la piel, cáncer de piel y enfermedades cutáneas y vida en el interior de los edificios, aspecto éste último de sumo interés relacionado con el “Síndrome del Edificio Enfermo” (Capítulo VI), en la que las Administraciones Públicas no predican, precisamente, con el ejemplo manteniendo centros de trabajo en grandes edificios sin ventanas practicables en los que abundan fuentes potenciales de riesgo: empleo de aire acondicionado, radiaciones eléctricas, emisiones de contaminantes  provenientes de maquinaria como fotocopiadoras, etc.

Un libro recomendable y fácilmente accesible, ya que la Agencia de Sanidad Ambiental y Consumo del Principado de Asturias posibilita su descarga gratuita en formato pdf.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Obras de Derecho de Consumo: “Cuestiones esenciales sobre las relaciones contractuales en el sector de la automoción”, de Javier Avilés García



Javier Avilés García, Profesor Titular de Derecho Civil de la Universidad de Oviedo, siempre atento a las cuestiones prácticas que pueden plantearse en el sector del Derecho de Consumo, acaba de publicar a través de la editorial Tirant lo Blanch la obra “Cuestiones esenciales sobre las relaciones contractuales en el sector de la automoción”.


Javier Avilés no sólo analiza el complejo mundo -Universo, más bien- de las cuestiones más relevantes que se suscitan con ocasión de la venta, reparación, mantenimiento o suministro de bienes destinados a los consumidores en el sector de la automoción, sino que también nos aporta las claves de puntos fundamentales a los que ha de atender cualquier estudioso del derecho de consumo.


Así, en el itinerario marcado por la lectura del libro el autor nos va aproximando gradualmente a cuestiones concretas que se suscitan en el sector analizado, no sin antes apuntar otras cuestiones básicas que van a forzar -más temprano que tarde- una próxima reforma de la normativa nacional reguladora de consumo.


Nos estamos refiriendo a los trabajos llevados a cabo desde la Unión Europea para llevar a cabo la mejora de la calidad normativa reguladora del derecho contractual europeo, en el contexto de la revisión de importantes directivas y al instrumento jurídico denominado “Marco Común de Referencia”, que trata de dotar a los diversos sistemas nacionales de una mayor coherencia, simplificación y aplicabilidad en dicho ámbito a fin de cumplir el objetivo de lograr un efectivo mercado único. Ello repercutirá en la normativa de consumo y obligará a reformas normativas de enorme calado (reforma del Código Civil y del Código de Comercio, entre otras normas) en nuestro ordenamiento nacional que si por algo se caracteriza, al menos en la legislación de consumo, es por su dispersión.


El profesor Avilés, que sigue muy de cerca este proceso, no deja de aprovechar esta obra para cuestionar de un modo motivado y riguroso la dejación que supone no abordar de una forma armónica una profunda reforma de nuestra legislación civil y mercantil aludiendo, por ejemplo, a la oscuridad del sistema de saneamiento vigente en aplicación de las acciones edicilias, sistema ya superado en lo que se refiere a la compraventa de bienes muebles con consumidores por el sistema legal de garantía basado en el concepto de “falta de conformidad”, y que engloba tanto a los defectos materiales originales en el bien vendido como a la defraudación en las legítimas o fundadas expectativas que pueda fundadamente esperar el consumidor en atención a la naturaleza del bien vendido o de las propias declaraciones públicas a él transmitidas a través de la publicidad o comunicación comercial, por ejemplo.


Tras esta exposición, que no cabe sino calificar de brillante, y en la que nos logra convencer de la bondad del término “falta de conformidad” como elemento unificador e integrador que puede ayudar a paliar muchas incoherencias tanto legales como jurisprudenciales en nuestro sistema de saneamiento de los “vicios ocultos” -expresión tradicionalmente asentada, pero que es necesario orillar en las relaciones contractuales de compraventa de bienes muebles con consumidores ya que “la falta de conformidad” resulta un concepto mucho más amplio- el autor aborda profundamente los problemas prácticos de la contratación en el sector de la automoción.


Así, estudia los sistemas de garantías aplicables y expone con claridad los problemas derivados de las confusión de la garantía legal y comercial, confusión acreditada en la realidad por la constatación de que, en no pocas ocasiones, los documentos de garantía entregados a los consumidores constituyen un “totum revolutum”, en la que se mezclan derechos, obligaciones, plazos y requisitos, de tal manera que tampoco resulta infrecuente que, a través del otorgamiento de una garantía comercial que teóricamente debe reforzar los derechos del consumidor, se conculquen los derechos otorgados a éste por el régimen de garantía legal, o que el documento entregado esté preñado con múltiples cláusulas abusivas .


