Ampliación del Musel, Palacio de Calatrava, Metrotren, Universidad de Mieres, Autovía Minera, Regasificadora, Depuradora del Este en Gijón...obras faraónicas cuyo común denominador es el despilfarro de dinero público y la ausencia de responsabilidades (políticas, penales y administrativas). Ese despilfarro tuvo antecedentes ya en los años 80 y un episodio desarrollado en Gijón fue la malograda "Estación Jovellanos", abandonada y posteriormene demolida.
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Demolición de la Estación Jovellanos de Gijón |
EL AYUNTAMIENTO PAGÓ 1.500 MILLONES DE PESETAS PARA LAS NUEVAS ESTACIONES FÉRREAS
Años después serían demolidas, con lo que la llegada de los trenes se alejó del centro urbano y supuso un derroche de fondos públicos
Manuel de Cimadevilla. Periodista
Ya en el año 1986, la Corporación Municipal se desesperaba por la
tardanza en iniciar la construcción de las nuevas estaciones de
cercanías y de largo recorrido, para las que tuvo que aportar mil
quinientos millones de pesetas, de acuerdo con el gravoso convenio
suscrito con los ministerios de Obras Públicas y Transportes –del que
dependían RENFE y FEVE- debido a que seis meses después de haberse
adjudicadas las obras, nada se había hecho. Las obras de construcción de
la estación de largo recorrido en los terrenos que ocupara la antigua
fábrica de Moreda y las del cambio del nuevo plan de vías para organizar
las llegadas de los trenes habían sido adjudicadas por la Dirección
General de Infraestructura de Transportes, del Ministerio de
Transportes, Turismo y Comunicaciones a finales de 1985 a la empresa
Agroman por 550.200.000 pesetas –aunque a la hora de la verdad, el coste
final fue de unos seiscientos setenta y cinco millones de pesetas- y
las del nuevo trazado de la playa de vías a la empresa Vías y
Construcciones en 612.173.000 pesetas. Las dos nuevas estaciones –la de
la plaza del Humedal, con seis vías y tres andenes donde llegarían todos
los trenes hasta el mismo centro de la ciudad- serían inauguradas
oficialmente cuatro años después, con lo que se consolidaría la
histórica barrera ferroviaria dividiendo en dos la ciudad y, tras un
nuevo planteamiento rupturista de nuestros desconcertantes gobernantes,
contra toda lógica, las excavadoras las convertirían en escombros en el
año 2010. Todo un lamentable derroche de dinero público que agravó
todavía más las carencias de nuestras comunicaciones ferroviarias.
Más de tres décadas después, el grave problema de la aprobación de un
plan racional para crear las nuevas estaciones de ferrocarril y la
intermodal para autobuses y servicios de taxi, sorprendentemente sigue
sin resolverse porque los cambios de gobierno siempre dificultan las
negociaciones y, una y otra vez, desde la Administración central siempre
se quiere volver a empezar de nuevo. Nadie puede poner en duda de una
cruda realidad: Gijón es la única ciudad importante de España que carece
de estaciones definitivas para la llegada de los trenes –la
provisionalidad del incomprensible traslado desde la plaza del Humedal
hasta el final de la calle de Sanz Crespo ha sido nefasta y como prueba
irrefutable ahí está el descenso del número de pasajeros- y tampoco
cuenta con una estación de autobuses para todas las líneas de transporte
por carretera.
Las obsoletas instalaciones de la estación de
ALSA –edificio catalogado que barajó su adquisición “El Corte Inglés”
para ubicar allí su primer hipermercado de Asturias fue desechado por
carecer de los metros cuadrados para desarrollar un gran proyecto
comercial- siguen también en un alarmante estado de precariedad y no por
culpa de la empresa ALSA –que, en todo momento, trató de encontrar
nuevas perspectivas de ubicación idónea para una estación intermodal-
sino de las tres administraciones que todavía no han logrado llegar a un
acuerdo para resolver este enojoso problemas de carencia de las
precisas infraestructuras de comunicaciones que padece la ciudad más
populosa de Asturias.