El conjunto de problemas derivados de la obligación de suministro de piezas de repuesto y un adecuado servicio técnico postventa -fundamentales en el sector económico tratado- son también abordados con extensión y profundidad, demostrando el profesor Avilés que el único sentido de pervivencia del status de bienes de consumo duraderos tiene su campo natural en estos derechos asociados a bienes de cierta perdurabilidad y con un componente técnico complejo, en el que se debe asegurar que el adquirente pueda tener un adecuado servicio de mantenimiento y de las piezas de repuesto necesarias para éste.


De ahí, que el autor hable de una “garantía de mantenimiento”, cuyo régimen jurídico se debe desarrollar para clarificar cuestiones prácticas que afectan indudablemente y de forma cotidiana al sector de automoción. Por ejemplo; si dentro del plazo de dos años el consumidor puede ejercer, ante el vendedor, las acciones derivadas de la garantía legal alegando una falta de conformidad cuando no exista un adecuado servicio técnico y si dichas facultades se pierden cuando transcurre dicho plazo, a la vista de lo previsto en la Ley de Ordenación del Comercio Minorista, debiendo dirigirse exclusivamente al fabricante o marquista.


La respuesta a ésta y otras cuestiones prácticas la encontramos en esta obra, cuya lectura resulta recomendable para todo estudioso del Derecho de Consumo, e imprescindible para el que desee hallar una respuesta razonada a las múltiples cuestiones que pueden suscitarse en la venta, reparación y distribución de vehículos y sus piezas de repuesto y accesorios.


Referencia de la obra


jueves, 8 de octubre de 2009

LA OBESIDAD Y DEPRESIÓN COMO EPIDEMIAS. A PROPÓSITO DE CLIVE HAMILTON Y “EL FETICHE DEL CRECIMIENTO”


Los principales problemas de salud que afectan a las personas que habitan en el denominado “Mundo Desarrollado”, son la obesidad y la depresión, problemas de salud que ahora se tratan de enfocar unilateralmente desde una perspectiva sanitaria, denominándolos “Nuevas Epidemias”.

¿Qué se esconde detrás de esa definición?. ¿Existen intereses en privilegiar la perspectiva médico-farmacéutica para abordar estos problemas, excluyendo ópticas más integrales que traten al ser humano como algo distinto a un mero consumidor?.

A estas preguntas, entre otras muchas, responde Clive Hamilton en su libro “El Fetiche del Crecimiento”, obra cuyas conclusiones resultan esclarecedoras e inquietantes: los economistas -no todos, pero sí los que acaparan los medios de comunicación pública- nos están engañando al vincular el crecimiento económico con el bienestar. Ello se demuestra, además, empíricamente dado que las sociedades industrializadas que poseen mejores resultados en cuanto a incrementos de su Producto Interior Bruto son las que experimentan mayor estancamiento en cuanto a índices de bienestar.

Hamilton ya nos advierte al principio de la obra con una cita de Bernard Shaw que resulta cumplida a lo largo de sus páginas: “todas las grandes verdades comienzan como blasfemias”.

Pues bien, el autor comete la mayor “blasfemia” económica y política que puede perpetrarse actualmente: afirmar que el crecimiento económico continuo de las economías desarrolladas, reflejado en sucesivos incrementos del Producto Interior Bruto, no sólo no es beneficioso para el conjunto de las sociedades, sino que es insostenible y perjudicial para éstas. O sea, que ese crecimiento que genera tantos debates políticos -y tantos reproches por no lograrlo- es un engaño, un fetiche.

Los argumentos en los que sustenta esta tesis son, precisamente, económicos: el sistema económico existente los países desarrollados que se sujeta en el incremento continuo de una producción masiva de productos para, a su vez, mantener un consumo intensivo de los mismos es insostenible si, a la vez, se emplean los recursos naturales limitados y agotables dados por el planeta. Este crecimiento continuado, a la vez, resulta imposible en términos globales.

Pero eso, ¿tiene alguna relación con la obesidad y la depresión?. Pues sí. Mucho.

Un sistema económico basado en el crecimiento de la producción, únicamente tenderá a generar estímulos al consumo a fin de incrementar aquélla.

En el ámbito de la alimentación ello tiene mucha relevancia, ya que la publicidad nos bombardea constantemente con productos “sabrosos” compuestos en muchas ocasiones de ingredientes con un alto contenido azúcares, sal y grasas.

El consumo habitual de estos productos, unidos a una vida sedentaria ocasionada, en muchas ocasiones, por la carencia del tiempo necesario para fomentar la realización de actividades físicas conlleva al incremento de la obesidad. A ello se une que el cuerpo humano, como todo ser vivo, posee los instintos de conservar la energía minimizando la actividad, sólo gastando la mínima necesaria para moverse, alimentarse y procrear.