El Colegio de Arquitectos, en contra de las ubicaciones para las estaciones
Siempre ha sido un profundo motivo de polémica la ubicación de las
estaciones férreas. Durante el periodo de información pública del Plan
General de Ordenación Urbana hubo opiniones para todos los gustos, al
querer encontrar una solución que terminase con la división de Gijón en
dos, como consecuencia de la antigua playa de vías y la autopista que
incomprensiblemente llegó hasta la plaza del Humedal, en contra de las
normas urbanísticas europeas. Por aquellos tiempos, el Colegio Oficial
de Arquitectos de Asturias -que estaba presidido por el ilustrado
Mariano Marín Rodríguez-Rivas- ya se opuso a la propuesta hecha por el
equipo de Ramón Fernández-Rañada, porque los emplazamientos escogidos
eran decepcionantes. Aquella oportunidad única que se presentaba al
Ayuntamiento con la elaboración de un proyecto se estaciones de mayor
atractivo urbanístico no fue aprovechada, porque tampoco aquella
Corporación Municipal tenía las ideas claras sobre lo que realmente
convenía acometer para el bien de la ciudadanía.
No obstante, al
margen de esta puntual discrepancia, el presidente del Colegio Oficial
de Arquitectos de Asturias, Mariano Marín calificó entonces al
planeamiento propuesto al Ayuntamiento por el equipo de Ramón
Fernández-Rañada como “estimable, sólido y serio, al menos en cuanto a
sus bases técnicas. Aunque me resulta dramático que se diga basándose,
en una serie de informes económicos que no cuestionamos, que Gijón no va
a crecer más como ciudad y que está acabada como tal. A mi entender
esto es algo totalmente desolador y afrontar un planeamiento urbanístico
basándose en una conclusión de ese tipo, supone una gran
responsabilidad política para quien lo apruebe La idea de que Gijón será
muy pronto una ciudad desolada no coincide con nuestra mentalidad,
netamente mediterránea, de una gente que le gusta salir a la calle,
pasear y gozar de una ciudad viva. Resulta dramático que, en verdad,
alguien crea que la ciudad será así algún día. Si son ciertos los
informes económicos, que nosotros, como arquitectos, no podemos
cuestionar, pues resulta muy desesperanzador. En el caso de que la
evolución económica de la ciudad sea otra, que es lo que los gijoneses
deseamos, la responsabilidad de barajar ese tipo de argumentos
pesimistas es muy grande. Porque, claro, no se puede aceptar que se
mantenga que Gijón tiene bastante con los pisos ya construidos y que
actualmente están vacíos, dado que si se acepta eso implícitamente se da
la razón a los que dicen que la ciudad no va a crecer más”.
Miscelánea de otros acontecimientos locales
En aquellos tiempos también ocurrían fenómenos ecológicos extraños en
el arenal de la playa de San Lorenzo –los tiempos pasan, pero siempre
vuelven recordándonos que la contaminación no es un tema de ahora-
aunque el alcalde José Manuel Palacio quitó importancia. Las cuentas de
la Empresa Municipal de Transportes Urbanos (EMTUSA) ya no cuadraban y
en el año de1985 dio pérdidas que superaron los ochenta millones de
pesetas, ya que la municipalización de los servicios no siempre da
buenos resultados financieros para las arcas públicas dado que la
gestión es fundamental. Como contrapartida ahí está la ejemplar
trayectoria desarrollada por el ingeniero José Luis Díaz Caneja en la
Empresa Municipal de Aguas, que en aquel mismo ejercicio tuvo unos
beneficios de ciento quince millones de pesetas. Aunque haya todavía
que tengan colocada una venda sobre sus ojos por aquello de la demagogia
populista, las cifras de los balances son indiscutibles. En El Musel no
había queja, ya que contaba con veintitrés líneas regulares, gracias en
gran parte a los tráficos cautivos para ENSIDESA y HUNOSA. En mayo de
1986, la histórica emisora EAJ34, Radio Gijón “La voz de la Costa Verde”
fue vendida a la COPE. En el Sporting empezarían a soplar vientos de
confrontación con la presentación de tres candidaturas a su presidencia.
Ramón Muñoz, José Manuel Díaz y Plácido Rodríguez Guerrero, quien ya
advirtió con su encomiable sabiduría que el fútbol está muy alejado de
los problemas reales de la sociedad. Una buena noticia fue la creación
del ansiado Conservatorio de Música de Gijón.
Y, eso sí, el
Ayuntamiento tiró la casa por la ventana con la inversión de sesenta
millones para los festejos veraniegos con grandes atracciones a precios
populares –desde que la contratación pasó de manos privadas a públicas,
los cachés se dispararon de los suelos a los cielos- con el lema
“Caliente, caliente”.