En épocas anteriores, explica el autor, se recurriría a las palabras “glotonería” o “pereza”, expresiones socialmente intolerables que hoy sustituimos por la expresión “epidemia de la obesidad”, obesidad que es causada -en la mayoría de los casos- por razones psicológicas; de la misma manera que se cede al hiperconsumo de productos (automóviles, ropa, cosméticos, etc), también se cede al hiperconsumo de alimentos. Es el signo de los tiempos modernos, ya que no hay que olvidar el dato que la denominada epidemia de la obesidad no ha existido hasta los últimos veinte o, a lo sumo, treinta años.

Sin embargo, al igual que otras adicciones y patologías sociales (depresión, ludopatía, síndrome asociado a compras compulsivas, trastorno causado por déficit de atención, etc) resulta más tranquilizador, menos comprometido y, sobre todo, más “productivo”, hablar del obeso como un enfermo, medicalizar el problema y referirse al mismo como “epidemia”. Con ello, todos contentos y sobre todo la industria farmacéutica y, paradójicamente, la propia industria alimentaria.

De una parte, medicalizando el problema de la obesidad surgen nuevos productos farmacéuticos que pueden ofrecerse en el mercado, bien con carácter curativo, bien con carácter paliativo o bien, incluso, a modo preventivo.

De otra parte, la propia industria alimentaria, permítaseme la expresión, se “retroalimenta” de este problema.

Por una parte ofreciendo como “complementos alimenticios” sustancias que “ayudan a mantener la línea” , “controlar el peso” o a “depurar” los desechos que posee nuestro cuerpo. Estos productos “adelgazantes”, cuyas ventas experimentan un incremento exponencial en los últimos años, pese a que se presume de tener una legislación restrictiva de productos que pueden generar riesgos para la salud de los consumidores, se pueden clasificar en diuréticos (eliminan agua y electrolitos sin reducir grasas), laxantes (estimulan el tracto intestinal) o saciantes (reductores del apetito) y una característica general presente en los mismos es la desigual proporción que guarda el coste de producción con su precio en el mercado.

Por otra parte, la industria alimentaria también utiliza los factores asociados a la obesidad para lanzar al mercado productos alimenticios ya comercializados anteriormente, pero ahora transformados con alguna sustancia que “ayuda a reducir los niveles de colesterol”, “a reducir la grasa corporal” o a algo parecido…

Dichos productos al poseer un valor añadido a los productos equivalentes ya comercializados poseen también un precio muy superior a éstos, dato muy relevante para las empresas de alimentación que "innovan" el mercado con los mismos.

En el caso la depresión, “epidemia no infecciosa” que, según la OMS se convertirá en “la enfermedad más común en los seres humanos” en las próximas décadas, superando al cáncer y a las patologías cardiovasculares.

La clave de este incremento de la depresión y de su generalización, para Clive Hamilton, está no tanto en la pobreza, desempleo, pertenencia a una familia disfuncional o tener un historial de enfermedades mentales, circunstancias todas ellas que pueden ser importantes factores de riesgo, sino en el desgaste de los lazos sociales manifestado en la movilidad geográfica causada por el proceso urbanizador, en la perdida de contacto familiar, en los cambios de modelo familiar, en la transformación de los puestos de trabajo y en la mercantilización de actividades sociales y culturales.

Ello se refleja también en el incremento del denominado síndrome de déficit de atención, conocido asimismo como trastorno de falta de atención con hiperactividad, o simplemente hiperactividad, cuyas tasas crecen de forma extraordinaria tanto en Estados Unidos como en Europa, y cuya respuesta es acudir a un medicamento, Ritalín, que es un poderoso estimulante y que es consumido mayoritariamente por los escolares a los que se les diagnosticó esta “enfermedad”. Precisamente, en contra del abusivo uso de este medicamento –abusivo uso que podría extrapolarse a muchos antidepresivos- se pronunció Lawrence Diller, médico en cuyo libro “Running on Ritalin” denuncia el abusivo uso de este medicamento entre la población infantil y adolescente. Para Diller resulta muy fácil llevar, por parte de unos padres sobreexcitados que trabajan fuera de casa a menudo en empleos precarios, a la consulta del médico a chicos normales que, sencillamente, no atienden, se aburren en la escuela o les cuesta tiempo hacer las tareas escolares y a los cuales se les diagnostica de buena gana algún trastorno químico cerebral recetándoles un potente fármaco “la siquiatría que antes criticaba a la madre de Johnny por la mala conducta de su hijo, ahora critica al cerebro de Johnny”.

El caso es que, de un modo u otro, cuando los médicos echan mano de sus tacos de recetas, transmiten mensajes muy influyentes sobre todo para los niños: las desviaciones de la norma son afecciones médicas que se pueden curar o paliar con medicamentos disfrazándose los desequilibrios vitales de desequilibrios neurológicos, impidiéndose así una solución al problema que conllevaría, seguramente, un menor esfuerzo económico y emocional de la sociedad.